Teuco Castilla o los límites que viajan
Este pasado 11 de junio en el emblemático café Comercial de Madrid tuvo lugar una lectura de Leopoldo Teuco Castilla. El poeta salteño hizo un recorrido por su extensa obra poética ante el respetuoso público que colmaba la sala.
Tuve el honor de poder decir unas palabras de presentación que a continuación reproducimos: “Dice el poeta ‘en la luz comienzan los animales’ y ahora están aquí, en Madrid, ya están aquí todos los animales de la sangre, los rumiantes de galaxias, los fieros animales que crecen hacia abajo en las secretas raíces de los árboles, esos árboles a los que, como dice el poeta: ‘se le vuelven estrellas / las hojas / y los frutos / planetas”. Llega Teuco Castilla a la vieja Castilla, a Majerit, su antigua casa por veinte años, y mientras se va apeando de su montado del color de todos los valles donde se aquerencian los amores, las muertes y las resurrecciones, donde se pregunta: “¿De qué no estamos hechos? / La forma existe / hasta que halle la salida / los límites viajan / la Creación no ha comenzado todavía”. El poeta que hoy nos visita sabe con Breton que “la belleza será convulsa o no será”; el poeta viajero, el que carga sus manos de salmos, el emponchado en púrpura, el que ofrece su vida y hace andar a las palabras y las hace callar para que hablen los frutos de la madrugada: “Si cruzo esta noche, si amanece, / pínteme la vida / porque nunca es el mismo / el resucitado, / de madre, en el mirar eternamente, / y, de tanto morir, / padre. / Soy yo la oscuridad. / Yo, las inclemencias del que no se ve / y, / porque he visto, / soy el que mendiga”.
El poeta mendigo, el de ligeros ropajes bordados con los rocíos más sutiles, habrá de ponerle nombre a cada horizonte, el que todavía no ha llegado y marca ya con agua y fuego las singladuras. Ser testigo con ojos ciegos o enterrados en los volcanes. Extender las manos y ofrecerlas en sacrificio hasta que la boca se exceda y cante que “la luz es eso que las bestias gritan”… “Los hombres, al borde del cráter, sonríen / con el voltaje justo / para no desaparecer, / quietos, igual que sombras azules bajo los árboles veloces”.
La voz de Teuco Castilla es antigua y moderna a la vez, impulsada por esos “invisibles centros de fuerza, raíces arquetípicas de la imaginación” que señalaba Edgar Bayley como el combustible del estado de inocencia del poeta. Las cifras del universo se manifiestan en múltiples correspondencias que nunca desdeñan la emoción: un arbolito, una vaca, pueden ser/son: axis mundi, hierofanía. El poeta se dice en sí hacia el otro y ¿cuál es su evangelio, su “buena nueva”?: estar en estado de inocencia y de alerta para trazar caminos de sentidos en el estallido de sus potencias íntimas con gravitación universal; y bien lo dice Teuco Castilla: “Si el Todo para cada designio crea un mundo / el azar / para cada mundo / crea un espejismo”.
¡Salud, poesía y libaciones!
MUESTRARIO MÍNIMO
ÁFRICA (fragmento)
En la luz comienzan los animales
extenuada
expulsó a la cebra
que no tiene campo
sino en el espejismo
enfermó a la resolana para espesar al león
y dobló en un tulipán
a los flamencos.
Ella hizo
que las especies se reconocieran
para que el fin durara,
que no se cruce con el halcón
el leopardo
el buitre con el pez
pues nunca serán del todo
sólo formas del miedo que tuvo el universo
a perder la memoria.
La luz es eso que las bestias gritan
el bramido del elefante
amputado
del pulmón de la noche
el grito con que se alumbra el zorro
la risa
con que se desclava de sus huesos la hiena
y el rugido
de cada rotación del mundo en el león.
Los hombres, al borde del cráter, sonríen
con el voltaje justo
para no desaparecer,
quietos, igual que sombras azules bajo los árboles veloces,
separados
por el cuello
de la intemperie
atraídos
como jóvenes muertos
hacia la luna vacía del Ngorongoro.
Son el alguien del viento
los masais
van como lentos pájaros
detrás de su ganado
sin rumbo:
ellos son el confín. El ademán
de la planta
cuando iba a ser vagabunda,
el de la sombra cuando iba a ser persona,
hombre que sale por su propio pie de un sueño
y no acaba de ser
aunque se imante de colores
se perfore
o a duras penas toque tierra.
No le viene su animal ni bebiendo sangre
sólo el cloriti le devuelve el rugido
que, como el coraje, regresa desde muy remoto
y entonces sí
el león huele a masai
y se espanta de ese hombre
hendido
por una bestia transparente.
Recién entonces entran, solitarios,
a la luz que ondulan
y es ver
peces oscuros
en un campo de olfatos.
(…)
LORO
Esa flor sacrílega, habla.
No imita, habla
y desea el vino, las mujeres y el pan de los hombres.
Ese es su secreto.
Avanza por el aro
y cierra el círculo.
Entonces chilla, igual que ellos
cuando eran pájaros
o canta, como las campanas,
con el pavor de tener dos almas.
Mientras ellos repiten lo que dice, ríe
y se pica el pecho
y se lo parte,
ríe a carcajadas
y se pica, a fondo, el corazón
para que el secreto salga.
EL DESIERTO
A Arturo y Clara Botelli
En el desierto
uno es la sombra
la hendidura
por donde pasa la muerte
o el día siguiente
uno vive su tumba
a oscuras
dentro de su carne,
oyendo como el viento se lleva el día
y el polvoriento mar,
que golpea sin aire
contra el aire
su mariposa negra.
Aquí
las constelaciones cargan
al escorpión
y el hombre se envenena
si pronuncia, a solas, su propio nombre en la noche.
Sólo cuando el médano rojo
espanta la luna,
después que el espacio se va devorando,
recién entonces
lo que queda de uno
cicatriza.
MIMETISMO
A Francisco Madariaga
Un pájaro ocupado por una rama
una hoja por un pez
un león por un prado
¿quién ha entrado en quién?
La imagen nos salva
entre la cara y el semblante
se defrauda un ídolo
lo sabe
el ojo del hipopótamo
que ya ha visto a Dios
demasiadas veces.
No hay semejanza
lo sabe
el gato de la astucia
el alacrán de la cólera
la rata de tu fuga
eres
una polifonía lacrada
por una sola bestia.
Te arrancaste tu don
no escucharás tu nombre
pronunciado por ellos.
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