Orientadora Familiar
La Semana Santa comienza siempre el Domingo de Ramos, pero este domingo fue distinto y esta semana también será distinta, especial, seguramente inolvidable para el mundo entero.
La Pasión del Señor, de Nuestro Redentor, se está manifestando diferente, ya lo fue en realidad toda la Cuaresma, esos cuarenta días de preparación, que el mundo muchas veces se resiste a vivir y ni siquiera recordar su transcurso; sin embargo este año fue ampliamente conocida como Cuarentena, cuarentena de miedo e incertidumbre, de sorpresa y aflicción.
Como la vida, porque nunca conocemos qué nos puede acontecer antes de que nos pille, hay días buenos, mejores y peores, tristes y alegres y días esplendorosos llenos de luz y de bienaventuranzas, y también aquellos, que siempre nos resistimos a vivir, los desoladores.
Hay un poema que refleja el Domingo de Ramos vivido este domingo recién pasado.
¿Qué pasa? dice el borrico
Las calles están vacías.
¿Es que se han olvidado
que está llegando el Mesías?
Tú tranquilo fiel amigo
le contesta el Señor,
continúa tu camino
no tengas ningún temor.
Este año es diferente
es año de reflexión,
por eso toda la gente
me aguarda en su interior.
Están dentro de sus casas
con olivos y con palmas
y me dan la bienvenida
desde el fondo de sus almas,
será una Semana Santa
de silencio y oración
de entrega, amor y esperanza
hasta mi Resurrección.
Y celebrarán la Pascua
con corazón renovado,
dando toda la importancia
a lo que sí es sagrado.
Sigue andando borriquito
continúa en tu misión
por estas calles vacías
que aún nos falta la Pasión.
Nosotros conocemos ahora, que esa entrada fue fugaz, apenas un momento de jolgorio y alegría y festejo y homenaje al Rey de Reyes. Los ramos que agitaban a su paso, pronto se marchitaron, junto al carisma cambiante del hombre.
Gritaban, hosanna, una exclamación de júbilo, que pronto, días después, se transformó en “crucifícale”. Cambio abrupto, como nuestras reacciones humanas.
“Que diferentes voces eran, comenta San Bernardo: grita, grita, ‘crucifícale’ y ‘bendito sea el que viene en nombre del Señor’, ¡hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel, y de ahí a pocos días decir: ¡no tenemos más rey que el Cesar! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas!”…
Así somos, pero el Señor vino a perdonar no a condenar. Lo demostró en toda su Pasión, con su entrega voluntaria, sumisa, callada y valerosa.
Todo por nuestros pecados, y El que era inocente, se entrega por las culpas del mundo, para redimirnos y librarnos de la muerte eterna.
Nosotros los hombres somos inconstantes, muchas veces incoherentes de palabra y obra, nos proponemos mejora y como estrellas fugaces, estas luces se apagan rápidamente, porque en el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Y a eso vino Cristo, a mostrarnos que el triunfo y las conquistas duran poco y sólo hay un camino que nos conduce a El, y es el de la perseverancia, la penitencia y el arrepentimiento sincero, contrito, verdadero, como el de Pedro después de negarlo tres veces.
Y este es el momento, este es el día, la semana que tenemos para meditar, reflexionar y reconvertir nuestro corazón.
Esta Semana Santa es única, especial, está preparada para el encuentro con el Señor, nada nos distrae, estamos solos, frente al Milagro de la Cruz y la Resurrección.
Si quieres, “El Maestro está aquí y te espera”.