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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Extraños sucesos en un pueblo santiagueño

Aunque actualmente hay pocas manifestaciones paranormales, en Atamisqui, tradicional pueblo santiagueño, hubo hace algunos años una intensa actividad de lo fantástico y misterioso, donde fueron vistas por numerosos testigos algunas entidades como duendes y aparecidos. A tal punto que ese pueblo fue considerado en su momento como la “capital del misterio”.
Lugar. En las ramas de estos añosos árboles suele ser visto el duende.

Por Francisco Villagrán

villagranmail@gmail.com

Especial para El Litoral

Atamisqui es un tradicional pueblo santiagueño, cuna del folklore y muchos afamados músicos que trascienden al ámbito nacional, situado a un centenar de kilómetros  de la capital provincial, es un clásico, que suma además la esencia y la idiosincrasia de sus habitantes acostumbrados a la siesta y el andar cansino, una serie de manifestaciones extraordinarias que combinan la presencia de duendes y otras extrañas manifestaciones que son de difícil explicación y un cementerio donde, según firmes testimonios, se ven a menudo sombras, apariciones y se escuchan voces y gritos en casi todo el predio. Los propios habitantes de Atamisqui, tierra natal del famoso cantante Leo Dan, conviven desde siempre con estas historias a las que les asignan un perfil de neta realidad latente en cada rincón del pueblo, sobre todo en la zona que circunda la Escuela N° 61 y la salita de salud del pueblo, ubicada casi en los confines del trazado urbano.

Allí, los que se animan a contarlo y los que prefieren guardarse estas anécdotas por temor a no ser entendidos desde una apreciación racional, saben que esos son los dominios del “enano” , simpática denominación que los habitantes del lugar le dan por su reducido tamaño, a un duende que suele hacer de las suyas por toda la zona, especialmente fue visto saltando de árbol en árbol, por la ramas grandes, en los lugares poco habitados. Habitantes del pueblo que aceptaron hablar y comentar sus experiencias, precisaron que el fenómeno del duende se puede experimentar casi todas las noches, transitando por el camino que va hacia la escuela del pueblo y la sala de salud, lugares donde las manifestaciones de este diminuto ser le han cortado el aliento a más de uno.

Ocurre que el duende tiene por costumbre aparecerse para hacer alguna diablura, como por ejemplo, concurre a la salita de salud del lugar, haciendo moverse a las camillas solas, sin que nadie vea que las empuja, una fuerza invisible que es atribuida al duendecito. También los juegos que están en el patio se mueven solos en horario nocturno. Uno de los más antiguos habitantes de esta zona, Nerio Sotelo, de 70 años, comentó que estos son los dominios del duende, pero antes solía vérselo en unos viejos vagones de ferrocarril abandonados, ubicados en los alrededores de la antigua estación ferroviaria. Luego cambió de lugar y últimamente se lo solía ver en la mencionada zona de Atamisqui. Con mucha pasión y asegurando que esto del duende, lejos de ser una creencia, es una realidad, Sotelo describió al duende como “un ser de unos 60 cm. de altura, que de lejos parece lucir ropa de gaucho y que tiene un sombrero grande, tras el cual disimula sus facciones. Es juguetón y no se puede decir que sea malo, pero mucha gente tiene miedo que se le aparezca cuando pasan cerca de la escuela. Muchos de los que tienen que pasar por allí, “toman un envión y algunos hasta pasan corriendo”. La presencia del duende no es percibida muchas veces por la persona que más cerca lo tiene sino por quienes observan de lejos y ven al gnomo caminando al lado de la persona, pero esta no se da cuenta. La mejor manera de sobrellevar la presencia del duende, dijo Sotelo, es no tenerle miedo, y si por esas cosas, alguien se da cuenta que lo tiene al lado, no debe insultarlo, porque el duende responderá con una andanada de golpes, haciendo saber que él está en sus dominios y quien pasa por allí debe respetarlo. Esta es la realidad para la mayoría de los habitantes de Atamisqui, que sin dudar creen en el duende. Los duendes son seres de la naturaleza, de otra categoría distinta a la nuestra. Muchas experiencias y testimonios de esa zona, dan cuenta de reiteradas apariciones del duende en la zona, ante el asombro y temor de los circunstanciales testigos, que hay muchos.

El cementerio

Si de historias fantásticas se trata, lo que ocurre en el cementerio de Atamisqui, alimenta un recuadro especial. Al parecer, de acuerdo al relato de los vecinos, los muertos que allí reposan suelen tomar forma y figura y transitan por la necrópolis en las horas de menor movimiento. La advertencia rige para cualquiera. “No vayas solo al cementerio porque allí pasan cosas raras.” Fue la advertencia que Ema Ruiz le hizo una tarde a Nerio Sotelo, quien invirtió mucho tiempo en la siesta santiagueña para recorrer el lugar. “Qué suerte, no estoy solo…¡¡¡ me dije porque había adelante mío un viejito, pero cuando quise alcanzarlo para preguntarle por una sepultura que buscaba, el anciano desapareció delante de mí, tras una lápida.” Recordó todavía impresionado por el hecho, Nerio Sotelo. “Ema me contó luego –prosiguió- que estas cosas pasan a menudo en el cementerio.” Luego trajo a colación la postura del sacerdote del pueblo frente a estas extrañas manifestaciones. Según el religioso lo que se ve “son almas que no están descansando en paz”, pero eso sí, el cura resalta que no hay que tenerles miedo,” porque todo cuerpo allí enterrado, pasó previamente por la capilla, donde fue bendecido.”

Pero hay muchos casos más de extrañas apariciones en el cementerio, donde muchos testigos aseguran haber visto figuras vestidas con ropas antiguas caminando entre las tumbas y cuando se acercaron para hablarles, desaparecían en el aire, se esfumaban. 

También es común escuchar risas, gritos y llantos en medio de las lápidas, pero si uno  mira, no hay nadie. También se observan figuras de personas caminando por los pasillos internos, que desaparecen de golpe en el aire. 

Otros de los tantos misterios que cuestan creer, pero que evidentemente existen en nuestro mundo, aunque cuesta aceptarlo.  Las evidencias son muchas e irrefutables. 

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