Sabado 27de Abril de 2024CORRIENTES25°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

Sabado 27de Abril de 2024CORRIENTES25°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$854,0

Dolar Venta:$894,0

/Ellitoral.com.ar/ Especiales

Leer para pensar y discernir

La lectura y la escritura enseñan que el sentido común se desarrolla con la gimnasia de ellas.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Alguien dijo y comparto, que desde el leve perfume a papel donde posan impresas las letras, el libro en mano no tiene oponente en el aprendizaje, en el cúmulo de historias que se devela hoja tras hoja, pero más que nada que lo aprendido nos fortalece, nos enseña como nadie a expresarnos.

Recuerdo esa toma de aroma que se liberaba cuando estrenábamos con el inicio de las clases el cuaderno nuevo, a cuadrículas o rayas. Al igual que cada uno de los útiles que complementaban nuestros “pertrechos” didácticos. El del grafito de los lápices “Faber”, el borrador gordo “Dos Banderas” que por entonces borraba palabras impropias, errores comunes, letras que no correspondían en una oración dictada. 

Todo ese ámbito de olores con sabor a escuela que la enseñanza cabal y fehaciente fue dejando como recuerdos indelebles que ni el tiempo ha borrado. La escritura, la lectura, conforman al niño, enriquecido con el intercambio de revistas y libros que fuera de la escuela nos permitíamos en esa cadena solidaria de absorber sin imaginarlo, miles de temas. Construye sólidamente una costumbre, que es la develación educadora de asumir temas diversos y de a poco ir alimentando el criterio y más que nada el sentido común.

Hoy, el advenimiento tecnológico ha dejado esa práctica educadora aunque trate de parangonarlo, dicen los entendidos: que no es lo mismo de aprovechable. Eran potentes vitaminas que alimentaban la capacidad de soñar, esa imaginación sin límite que hace realidad lo imposible. La búsqueda se tornaba en inquietud permanente, que permitía divisar, clasificar, enriqueciendo el conocimiento.

Un poco aggiornado por la dura realidad, la quietud del confinamiento que la pandemia nos ha acostumbrado, vemos claramente cómo leer y escribir resulta importante y valoramos a quienes están a ambos lados del mostrador, que no obstante continúan en la dulce entrega del saber hecho papel del conocimiento.  

A propósito, la escritora española Irene Vallejo acentúa su práctica y lo destaca enfáticamente: “Las personas que enseñan a leer, las que defienden sus librerías, las que trabajan en las bibliotecas y abren las puertas y las páginas de los libros, las editoriales…todo este tejido…somos una red humana que es muy valiosa. En este momento en el que estamos reivindicando el cuidado en la sociedad en el que estamos redescubriendo la importancia de la sanidad, el libro forma parte también de ese universo del cuidado y es muy importante reivindicarlo.”

Recuerdo con la coincidencia de muchos, ese descubrimiento que representaba para nuestros ojos y balbuceante entendimiento las revistas afines: “Figuritas”, Billiken”, “Mundo Infantil”, cuya amenidad no interrumpía la tarea noble de enseñar. El libro “Upa” para aprender a leer, del memorable autor Constancio Vigil, con el que enseñé a mi hermana complementando la tarea primaria. Pero a partir de allí, la lectura era un ejercicio nacional donde desfilaban revistas, libros, leyendas del cine, afiches, volantes, etiquetas, etc. Las grandes lecturas han caído en picada y el noble oficio de hurgar en obras, informaciones, opiniones, perdió altura hasta convertirse en nada o en un teléfono que jamás supera al papel y la preponderancia de la diversidad de temas en serio, que abone realmente el conocimiento y madure el criterio.

La irrupción de la mala política específicamente ha desarrollado lectores ausentes que más bien se robustecen con consignas, con poca voluntad de consenso, también ha contribuido a la escasa práctica del conocimiento y la investigación. Resulta que para ese tipo de cosas, quien habla en serio es aburrido, la realidad discrepa con la ficción aunque generalmente gane esta última opción. Esto me hace acordar una frase que decían Les Luthiers y que en definitiva tiene mucho de certeza: “El que piensa, pierde”. Los dichos tienen mucho de cierto, no son inventados, están, conviven, se retroalimentan con una sociedad porque aprendió de ella para llegar a esas conclusiones arrojadas, que resumen aunque no lo creamos el parecer de muchos.

Había un hombre, profesor, autor de libros de Derecho, popular por sus certezas, integrante de la Corte Suprema, que cada mañana antes de tomar sus actividades, los periodistas lo abordaban en la entrada del edificio de su departamento por su claridad de opinión, el respeto como norma, y la simplicidad del hombre inteligente y honesto.

El Dr. Carlos Fayt, recordaba siempre algo que olvidamos cuando la conveniencia se fuga por inconveniente: “Las opiniones son libres, pero los hechos son sagrados.” No sólo cumplen ese rol, sino si hubo equívocos las consecuencias son imprevisibles. Porque el arrojo liviano sin compromiso lleva siempre al peligro, al yerro del criterio, pecando en principio de la verdad, que para lo único que sirve es para incentivar un estilo si bien de moda, no va a ninguna parte salvo a la conveniencia particular de llevar agua para su molino, que se convierte en bien de uno para mal de todos.

En lo que me compete, la música, su difusión, el aprendizaje de los grandes que cimentaron el patrimonio cultural, existen no todas personas señeras, pero me quedo con aquellas que marcaron un camino hecho con la experiencia y la buena lectura de las cosas que verdaderamente interesan, con la experiencia popular, con el análisis y la sentencia exacta. Uno de ellos ha sido Don Atahualpa Yupanqui, haciendo de su decir una biblia de principios, simples pero ejemplares.

Hay una baguala hiriente, dolorosa pero verdadera que se emparenta con el género del blues o el tango, ya que narra urgencias no desmentidas, tristezas del hombre y la mujer, casi como las “Aguas fuertes” de Roberto Arlt. Con mucho tino, Don Ata escribió: “Trabajo, quiero trabajo”, una necesidad urgente. “Cruzando los salitrales / Uno se muere de sed. / Aquello es puro desierto / Y allí no hay nada que hacer. / Trabajo, quiero trabajo. / Porque eso no puede ser. / Un día veré el desierto / Convertido en vergel. / El río es puro paisaje / Lejos sus aguas se van / Pero mis campos se queman / Sin acequias ni canal. / Trabajo, quiero trabajo. Porque esto no puede ser / Un día veré a mi campo / Convertido en vergel. / Las entrañas de la tierra / Va el minero a revolver / Saca tesoros ajenos / Y muere de hambre después. / Trabajo, quiero trabajo.” / La lectura y la escritura son fundamentales, se aclara la mente, se calma la ansiedad, aprendemos a defendernos, nos permite viajar por el tiempo con el valor agregado de desarrollar un criterio que pueda discernir. Nos otorga el título de ciudadanos ilustres por sinceros y respetables.

 

El dato

La actriz Natalie Portman ha escrito un libro: “Fábulas”. No podemos hacer “ayuno” del conocimiento, negándonos a leer y escribir.

 

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error