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Irene Pérez o los malabares de lágrimas y gloria

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

Hace unos días el poeta caacatiano por adopción José Alarcón (nacido en Eldorado Misiones) hubiese cumplido 63 años. A pesar de su prematura muerte ocurrida hace una década y media, su legado como poeta y difusor de poesía sigue intacto o, mejor dicho, activo. Quizá muchas veces no somos capaces de comprender lo difícil que resulta abrir caminos donde no los hay, sobre todo cuando los resultados en principio son intangibles. No es casualidad que la Feria del Libro de Caá Catí sea una de las más importantes de la provincia, ni que sus habitantes llamen a su pueblo “Cuna de poetas”. Tampoco lo es que además del grupo literario “Pájaro de tinta” exista otro llamado “Nativo” y que los gobiernos municipales hayan entendido la importancia de invertir en cultura.

Nuestra asaltante de hoy integró el grupo “Pájaro de tinta” desde sus inicios y aún hoy sigue colaborando en la revista.

La voz de Irene Pérez se alza claramente lírica, pero no la lírica del vencido ni de quien se regodea en el dolor, sino la que se entrega a vivir asumiendo los peligros de estar arriba o abajo, de sembrar luz y que se germine sombra o viceversa ya que  nunca se sabe en los malabares, en el juego de estar vivos: “Abrir los techos / cada día / y que me azote la intemperie, / que tiemblen los cimientos, / que vuelen las aguas. / Ir con el índice/ a tocar los bordes y hundirme, / aprender a nadar en el intento”. 

En la poesía de Pérez hay una vocación de esparcir semillas de canto, semillas de esperanza en el ser humano, en el triunfo de la belleza como cura, como espejo donde despojarse y vestirse de nuevo: “La inasible belleza de lo efímero / abre caminos, eleva montañas, / purifica las aguas. / Y entonces/ el hombre / sostiene a la prisa, / se busca / y vuelve a encontrarse, / humano”.

¡Salud, poesía y libaciones!

Muestrario mínimo

Sobre el filo

Se alza,

pulsa y puja,

juega a todo o nada,

pisa sobre lo claro y oscuro,

llora y ríe, piensa y siente. 

Finalmente 

en la última frontera, 

sobre el filo/abismo del mundo 

el hombre 

se acurruca en el regazo de Dios 

y reza…

Entonces

Las alas vencen el peso de la cobra, 

los cielos se abren 

y liberan al fin a las mariposas

-blancas-.

La inasible belleza de lo efímero

abre caminos, eleva montañas,

purifica las aguas.

Y entonces

el hombre

sostiene a la prisa, 

se busca

y vuelve a encontrarse,

humano.

***

Son líneas celestes 

¿Cielo, tal vez? 

Ondulantes, repletas de brillo 

¿Estrellas, tal vez? 

Con rayos amarillos atravesándolas 

¿Soles, tal vez? 

Una mujer emerge 

con el rostro en alto, 

los pómulos frescos, 

la boca de agua. 

Levanta los brazos y despliega 

    [los vientos 

hacia los cuatro puntos cardinales. 

Vientos cargados de voces, 

de palabras y música.

Entonces, los pueblos despiertan, 

se restriegan los ojos, 

desechan su mudez y se unen 

en el canto, la palabra y el alma 

de la tierra, del agua, del fuego 

    [y el aire.

El mundo tiene 

una vez más 

otra oportunidad.

El origen 

(para Rodrigo Galarza)

Si te preguntan de dónde vienes, 

qué países has caminado, 

tú diles que desde la luz, 

desde lo profundo, 

desde el olor a tierra que hacen         [brotar las lluvias, 

desde un país azul y blanco, 

desde aquella laguna que 

    [te vio nacer, 

desde los esteros que 

    [te vieron partir.

Cuéntales que las fronteras 

    [no existen, 

que sólo hay cielo y suelo 

    [en todas partes, 

que somos dueños de todos los 

    [pájaros que vuelan 

    [en libertad 

y de todas las olas que agitan 

    [el mar.

Hazles saber que las monedas 

no pueden comprar el sol ni el         [viento pegándote         [en la cara

ni el dulzor de una naranja 

    [reventando plena 

    [en la boca

pagan a veces, apenas una 

    [hogaza de pan.

Y llévalos a honrar de algún modo al cielo y a la tierra, 

el vuelo de los pájaros, 

el recuerdo de un zaino 

y el olor a tartas de una madre.

Victoria

Infinitos los sueños que anidan 

    [estas manos,

índigas alas estas pestañas 

que aletean esparciendo luz.

Mientras llueve sobre el mundo         [mansamente, 

mientras llueve sobre el mundo         [persistente 

brotan de mi nuca los perfumes.

¡Bailen, luciérnagas, bailen!

Es abril, y florece en mi regazo 

    [la primavera.

Reina

La mañana

delgada, luminosa, latente, 

moja las flores, 

pule una tenue corona.

Derrama un enigma sobre 

    [la ventana 

e instala tu nombre entre 

    [las nubes.

Ríen los duendes, 

bailan las hadas 

sobre pedacitos de primavera,

shhh…

Sumerge tus pasos 

en su territorio, 

que entre puntillas 

te han de coronar.

Yuyito y yerba 

A veces lo dice un brillo que         [agranda sus pupilas, 

espío. 

Un universo tan pequeño que cabe dentro de mi pecho, 

lleno de abejas y flores,

un mate caliente, oloroso

de sol y boldo 

suena 

nos envuelve en luz 

dorada. 

Y vamos,

yuyito y yerba,

soles y estrellas.

Refugio

Se me arremolina entre los dedos         [la arena, 

me quema los pies ligeros 

cruzando la calle asaje pte póra*

porra al viento 

hacia una sombra 

para vender botellas por hojas 

    [de naranjo. 

Entonces, la felicidad 

pinta mis uñitas de tierra

y siempre cerca 

tu sonrisa iluminando, 

el siseo de tu falda, 

tu regazo abuela.

*Asaje pte póra: duende de plena siesta

***

La ventana abierta para la lluvia, 

el aire limpiando lo vacío se llevó         [el hueco de mi pecho.

Me llovió sobre el cuerpo, 

me llovió sobre el alma vieja 

    [y desnuda, 

llovió sobre la música que te gusta. 

Una sonrisa que tenía tu nombre,  

abonó la tierra. 

Ahí una flor 

a veces, sólo a veces, 

brilla más que el mismo sol.

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