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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Encontraron los mapas más antiguos del Iberá

La dinámica del territorio, su gran extensión, la reducida densidad poblacional y los escasos elementos antropizados dificultan el reconocimiento del legado histórico de los esteros. 
Cartografía jesuítica del Río de la Plata, 1732. Esquema interpretativo del Iberá en el centro de dos estructuras territoriales en relación con el límite actual de la provincia de Corrientes. Elaboración de Virginia Romero Dapozo.

La arquitecta Virgina Romero Dapozo reconstruyó la cartografía histórica de los Esteros del Iberá. También incluyó en su investigación las crónicas que ilustres personajes dejaron a su paso por el territorio de humedales de la provincia de Corrientes.

“Es interesante cómo un mismo lugar es percibido de diferentes maneras y ofrece diversas perspectivas de acuerdo con el autor y el contexto histórico. Sin duda alguna, los locales, cuyo sentido de pertenencia y experiencia de recorrido entre juncales y vegetaciones flotantes, son los que mejor representan y expresan el Iberá”, reflexionó la arquitecta.

Romero Dapozo aseguró: “Su característica infranqueable convirtió al lugar en una caja de resguardo de los patrones esenciales que conforman una cultura propia”.

La información obtenida fue ordenada por la arquitecta cronológicamente y para destacar tres momentos: el primero, “Revelar lo invisible”, abarca el descubrimiento, exploración, conquista y primeras ocupaciones del territorio; el segundo, “Miradas ajenas”, describe distintas miradas e intereses de personajes que exploraron el lugar, y el tercero, “Desde el interior del Iberá”, brinda una mirada singular que contrasta con las anteriores. 

Revelar lo invisible

En 1494, la inmensidad del nuevo territorio genera un conflicto de intereses entre los reinos de España y Portugal que lleva a firmar el Tratado de Tordesillas. El acuerdo establece un reparto de las zonas de navegación y de conquista. A partir de ese momento, se dibuja el nuevo mundo a través de relatos, cartas, apuntes de los navegantes o, algunas veces, la imaginación. Las formas de representación son muchas y diversas, pero con un objetivo común: hacer visible lo invisible.

Uno de los primeros registros son los “portulanos de la Corona española”, documentos secretos que detallan minuciosamente la línea de costa del continente americano. Por la exagerada representación de los ríos afluentes de la desembocadura del río de la Plata, se denota un particular interés por esa región. El dominio portugués condiciona el acceso al territorio por lo cual esa región representa el portal de acceso al sur del continente.

El mapa “Provincia de Paraguay” de 1732 , contiene una gran cantidad de información y precisión con respecto a los mapas previos. Ello refleja el avance en la colonización del territorio. Por primera vez, se representa el Iberá ubicado en el centro de la provincia de Corrientes. El enorme sistema hídrico compuesto por islas flotantes, esteros, bañados y lagunas interconectadas por riachos se simplifica con líneas firmes que delimitan un espacio determinado. El Iberá separa dos estructuras de pueblos: por un lado, sobre la ruta de descubrimiento se encuentran las ciudades de los españoles; por otro, se desarrollan las reducciones jesuíticas (ver primer esquema).

Miradas ajenas

A partir del siglo XVIII, una serie de hechos históricos inciden en las transformaciones territoriales. En 1767, la expulsión de los jesuitas por parte de la Corona española instaura un nuevo régimen en las misiones guaraníes. En 1777, con el Tratado de Ildefonso, firmado entre España y Portugal, se da el reconocimiento y exploración de sus límites territoriales. Al mismo tiempo, comienza un periodo científico que se caracteriza por la intervención en el territorio de botánicos, naturalistas, cartógrafos e ingenieros.

En 1781, con el objetivo de delimitar las posesiones españolas, son enviados al territorio los demarcadores reales, como el ingeniero aragonés Félix de Azara, que arriba en el momento en que la geografía y la cartografía comienzan a ser consideradas disciplinas científicas.

Durante su estancia en el último rincón en la tierra, como él mismo denomina al lugar, realiza un gran número de viajes y registros. En 1792, publica el “Mapa Esférico de la Provincia de Paraguay, que comprende la jurisdicción de Corrientes y las Misiones Guaraníes”. En su trabajo se destaca la ambición de querer cartografiar estos territorios tan extensos y el mérito de ser uno de los más exactos.

La revolución de mayo de 1810 significó el desmembramiento del antiguo virreinato y la formación de las provincias de la incipiente nación argentina. En la región este periodo se caracteriza por un clima inestable de guerras civiles e invasiones, como la expedición militar al Paraguay que comanda heroicamente el general Manuel Belgrano.

Belgrano, reconocido por ser el creador de la bandera argentina, relata la formación y marcha del ejército en sus Memorias sobre la expedición al Paraguay (1811). La ruta, estratégicamente elegida para cruzar el río Paraná y sorprender a Paraguay, comprende un vasto sector del Iberá. Describe la región como despoblada, de caminos áridos e identifica el sufrimiento de la marcha al atravesar las artillerías y municiones sobre la peculiar topografía del Iberá.

Entre 1826 y 1854 arriban a la región dos viajeros franceses. Alcide D’Orbigny, auspiciado por el Museo de Historia Natural de París, es uno de los primeros naturalistas europeos en recorrer Sudamérica. Luego, Martín de Moussy es contratado para explorar la Confederación Argentina durante la presidencia de Urquiza (1854 y 1860).

