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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

El día que destituyeron a un docente en Corrientes por “ladrón, puerco, indigno”

La historia fue rescatada de un documento del Archivo Histórico de la Nación Argentina. 
Río Paraná frente a Corrientes.. Puerto Italia embarcadero de maderas y naranjas. Anónimo. Fotografía c. 1920.

En 1788 el preceptor y maestro Bartolomé Soria, que oficiaba en la capilla de San Antonio de Padua de la ciudad de Mburucuyá (Corrientes), envió a Buenos Aires una carta al virrey del Río de la  Plata, Marqués de Loreto, solicitando su intervención ante la deposición injuriosa de su cargo por parte del regidor Juan Solís, con puñetazos y los insultos de “ladrón, puerco, sucio, perro, indigno”. La humillación pública estuvo acompañada de la designación en el puesto del cuñado del regidor, Juan Josef Garay, que gozaba de mala reputación. 

Por entonces, los preceptores/maestros no religiosos eran varones que, por lo general, eran pobres no propietarios. No formaban parte de los “notables” que ocupaban cargos públicos en villas, aldeas o ciudades; su sostén estaba sujeto al estipendio reunido por vecinos que comprometían su obligación con cada celebración de un bautismo; desarrollaban su actividad en iglesias y/o capillas a cuyo mantenimiento estaban obligados, y asistían a curas párrocos.

La historia fue rescatada por el magíster en Pedagogía, Víctor Martín Elgueta, con el propósito de hacer  visible la experiencia educativa en las esquelas coloniales. Elgueta considera a las esquelas como experiencias que la historiografía liberal y nacionalista vinculada a “la instrucción pública” propia de “los inicios del Estado Oligárquico Liberal” ha contribuido a volver poco visible en la historia de la educación argentina. 

Además, su hallazgo permite dilucidar algunos rasgos característicos del modelo escolar pastoral-burocrático propio de las formas del Estado emergente entre los siglos XVII y XVIII, en donde la educación estuvo asociada a una cristianización de la sociedad europea-occidental. Su investigación fue recientemente publicada en la Revista del Centro de Investigaciones Sociales y Educativas del Norte Argentino (Cisen) “Tramas/Maepova”. 

Archivos de esquelas 

Esta historia surge de la transcripción de un documento del Archivo Histórico de la Nación Argentina, cuyo análisis es un expediente de 14 carillas.

En la investigación se ha optado por el uso del término “esquela” –presente como forma de escritura en los documentos históricos analizados– para referir a la experiencia educativa de este periodo y diferenciarla de la escolarización propia de los estados modernos del siglo XIX y XX.

Apelación de defensa

Las reformas borbónicas que suscitaron la creación del virreinato del Río de la Plata avizoraban un nuevo sujeto social racional, conocedor de las leyes de la doctrina cristiana y de la República de los estados coloniales en el siglo XVIII. La instauración de esquelas coloniales a través de la designación de maestro podría ser considerada un analizador histórico de la emergencia de un nuevo sujeto social en su dramática transición a otro. Es decir, la transición entre una lógica teocéntrica centrada en el vasallo como sujeto social central a otra lógica antropocéntrica centrada en un ciudadano como sujeto  social  racional  central.  Así, según señala Elgueta, el  maestro del caso apela al virrey para su defensa atravesado por su condición de vasallo pobre, pero en dicha apelación organiza racionalmente la información sobre su situación en Mburucuyá (Corrientes) y la pone a disposición del virrey en la ciudad de Buenos Aires y de la estructura burocrática colonial del virreinato del Río de la Plata. 

Y al hacerlo: a) el maestro escribe su petición (es autor), demandando los atributos conferidos a su ministerio de maestro (no pueda ser cuestionada su actividad por otras personas pese a su estado y condición social) y b) recurre, tanto para certificar su buena conducta como para descalificar la conducta del maestro instalado en su lugar, a los juicios que provee la doctrina cristiana y a la trama de vínculos con la autoridad religiosa local a partir del ejercicio de su ministerio de sacristán.  

