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/Ellitoral.com.ar/ Cultura

El tango con voz de mujer

La mujer en el tango ha sabido interpretar la música de Buenos Aires, dándole dulzura y firmeza. Aferrándose a la poética, romántica, dramática o al propio lunfardo.

Si bien machista como él, solo, ellas también supieron descollar pasado el mil ochocientos y pico. 

Sucede que en sus primeros traspiés, el tango tenía la maldición del juicio público, teniendo en cuenta que el mismo proliferó lugares no tan santos, y daba para hablar largo y tendido.

Bailongos de “rompe y raja” para alegrar al hombre, o al pequeño adolescente en su pubertad, música de “mishiadura” en casas de tolerancia, lugares primeros donde se transitaba la noche.

Como consecuencia de ello, el idioma bautizado era en su mayoría el lunfardo, y escasamente por el autoritarismo del guapo del barrio, la mujer no tenía protagonismo de canto.

Y, si lo tenía, era casi en la intimidad en la jerga de ese idioma más que nombre, definida burdamente por alguna de sus virtudes o particularidad física, o modo de apodo.

Es decir, que hubieron cantantes, pero que nombrarlas era un desatino viniendo de dónde venían.

Algunos la mencionan a Lola “La petisa”, “La mondonguito”, “La barquinazo”, etc., inconvenientes y poco educados para el quehacer social que se precie, dada la ordinariez de los apodos.

Más adelante cuando se traspone 1900, surgen nombre valederos, con el derecho lícito de poder nombrarlas como pioneras dela música de Buenos Aires.

María Torres Caamaño, María Eloíza Peirano, Rosita Melo, Paquita Bernardo, eximia intérprete del bandoneón, la primera en su género. 

Estaban las letritas que inauguraban de alguna manera el arranque mismo de la poética tanguera, como: Micaela Martínez Sastre, María Luisa Carmelli bajo los seudónimos de Mario Castro y Luis Mario, etc.

La fuerza del tango femenino lleva una emotividad que invita a creer que la posta es rica en valores, con otros instrumentos a veces pero tangos al fin, logran el aplauso final cuando cae el telón.

Cancionistas como Pepita Avellaneda, Dorita Miramar, Lola Contreras, Lola Membrives, también excelente actriz de teatro a posteriori. Sus nombres se mezclan con títulos que conforman el cimiento de tan representativa música.

Porque algunas como Eladia Blázquez, no sólo escribían sino que componían e interpretaban.

No podemos ignorar la carnadura y el sentimiento dramático puesto en el canto por Azucena Maizani o Rosita Quiroga. La propia Libertad Lamarque, Tita Merello.

Pasado el tiempo el canto femenino se afianza con fuerza y garra, popularizando a grandes artistas: Mercedes Simone de finura sin igual. Olinda Bozán, Tania, Ada Falcón, Nelly Omar, Amanda Ledesma, Juanita Larrauri, Jovita Luna, Iris Marga, Eva Franco, etc.

Ya a pasos nuestros nombres estelares del canto popular: María de la Fuente, Elsa Rivas, Virginia Luque, Ruth Durante, Carmen Duval, Nelly Vázquez, Beba Bidart, Alba Solís.

Susana Rinaldi, Susy Leiva, María Cristina Laurenz, Rossana Falasca, “Galleta” Miguenz, Amelita Baltar, Graciela Susana, María Garay, María Graña, y un sin fin de mujeres que ocuparon merecidamente el lugar de sus talentos.

No podemos olvidar el estilo propio que le imprimió Tita Merello a la composición de Cátulo Castillo: “Arrabalera”, cuando la estrenó en el año 1950:

“Arrabalera, / como flor de enredadera / que nació en el callejón, / Arrabalera, / yo soy propia hermana entera / de Chiclana y Compadrón / Si me ganó el morfi diario, / ¡ qué me importa el diccionario / ni el hablar con distinción..! / ¡Llevo un sello de nobleza, / soy porteña de una pieza, / tengo voz de bandoneón..!”

O, cuando nos emocionaba Libertad Larmarque en el tango de Alfredo Malerba y Rofolfo  Schiamarella, “Besos brujos”, estrenado en el año 1937:

“¡Déjame..! No quiero que me beses, / por tu culpa estoy sufriendo / la tortura de mis penas. / ¡Déjame..! No quiero que me toques, / me lastiman esas manos, / me lastiman y me queman. / No prolongues más mi desventura; / si eres hombre bueno, así lo harás. / Deja que prosiga mi camino, / se lo pido a tu conciencia, / ¡ no o te puedo amar..! / ¡Besos brujos..! / Besos brujos que son una condena  de  desdichas y dolor.” /

El tango como espejo de la vida ha sabido contabilizar una época repleta de historias, que en voz de la mujer adquiría un sabor especial. Era la amada, la madre, la hija, todas de una vez.

Hoy, es un género que se ha ido aletargando, si bien su difusión es poca, no obstante que en la Capital Federal abundan las radios que dan cuenta de programas abundantes especializados en tango.

Pero sucede algo notable, que hoy lo cantan los chicos, con una legión de adolescentes prometedora. La fuerza del tango femenino lleva una emotividad que invita a creer que la posta es rica en valores, que con otros instrumentos a veces pero tangos al fin, logran el aplauso final cuando cae el telón.

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