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Diarrea del viajero: una de las enfermedades más frecuentes en verano

Una de las principales causas de su aparición en esta época del año son las infecciones virales o bacterianas que se ocasionan por el consumo de alimentos y/o agua en mal estado. Te contamos cómo prevenirla y qué hacer ante sus síntomas. 

Al visitar un lugar donde el clima o los estándares de sanidad son diferentes a los del hogar, aumenta el riesgo de desarrollar la denominada Diarrea del Viajero (DV). Se trata de uno de los problemas digestivos más frecuentes cuando viajamos, ya sea a otro país o al movernos por los diferentes territorios del nuestro.

Al igual que la gastroenteritis, se produce por el ingreso de agentes patógenos o toxinas producidas por la ingesta de agua y/o alimentos contaminados (con heces, microorganismos o sus toxinas) o que pierden su cadena de frío. A su vez, su incorrecta manipulación o higiene pueden producir esta infección.

¿Cómo identificar los 

síntomas de la DV?

Los síntomas se producen generalmente en la primera semana de viaje, si bien pueden producirse en cualquier momento del viaje o incluso después de volver a casa. El tiempo de aparición depende del agente infeccioso específico.

• Diarrea

• Dolor abdominal y cólicos.

• Náuseas y vómitos. 

• Fiebre.

• Deshidratación moderada a grave: boca muy seca, sed intensa, mareos y debilidad o astenia extrema.

En caso de vómitos y diarrea que no ceden asociados a signos de deshidratación, es necesario consultar siempre a un médico debido a que es posible que se requiera hidratación por vía endovenosa.

¿Quiénes son los más 

propensos a padecerla?

Si bien su probabilidad está determinada principalmente por el destino del viaje, es importante conocer cuáles son los grupos de personas más afectadas.

• Adultos jóvenes (entre 18 y 35 años).

• Personas con sistemas inmunitarios debilitados: debido a una enfermedad subyacente aumenta la vulnerabilidad frente a las infecciones.

• Personas con diabetes, enfermedad intestinal inflamatoria o enfermedades renales, hepáticas o cardíacas.

• Niños pequeños y bebés.

¿Cómo prevenir su aparición?

• Intentá consumir frutas y verduras que puedan pelarse, tales como bananas, naranjas y paltas. No así tanto las uvas o frutos rojos que son pequeños.

• Verificá que los alimentos estén bien cocidos. Evitá la carne, los pescados y los mariscos crudos o poco cocidos.

• Utilizá agua embotellada o hervida.

• No nades en agua que pueda estar contaminada.

• Asegurate que los platos y cubiertos estén limpios y secos antes de utilizarlos.

• Lavate las manos a menudo y siempre antes de comer.

• Evitá que los niños se lleven objetos a la boca, higienizá sus manos con frecuencia y, en lo posible, que no mantengan contacto con superficies o pisos sucios al gatear.

• No está recomendado tomar antibióticos de manera preventiva, sin una prescripción médica.

Una vez diagnosticada 

¿qué debemos hacer?

El diagnóstico de esta infección se realiza mediante una evaluación médica, a partir de la cual se definirá qué tipo de tratamiento seguir. Generalmente, se realiza un tratamiento dietético, que se constituye de:

Restricción de la dieta.

Consiste en seguir una “dieta astringente” hasta que se restablezca la función normal del intestino:

• Evitar frutas y verduras ricas en fibras no solubles (acelga, espinaca, lechuga etc).

• No ingerir productos crudos.

• Evitar lácteos y cafeína.

• Evitar alcohol.

Reposición de líquidos 

y electrolitos.

Debemos beber la cantidad de líquidos adecuada para evitar deshidratarnos y si el tratamiento lo requiere, realizar una rehidratación mediante reposición hídrica o sobre la base de soluciones orales (recomendadas por la OMS) para lo cual existen fórmulas comerciales con prescripción médica.

En casos más severos podría requerirse la internación siendo la hidratación y el tratamiento por vía endovenosa.

Medicamentos

La mayoría de los casos se resuelven de manera espontánea en 48 -72 hs siguiendo las recomendaciones de dieta y reposición de líquidos.

En algunos casos podrían ser necesarios:

• Probióticos. Ayudan a restaurar, de forma natural y rápida, la función normal del intestino. Necesitan prescripción médica.

• Antiespasmódicos (con uso racional) en caso de dolor cólico y antipiréticos en caso de fiebre.

• Loperamida aumenta la absorción de agua electrolitos y disminuye la motilidad y secreción intestinal, pero debe usarse sólo con indicación médica.

• En ocasiones especiales puede ser necesario tomar antibióticos pero siempre tras la evaluación médica.

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