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Malas palabras: decir ¡no!

Por El Litoral

Jueves, 01 de noviembre de 2012 a las 01:00
De pronto, un día nuestro pequeño angelito nos suelta una palabra que nos deja helados, que nos causa gracia, enojo o alguna otra emoción, pero que, sin duda, no nos resulta indiferente: una mala palabra.
Los pequeños, que a esa edad están fascinados por el lenguaje y aprenden palabras nuevas como esponjas, seguramente escucharon decir esa “mala palabra” en casa, en una conversación entre adultos, en la calle o en la televisión y descubrieron que son palabras que tienen un poder, que generan cosas en el otro. Se dieron cuenta, perfectamente, que soltar una “mala palabra” en la mesa provoca gran agitación y que por ejemplo, cambiarlo por un “feo” no es igual de divertido.
La incorporación de palabras con mala fama, al vocabulario del chico se da fundamentalmente por imitación. Y, ¿qué modelos imita? A nosotros, sus padres.
Quién podría arrojar la primera piedra y decir que nunca dijo una “mala” palabra delante de su hijo. Nunca propinó un insulto ante el caos del tránsito o se le escapó un improperio ante determinada situación. En esto, la ecuación en sencilla. Nuestro hijo escucha y repite.
Si bien al hacerlo no siempre conoce el significado de lo que copia. Se va apropiando de palabras nuevas que incorpora a su vocabulario en constante expansión. Pero no solo imita a los papás, también imita a los compañeritos preferidos del jardín, a los dibujos animados o a los héroes de la televisión.
El lenguaje es algo que suele darle poder a los niños, esto es, cuando ellos empiezan a notar que algunas de las palabras y como las dicen, impresionan o llaman la atención de quienes lo rodean. Suele suceder también, que cuando son pequeños, sus padres u otros mayores, festejan o celebran cuando los niños utilizan estos vocablos. Otros padres, en cambio, se enojan y llaman la atención al niño.
Según sea el valor que le demos a las malas palabras es que serán o no sancionadas en nuestro hijo. Si forman parte de nuestro vocabulario cotidiano, no nos llamará tanto la atención oírlas en él. Pero, si realmente nosotros les damos el valor de un insulto, no sólo nos sorprenderá sino que además, nos ofenderá y provocará que lo retemos.
"Con frecuencia los niños dicen malas palabras, aunque en algunos casos, no saben su real significado." Ante la situación o el momento en que el niño pronuncia estas palabras es muy importante saber cómo reaccionar para evitar que las mismas se conviertan en un hábito y parte del vocabulario normal.
Para evitar
1.    Ser el ejemplo es el primer y más fundamental paso. Hay que tener la precaución de controlarse y no decir ninguna mala palabra y si se “escapa” alguna, pedir disculpas y tratar de buscar un sinónimo de la misma.
2.    Si el niño es pequeño y dice alguna mala palabra, no reaccionar con violencia, ignorar la misma y seguramente no la volverá a repetir, como ya dijimos, disfrutan de la reacción de los adultos al decirla. No se le ocurra bajo ninguna circunstancia festejarle esa acción.
3.    Si es un niño mayor, ya es posible expiarle que ese tipo de lenguaje no es aceptable en la familia y porque. También se le puede explicar el significado de las mismas, ya que seguramente no lo conoce textualmente.

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