Bandoneón/ hoy es noche de fandango/ y puedo confesarte la verdad” dice Manzi en el tango Che bandoneón; pero no corren los años cuarenta del siglo XX en Argentina, sino el año veintitrés del siglo XXI en Huelva, España, más precisamente en Moguer. Sucede en la noche estrellada de Moguer, pueblo natal de Juan Ramón Jiménez. Sucede la poesía reverberando por sus calles blanqueadas por la cal y el aroma de azahar que nos llega con sus delicados ñandutí. La noche se va vistiendo de fandango en el patio de “La peña del cante jondo”, una antigua bodega que aún madura las uvas del delirio y del canto flamenco. Surge, tajeando el aire a cuchilladas, la voz de un cantaor de Huelva adentro. “Hay que tener casta para llegar al tono de la siguiente letrilla” dice mientras prepara en su garganta el desgarro que vendrá desde centro de la tierra. El fandango es del ya desaparecido Paco Toronjo: “tanto me das que sufrir/ que tu amor será mi muerte/ aunque por ti he de morir/ no puedo pasar sin verte/ dime tú si esto es vivir”
Luego irán pasando los poetas con la voz levantada al mundo porque se celebra los 25 años de “Voces del extremo”, un festival de poesía que nuclea a poetas de toda España. Llega el turno de la poeta madrileña Blanca Morel con un ritual performático: “anoche se detiene/ anoche la oscuridad lila...”.
Poesía de noche y de día. De día: en la Casa Museo de Zenobia y Juan Ramón Jiménez o en la casa natal del poeta de “Platero y yo”.
Entramos a la casa. Atravieso un zaguán que desemboca en un patio con galerías, y en medio: él ojo avizor de un aljibe esperando a que la luna baje. Nada me resulta extraño, podría ser una casa de la calle Pellegrini o Plácido Martínez de Corrientes; pero no, es la casa natal de quien diera vida al burrito más célebre del planeta. ¿Qué orilla canta? ¿Cuál resplandor me ciega?: la emoción de descubrir el libro “Platero y yo” allá… con doce años a instancias de mi profesora de castellano Neri Esquivel; o estar en casa del poeta, recorrer las calles de Moguer, remitificar lo que ya estaba mitificado: el burrito travieso junto a un niño también travieso, y la ternura que todavía nos enseña a ser más niños, más humanos.
Todo Moguer está impregnado por el espíritu de Juan Ramón. En muchas esquinas fragmentos de “Platero y yo” nos acercan a un pueblo ya desaparecido, aunque no menos vivo, palpitante en su música y en su poesía.
Recordamos a nuestros lectores que la obra de J. R. Jiménez es muy extensa y que está atravesada por diferentes búsquedas poéticas que conforman etapas. Nos gustaría señalar la de sus últimos años, sobre todo el libro “Espacio” escrito entre 1941 y 1954, entre La Florida, paisaje que al poeta le recordaba a su tierra y que le devolvió la inspiración, y Puerto Rico donde se hallaba exiliado. Este libro compuesto por tres largos fragmentos da cuenta de una conciencia del tiempo a través del cuerpo, el arte, la memoria, el amor, el sexo, etc. Libro de hondura y densidad.
A unos kilómetros se encuentra Palos de la Frontera, el puerto de donde un tal Cristóbal Colón partió en agosto de 1492 rumbo a las Indias. Y tres meses después escribiría: “Allende el trópico de capricornio se encuentra la morada mas/ hermosa pues es la parte más alta y noble del mundo es decir el paraíso/ terrenal”. Los demás ya lo sabemos.
A continuación unos poemas de la poeta madrileña Blanca Morel que participará en septiembre de la Feria del libro de Caá Catí. Los mismos pertenecen a su más reciente poemario, “Polvo”, publicado por Eolas Ediciones, León, 2023:
¡Salud, poesía y libaciones!
**
vientos negros vientos del diablo [vientos amargos
brisas vientos locales
arrastran el polvo la arena
[la tierra
los más salvajes nos arrancan del
suelo
para no estrellarnos
ser polvo
descender delicadamente sobre
[el mundo
**
limpiar es luchar
lucho
y el polvo renace
limpiar es un acto mítico
un acto heroico
**
limpio el espejo y no me reconozco
echo lejía en el retrete y froto con [la escobilla
brillan las superficies que toco
mis manos apestan
**
en un cajón de la cocina
la sra. x olvidó algunas pequeñas patatas
y no se pudrieron
en cambio se pusieron gomosas
echaron largas antenas
en la oscuridad
del cajón
mientras limpiaba aquello
fue hermoso y extraño contemplar
la persistencia de esos
[seres olvidados
las pequeñas patatas
eran ahora salvajes
supervivientes
no eran alimento sino
delirio de vida
furia
ascensión
**
cada día tiene dos tiempos
el día nuevo
y el día viejo
el día viejo
acumula el polvo
de los días pasados
el día nuevo
es una flor
que nace
sin memoria
**
todos los días barro
muevo el sillón
la mesa
encuentro migas
o un calcetín
los animales salvajes
se encargan de los restos
soy ese animal salvaje
que no sospechas
**
barro mis propios restos
pelos
uñas
piel
¿cuántos kilos de polvo
pesa una vida?
**
como soy una estrella
no pude verme sino de lejos
pero tanto polvo de estrellas [había en mí
que me alcanzó la luz