Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
Crece como hongo, mientras la nostalgia de la vuelta de los 70 revolotea el aire, como aves de rapiña en busca de su presa. Supuestamente tienen carácter fuerte, unas ganas de volver como fuere, pero los regresos ya no siempre son bienvenidos, porque han cambiado los tiempos, muchos son los deudos, y quienes pegan el giro de vuelta aún no tienen la fórmula para bajar la inflación y aniquilarla de cuajo. Por lo tanto, lo loable es que se emplee tanto tiempo perdido en auténticos logros, como dejar de lado frases consignas, dejar emblemas y símbolos, y vayamos a lo concreto: los hechos. Los hechos que enorgullezcan y no nos minen aún más el desolador panorama, de marchas interminables detrás de planes cuando todo está para hacerse, despojados de relatos que por inconsistentes y vacíos nos llevaron donde apenas se mantiene el equilibrio, a centímetros del precipicio, labrado por los mismos que en vez de entrar en pánico, siguen haciendo encuestas que lo apoltronen en el poder, aunque más no sea reelecciones indefinidas que algunos “orgullosos” legisladores y gobernadores lo ostentan, como inmerecido y vergonzoso premio de astucia y viveza criolla.
Las bravuconadas en foros internacionales, no suena como deben, cuando se ha dejado pasar tantas oportunidades por el capricho lastimoso de complacer a una sola persona, que es la heroína de este teleteatro que lamentablemente no la escribió Alberto Migré. Sino es el resultado de una lucha por asegurar impunidad e inmunidad a muchos de los que aplauden sin sentirlo, teniendo en cuenta que no se hecha al menos capaz sino a aquel que las cosas no están como deben serlo, en término y forma, sin dobles interpretaciones, ni restantes, ni vueltos indebidos. Lo malo de estos dirigentes, es cuando se está disconforme por no concordar con su proclamada ética, se deben ir ratificando su certeza, y no pasado el tiempo porque quedan “pegados”, tirando abajo toda supuesta decencia que es lo primero que se debe fortalecer, y es lo último que nos queda como único bastión para pelearla dignamente. El silencio, una verdad no dicha, detalles incuestionables no protestados en su tiempo justo, es casi lo mismo que girar la cabeza para otro lado, es falta de ética, tanto o peor que los demás.
Además, los pueblos hermanos en cuestión de esta reciente Cumbre de las Américas, hacen uso de una democracia casera, al cual al oponente no le caben críticas, ni expresiones, porque no le están permitidas, lo cual dibujan de cuerpo entero dictaduras explicitas. Países cercanos, casi contiguos, que hablan nuestra propia lengua, de geografías parecidas y bellezas increíbles, de ritmos musicales que contagian alegría, de historias similares, de presentes y futuros idénticos, es decir con pobreza a cuesta, con candidatos probados y gastados, con las mismas mañas de siempre. La libre expresión es el boleto de acceso con que se alimenta el aire puro de la disidencia, discutiendo y respetando la opinión de cada uno, sin persecuciones ni nada que se le parezca. Pero estos países defendidos no brindan atmósferas diáfanas, donde discutir sea un ejercicio ciudadano, sino el motivo, la mecha, de crear enemigos, enrarecer el aire hasta hacerlo irrespirable.
Sucede que los argentinos no tenemos un aprendizaje y uso de módulos escalonados, que nos permita llegar y acceder a nuestros cometidos de República, paso a paso. Siempre actuamos en desorden, cada cual como mejor le parezca, aunque ofendamos, replicando con autoritarismo, poniendo en red relatos construidos a pura ficción.
Sino en un delirio, en un frenesí, salteamos cada plan redactado, decimos una cosa por otra, aborrecemos por ideología a un candidato y luego nos peleamos por fotografiarnos, por grabar una escena internacional junto a ellos, abrazándonos, pasándonos la mano, sonriendo a cámara como prueba irrefutable que somos grandes iguales que ellos, pero mientras tanto alcemos la voz, así notan que hemos crecido, que somos ya mayorcitos. Uno, se pregunta: para qué. Los defendidos siguen siendo dictadores. Nosotros seguimos a fuerza de piquetes en una procesión que no cesa, sino que crece por pobreza y mala política, como lava en furiosa erupción. Mientras la inflación que se prometiera derrotarla, está más viva que nunca, “goza de buena salud”, porque se sigue sin escuchar lo que verdaderamente expresa el pueblo; “se cambia de estación” para que la voz no suba de volumen.
En una de las facilidades conferidas, para que nadie se tome el esfuerzo por aprender, como forma de ganarse adeptos, es el tan de moda lenguaje inclusivo. Hay que recordar lo expresado por la Real Academia Española: “El lenguaje inclusivo es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, “mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna. No hay que sospechar que la doctrina se vaya a cambiar ni cabe esperar que se hagan recomendaciones sobre cambios en el lenguaje. La RAE no hace políticas legislativas, sino que simplemente explica cómo hablan la mayoría de los habitantes y recoge las normas”, apuntó su director Santiago Muñoz Machado. Finaliza diciendo: “Su uso complejiza la lengua tanto como su enseñanza. No contribuye a señalar la igualdad de los sexos sino que, por el contrario, sugiere la existencia de una rivalidad y no de un encuentro fundamental y profundo entre ambos”.
Como vemos, todo lo complicamos en vías de hacer nuestro propio relato, irrelevantes situaciones para embarrar la cancha sin preocuparnos por los resultados: más pobres, más política, igual a gente más desahuciada.
Siempre es bueno terminar con conclusiones de un gran maestro del Periodismo, como lo fue Dante Panzeri, porque su claridad nos hacer ver mejor: “El periodismo es el cumplimiento de la obligación de enseñar a pensar a la gente”. “Somos fiscales, no jueces, y debemos ser parciales a favor del bien y en contra del mal. Vivimos en un torbellino dialéctico, donde los que saben poco intentan hacer creer que saben mucho a los que no saben nada”.
Un supuesto tirón de orejas, con altanería, y una política a la deriva que no es motivo de orgullo, más la defensa a países hermanos que han caído en la falta de libre expresión como deporte nacional, no es buena chapa, ni nos exime de crítica. Las ideologías no frenan la pobreza. La pobreza se frena con un país constituido detrás, probo, sin demagogias, sin coronitas, con certezas, ajeno a reelecciones, sin peleas de poder, con justicia justa, con argumentos sólidos no sloganes que son ruidos que alteran la calma.