Su inscripción en la lógica pastoral se vuelve argumento en su defensa dentro de una lógica burocrática colonial virreinal. “En consecuencia, podemos conjeturar que en el oficio de maestro se instaura la esquela medieval, por un lado, y que este oficio se desenvuelve y despliega en un doble entramado pastoral y burocrático  articulado”, manifestó Elgueta. 

Capilla de Mburucuyá

Para Elgueta, sería apresurado afirmar que cada iglesia y capilla del periodo colonial del virreinato del Río de la Plata estaba dotada por la asignación de un preceptor/maestro. Cada caso requeriría un estudio en profundidad.  Sin embargo, la capilla de San Antonio de Padua en Mburucuyá constituye un caso emblemático de asignación de este cargo en un territorio parroquial que no es el de cabecera o central. Dotación sancionada por las autoridades del cabildo de la ciudad cabecera (en  este  caso: Corrientes).  

El expediente construido a partir del pedido del maestro Bartolomé Soria pone en evidencia el respaldo burocrático documental que requería el nombramiento de maestros en ciudades, villas, aldeas o lugares. Abre así un campo de estudio sobre las esquelas de primeras letras teniendo en cuenta que esta documentación puede estar dispersa, extraviada o incompleta. 

Pero, además, en el expediente el vecino notable que certifica conducta del maestro depuesto -don Jacinto Silva-, explícita entre las tareas desarrolladas por el maestro en su ministerio de sacristán la contribución en las notaciones y cuidado de los libros parroquiales. 

En ese contexto, es posible reconstruir que los libros eran trasladados a la capilla desde la parroquia periódicamente para la celebración de bautismos, matrimonio y asentamiento de defunciones. Con ello, el análisis de los libros parroquiales permite inferir que algunas de las notaciones que aluden a la capilla de San Antonio de Padua en Mburucuyá fueron escritos por el maestro y firmados por el cura vicario. 

Esto puede verificarse entre los años de asignación del maestro Soria (1786-1788),  donde aparece mencionado como testigo y/o padrino, o con la comparación de la caligrafía de las notas escritas por el maestro en el expediente y las constatadas en algunas hojas de los libros parroquiales. 

En consecuencia, es posible en el análisis de los libros parroquiales rastrear la presencia en ciudades, villas, aldeas o lugares de maestros a partir de los rastros que puedan haberse dejado en ellos de los maestros en el desarrollo del ministerio de sacristanes. Elgueta señaló que la reiteración de los mismos nombres como testigos y/o padrinos puede dar pistas de ello. Un estudio riguroso por región permitiría una contribución sobre la presencia o ausencia de maestros y esquelas de primeras letras en distintos territorios del virreinato del Río de la Plata.

Sin noticias de Soria

Sin embargo, no se constata en los libros parroquiales el retorno del maestro Bartolomé Soria a la Capilla de San Antonio de Padua del partido de Mburucuyá luego de 1788. Además, a partir de 1789, desaparece como firmante de estos libros el cura vicario Juan Gregorio Benítez de la parroquia San José de Saladas. A partir de este momento, cambia la grafía del escribiente y deja de registrarse: testigos y firmas del cura párroco a cargo, entre otros aspectos. Además, se constata un cambio del formato de notación. 

La concurrencia de estos observables, para Elgueta deja abierto un interrogante sobre el destino del maestro y del cura vicario de la parroquia que aparecieron como querellantes en el expediente iniciados por Bartolomé Soria contra don Juan Solís, vecino notable y regidor de Mburucuyá. Interrogante que muestra que el uso burocrático de la petición de protección al virrey por parte del maestro depuesto no asegura que haya tenido una resolución favorable, ni haya cambiado la orientación y resolución de los conflictos de una sociedad colonial, jerárquica y de castas.

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