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“Nunca hubiera querido irme de Argentina, soy un exiliado económico”

Domingo, 30 de abril de 2023 a las 01:00

Por Carlos Lezcano y Natalia Schejter
Especial para El Litoral

La mítica compañía Ron Lalá integrada por Yayo Cáceres, Álvaro Tato, Daniel Rovalher, Juan Cañás, y Miguel Magdalena ganó el premio Talia 2023 a la Mejor empresa privada de teatro, la obra Malvivir se alzó con Mejor espectáculo de teatro de compañía y Yayo Cáceres ganó el premio a la mejor música original de teatro por Malvivir.
Esta distinción tomó por sorpresa a Cáceres que contó a El Litoral que fue “totalmente inesperada la verdad, porque como dije en el discurso nos sentaron en la anteúltima fila. Todo el mundo que se levantaba a recibir estaba sentado adelante, con lo cual di por hecho que no iba a traer nada, y fue una sorpresa estupenda”, nos dice desde Madrid. Se trata de los premios de la Academia de las Artes Escénicas que son considerados los Goya del teatro.
—Acá en Argentina (no específicamente en Corrientes) catalogan al teatro como comercial, independiente y teatro oficial. ¿Cómo es en España? ¿Existe esa diferencia?
—No, acá no existe el concepto independiente, todo es teatro independiente porque nadie te dice lo que tenés que hacer. Nosotros somos una compañía privada porque trabajamos con dinero de nuestro bolsillo; tanto “Ron Lalá” como “Ay teatro”, son compañías que trabajan de manera independiente en el sentido de que hay libertad absoluta para hacer los espectáculos que uno quiere. De todas maneras, a mí lo de teatro comercial me da mucha gracia porque todo el teatro es comercial, uno hace un teatro para vender, no para no vender. 
—Pero acá a las producciones de los independientes sin la ayuda del Estado se les dificulta un poco. No sabemos cómo lo ves de allá.
—Acá es igual. Lo que pasa es que acá existe un sistema de ayuda a la producción, a la gira, hay un sistema nacional que viene del Estado. Nosotros hace tiempo recibimos esa ayuda, lo cual es maravilloso porque te facilita las cosas, pero los primeros espectáculos lo hicimos de nuestro bolsillo completamente. Lo bueno de estas ayudas es que no te piden contrapartida; es decir, no te dicen vote a fulano, te dan el dinero y luego de la producción, cada uno con todas las facturas de todo el dinero gastado, lo justificás y si no los podés justificar devolvés el dinero.
—Así fue la “Cervantina”. ¿Querés contar ese proceso?
—Sí, claro. Lo que pasa es que Cervantina fue un caso especial porque fue una coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La Compañía Nacional de Teatro Clásico es una institución pública que tiene a su cargo estatutariamente defender el patrimonio de todo lo escrito para teatro en la época del Siglo de Oro. Traducido a lo cotidiano, hacer obra de Lope de Vega, de Calderón de La Barca, de Moratín, todo lo que forma parte del patrimonio cultural. Nosotros hicimos este espectáculo sobre Cervantes, sobre la obra de Cervantes, que se llamaba Cervantina, era trabajo sobre las novelas ejemplares y bueno toda la obra de Cervantes en general.
—¿De qué va “Malvivir”?
—Es una obra sobre una mujer llamada Elena de Paz, es una especie de road movie porque trata del viaje de esta mujer malviviente, desesperada, en busca del mar. Habla de la picaresca de las mujeres españolas del Siglo de Oro. En general, se conoce la vida de los pícaros, pero no de las mujeres. ¿A qué llamamos pícaras? Pues a mujeres que se dedicaban a hacer trabajos de casamenteras, curanderas, que traficaban o picheaban con cosas en las ciudades, este tipo de cosas. Y podríamos decir que la primera gran pícara de la literatura española es la “Celestina”. Cervantes tiene una definición que a mí me parece extraordinaria dice: “la Celestina es un libro divino si no fuera tan humano”.
—¿Cómo se hace eso? ¿Cómo un actor y director que nació en Curuzú Cuatiá, luego vivó en Buenos Aires y ahora en Madrid, hace eso? ¿Cómo hiciste para tocar esa fibra tan española?