En sus expediciones, D’Orbigny se atreve a indagar sobre la diversidad del paisaje correntino, incluso a adentrarse a la recóndita laguna Iberá, que se encuentra fuera de los límites del territorio conocido. La mayoría de las descripciones se refieren a las particularidades paisajísticas. En su relato se muestra intrigado por conocer el Iberá, pero al mismo tiempo cuenta los pesares del viaje y el cansancio que provoca atravesar los esteros y bañados. Uno de sus mapas de 1835 (ver Mapa 1) comprende las provincias de Corrientes y Misiones. D’Orbigny representa minuciosamente la naturaleza como los ríos, riachos, esteros, lagunas, bañados y palmares de Yatay; también evidencia la consolidación urbana, al identificar pueblos, capillas, postas y estancias, así como los caminos de conexión. La laguna Iberá se encuentra en el centro, donde tierras aparentemente poco aptas para el asentamiento conforman un límite a la expansión de las provincias de Corrientes y Misiones.

Desde la ciudad de Corrientes, la población se expande en forma de abanico hasta el Iberá, y sobre el margen del río Paraná se asientan la mayoría de los pueblos, mientras que en el interior se concentran las estancias. En la provincia de las misiones, en cambio, la expansión se consolida de forma longitudinal a ambos lados del río Uruguay. La representación de las conexiones evidencia una estrecha relación de la colonización con la topografía. Los cursos del agua afluentes del Iberá modelan el territorio y conforman lomadas longitudinales entre valles aluviales donde se disponen los caminos.

A la gran cantidad de información aportada por sus antecesores, De Moussy incorpora singularidades del ámbito natural e incorpora comentarios que contribuyen a una mejor comprensión del territorio. En su mapa  sobre el sector del Iberá se puede leer: “Enorme tierra inundada, sembrada de islas, estanques pantanosos, bosques anegados e islas flotantes en la parte oriental”. En 1865, De Moussy resalta nuevamente la dificultad que caracteriza este territorio.

El gran crecimiento demográfico de la provincia contrasta con el despoblamiento que se observa esa región. Con respecto a los pueblos, se reconoce un entramado más consolidado. La provincia de Corrientes avanza sobre el territorio de las misiones y se expande hacia el sur. Esta nueva estructura busca conectar ambos lados del Iberá y fortalecer la relación con Buenos Aires, la capital de la incipiente nación. Incluso se advierte la llegada del ferrocarril que acentúa esa relación.

En la conformación de los Estados nacionales, las mediciones de tierras y la confección de mapas conforman herramientas que contribuyen al conocimiento y control del territorio. Lo que interesa principalmente es su función fiscal.

En Argentina, se destaca el Atlas del plano catastral de la República Argentina de Carlos de Chapeaurouge, publicado en 1901, que representa todas las parcelas urbanas y rurales conocidas y proyectadas en el territorio nacional; además, contiene información acerca de las particularidades geográficas. “Este atlas es un producto único en el país, y tiene pocos equivalentes a nivel internacional, por su envergadura, por su cobertura y porque se realizó fuera de las instituciones oficiales”, escribió la arquitecta Graciela Favelukes. En la región de Iberá el atlas significa un impulso a la modernización frente a las miradas de carácter marginal y marca un punto de inflexión en su representación y en el relato territorial.

Se identifican tres estructuras diferentes de acuerdo con la forma de las parcelas. En la ciudad de Corrientes y su entorno son parcelas alargadas y perpendiculares a los cursos de los ríos y riachos, los cuales conforman también el límite de la propiedad. Hacia el este, tienen una estructura más ramificada propia de los amplios terrenos llanos. Por último, hacia el sur tienen una relación de lados más uniforme, las dimensiones son más pequeñas y aparentan encontrarse en el territorio de manera más ordenadas, probablemente por ser las más recientes. En algunos casos, estos trazos perduran hasta la actualidad.

En este segundo recorte temporal, la región del Iberá es percibida como tierras pantanosas, anegadas e improductivas, difíciles de recorrer y que incrementan las dificultades en las comunicaciones, pero al mismo tiempo, por su ubicación en el centro de las trasformaciones, es testigo de la conformación de límites, la expansión territorial, las conexiones y las diferentes formas de producir a lo largo del tiempo.

Desde el Interior del Iberá

En el interior del Iberá la comercialización de pieles producto de la caza cobra gran importancia como actividad productiva. Es realizada por aquellos personajes que no son asimilados por las estancias o las colonias. Estos cazadores, conocidos como mariscadores, son el emblema de los Esteros del Iberá. Su actividad no se reduce a la caza, sino que conforman una cultura con conocimientos ancestrales, una cultura transmitida de padres a hijos.

Don Pedro Pablo Cabrera, un cazador, baqueano y conocedor de los secretos más profundos del Iberá, nace en 1923 en la zona de Capivarí (en guaraní Kapi y vary ‘arroyo de los carpinchos’). En su recorrido por el Iberá, confecciona un mapa testimonio de sus andanzas en cada rincón del ámbito. Su representación, a manera de boceto, carece de precisión geográfica; sin embargo, a diferencia de todas las imágenes presentadas anteriormente, es la única cartografía del Iberá que contiene en detalle más de setenta referencias de diferentes lugares (fig.19). Distingue con colores las lagunas y canales de los esteros y montes. Identifica en el interior las casas y los campos existentes. También recoge, mediante una línea de trazo, sus principales recorridos, probablemente aproximados, ya que estos varían de acuerdo con el movimiento de la vegetación flotante. Este mapa representa una mirada única, que interpreta profundamente la forma del territorio, representa una mezcla de fascinación y misterio y logra poner en valor un lugar que constantemente se referencia como impenetrable.

Alrededor de 1983, con la creación de la Reserva Natural en el Iberá (ver segundo esquema), inicia un nuevo capítulo que se destaca por la conservación de los recursos naturales, la belleza escénica y los ecosistemas, momento que parece apropiado para finalizar este recorrido.

 

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