—No lo sé, siempre trabajo a partir de no aburrirme y me aburro con mucha facilidad. Esto es un poco lo que está en mi cabeza, luego me parece que hay una definición que me la dejó el maestro Adan Guadeia, él dice que en realidad no se hace teatro: es poesía y música. Y nosotros tenemos esta cosa popular metida dentro que es el chamamé, todo lo que traigo traemos de Corrientes, eso de contar cuentos, de contar historias, los galpones de la estancia en el fogón con los peones, las historias de miedos, de aparecidos. Eso es teatro y es el mismo espíritu que tiene la “Celestina”, una mujer que ata dos sogas para que se enamoren Calixto y Melibea, va a la casa y hace una brujería y eso es Corrientes. Te diría que probablemente en la provincia donde más vive la cultura española del Siglo de Oro es Corrientes, lo que pasa es que nos convencieron de que éramos los mal hablados, la tierra de los brutos de la Argentina y dejamos de decir “no hade”, “la querencia” y empezamos a hablar con ye y con erre. Creo que se trata simplemente recuperar ese espíritu popular, lúdico que es parecido a la fiesta teatral en esa época en España.
—¿Hace cuánto que te fuiste para España?
—Hace 22 años.
—¿Y llegaste y ya te vinculaste con el teatro o costó un poco eso?
Me vine contratado por un grupo que se llama Imprevist, siempre digo que “me fui a, no me fui de”. Nunca hubiera querido irme de Argentina, pero Argentina me echó, soy un exiliado económico de aquella época, donde había tenido unos años maravillosos. Había ganado un Estrella de Mar, por ejemplo, pero no tenía para comer, vivía con los Cecacor que me mandaba mi padre de su jubilación y salió esta oportunidad para venirme y me vine. Y hace 22 años que estoy acá, probablemente en eso de no haberte querido ir nunca y haberte tenido que ir, está esa cosa de que uno se lleva todo lo que es. Ves mi casa y está llena de acordeones y de guitarras, quiero decir todo lo que yo me traje está presente acá en mi día a día.
—El mundo rural para vos sigue estando presente, el modo pueblerino está en vos, ¿anda con vos?
—Sí, claro, me parece que en el mundo rural es donde está la verdad de la milanesa, de hecho, yo creo que el cine español mientras fue cine rural y te cito “Los santos inocentes”, “Viridiana” era una maravilla. “Los santos inocentes” me parece que es una cosa que todo el mundo debería ver.
—De Miguel Delibes.
—Claro, exactamente. Entonces, pero empieza a aparecer la necesidad de parecerse a Hollywood, el cine español se transforma en una cosa indefinible y creo que pasa lo mismo con nosotros en Corrientes. Ahora mismo el chamamé que se escucha parece más pop que chamamé, todo el mundo canta como si cantara una balada de Alejandro Sanz, entonces se pierde la forma y entonces deja de ser lo que es.
—Es impresionante lo que estás contando. Tal vez el estar allá te permite ver mejor.
—Tal vez, pero una cosa que empezamos a vivir ya cuando tenía treinta y pico de años. Hay un término que se usa con mucha ligereza creo yo que es la palabra “evolución”, porque la palabra evolución implica mejorar, entonces siempre dicen “no, el chamamé evolucionó”. Yo no sé si evolucionó, yo creo que no más bien.
—Bueno ahora vos me estás dejando servido para que te pregunte algo de Curuzú Cuatiá. Se cumplen 100 años del nacimiento de Tarragó. ¿Qué te pasa con eso? 
—Me van a matar con lo que voy a decir. Si hay personas que mantuvieron vigente el chamamé fueron los Tarragó. El viejo Tarragó que se metió en el tuétano de la gente de lo popular del baile y Antonio, con la renovación que terminó manteniendo los años 80 sobre todo el chamamé en un lugar importante, sobre todo compositivamente. A mí me parece los mayores aportes de los últimos 50 años de chamamé. Pero lo que tiene Tarragó es que parece fácil de tocar y entonces todo lo que se escuchó después, me parece que es una mala copia de aquello original que fue magistral. Por ejemplo, todo el mundo toca la mano izquierda de “la verdulera” en tres tiempos y Tarragó hacia cuatro golpes en vez de tres y esa diferencia mínima, microscópica, hace que un chamamé suene con polirritmia o no.
—Parece fácil y no lo es. 
—Parece fácil pero no lo es. Pero esto que decía Borges: “La sencillez que no es nada sino la íntima y secreta complejidad”, me parece que ahí es donde está la cuestión.
—¿Cuál es el futuro de “Malvivir”? ¿Para dónde va después?
—Trabajamos para ver si hacemos algunas franquicias en Argentina con un elenco de ahí, estamos queriendo ver si aparece alguien que quiera coproducir o hacerlo, porque aquí nosotros hemos acabado las funciones porque Aitana Sánchez Gijón tenía compromisos que debe cumplir. Entonces en un año lo montamos, lo ensayamos e hicimos una gira gigante, pero Aitana tiene muchísimo trabajo. Tenía ya cosas apalabradas, películas, por ejemplo, pero bueno, fue un gustazo que me di en lo personal porque terminó de filmar con Almodóvar y la dirigí yo. 

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