Como si fuera ayer. Es que el tiempo se nos pasa volando, y aún me suena fresquito, las citas con Carlos Gelmi, periodista correntino, Jefe de Redacción del diario Clarín en la época de su propietario, Noble.
Por afinidad, porque vengo de la publicidad, de escribir textos, crear campañas, pero con cierta afinidad al periodismo porque son las palabras justamente, las que dan fuerza y corporizan una idea.
Decía que por afinidad; por el gusto mismo al tango, a la poesía, a la música, Gelmi me invitaba a conversar sobre lo que nos gustaba: el periodismo todo.
El tango era el enganche, ya que él por sus funciones, vivió en Buenos Aires. Hay un libro del periodista Daniel Muchnik, titulado “Aquel periodismo. Política, medios y periodistas en la Argentina (1965-2012)”, que en su foto de tapa lo recuerda, la sección Redacción de Clarín a pleno con la presencia del amigo Gelmi en su “trinchera” de trabajo.
Tal era la afinidad, las coincidencias que compartíamos, café espumoso servido en la Redacción de Diario El Litoral de por medio. Encuentros esporádicos, elocuentes, vibrantes, ya que yo iba de paso, pero que dejaban como resultado inolvidables sesiones, ida y vuelta que me marcaron para siempre.
Hasta que un día, Carlitos me dijo: “Flaco, te doy dos columnas por alto de página, y escribí lo que quieras”. De alguna manera me había eximido de una asignatura pendiente: el periodismo reflexivo. Al mes siguiente, me dijo, “Desde ahora dispones de una página”.
Claro, por qué negarlo, desde entonces mi alegría fue mayor. Pero convengamos, hacía mucho tiempo atrás que no tanto como ahora, los insumos de impresión se habían consolidado en una altura razonable que fue subiendo y que no cesa vertiginosamente hasta ahora, sumado a la carencia de no leerse como lo ha sido entonces porque la gente, los lectores, se han visto atrapados en una maraña inflacionaria de nunca acabar donde la suma acaba por reventarlos.
Convengamos que es una lamentable baja, que la gente prescinda de la lectura del papel porque en la Web continúa como siempre renovando las últimas noticias. Sucede que de pronto el sunami argentino de la inflación aceleró los tiempos y achicó los bolsillos.
Cómo las cosas se van sumando, modificando todo, los cambios se hacen sentir. Consecuencias imprevisibles, por qué quién supondría un desenlace económico de estas proporciones.
Es muy parecido al ajuste que los países productores de petróleo de Medio Oriente, pusieron a consideración a partir del 70´, haciendo trastabillar todas las previsiones del resto del mundo que, incidiera en toda prestación modificando en un santiamén, tarifas y precios como fin de la holgura, el ocio y el despilfarro de una época.
La buena gente que producen los Diarios “El Libertador”, “El Litoral” y “Epoca”, en una salomónica resolución decidió atemperar este desbalance provocado por el encarecimiento del papel, su materia prima, como así el poco apego por la lectura del papel, para que así el cuarto poder se mantenga si bien con restricciones, pero que las letras sigan su labor informativa alternativamente en la semana.
Decía uno de los títulos al respecto: “Un cambio para un nuevo comienzo”, es decir disminuyendo su frecuencia para juntos según días asignados pueda lograrse el nivel de la demanda. Tomando el día domingo, como cita para que todos, mancomunadamente salgan a la calle en papel marcando “El Litoral” como días asignados, viernes y sábado, únicamente para ese medio, y el resto cubriendo los demás días de la semana.
Mientras en la Web, la edición de noticias no se detiene.
Es que el periodismo es el calendario de la vida misma por entrega diaria, donde aprendemos a conocernos como país, criticarnos como sociedad, proponernos salidas viables, para nuevamente volver a las andadas. Esperemos que ahora NO. Ya NO caben más arrojos suicidas. El costo, no tiene techo.
Aún me suena fresquito, esas charlas con el querido Carlitos Gelmi, donde de todo un poco amenizaba nuestros esporádicos encuentros de café, tangos, y toda la cultura, en la pequeña oficina de Jefatura de Redacción que ostentaba el cálido esquínense.
Qué hubiera dicho al respecto que no se la guardaba nada, pero también es cierto que ya se vislumbraba un decaimiento en la lectura, y no como cuando en Argentina leer era “deporte nacional.”
Epoca que todos andábamos con algún libro, comprado o prestado, de nuestros autores preferidos. Esa pérdida denota sus consecuencias, con un mundo más acotado con lo justo apenas. Ya pensar, es un lujo, de allí la falta de criterio y el sentido común escaso que observamos. Es justamente donde florece “el medio pelo argentino”, bautizado por Jauretche.
Muchos me preguntan: qué se requiere para hacer locución. En principio la materia prima: VOZ. Dicción. Pero lo que enriquece de verdad es: LEER, para abrir las barreras del conocimiento.
En el año 1997, convocado por El Diario “La Nación”, se llevó a cabo en Buenos Aires “Las Jornadas Sobre Periodismo y Etica”. Las ponencias fueron gratificantes, como así la numerosa asistencia que copó el ámbito destinado a ellas.
Los tres grandes tópicos: “El poder de la palabra escrita”, “La inmediatez de la Radio”, y “De las relaciones con el Poder.” Para ello fueron convocados profesionales de extensa carrera en los medios.
Por el sentido sentimental que guarda en quien escribe, ya que el lirismo a la tarea, el amor hacia ella, cubren un importante lugar en el corazón, me gustó lo dicho por Jorge Lanata en esa oportunidad:
“Lo que no tenemos que hacer es traicionarnos y después hacer nuestro trabajo. Es difícil, porque suena fácil decir “hacer nuestro trabajo”. El nuestro, como el trabajo de cualquiera, es difícil de hacer todos los días, es difícil tener ganas siempre. Pero es lo correcto; hacer nuestro trabajo y tratar de hacerlo lo mejor que podemos.” Y, transcribo una línea brillante: “Porque somos primero, aunque suene terriblemente utópico, periodistas y después ciudadanos.”
Aún me suena fresquito. La voz serena de Gelmi, aseverando más que nada el amor por la profesión, porque ella ha sido producto de una pasión mezclada con voces, cantores, anécdotas, hechos, trascendidos, reportajes, toda la fauna reunida a la mesa después del cierre final de la diaria edición.
Es que el periodismo es el calendario de la vida misma por entrega diaria, donde aprendimos a conocernos como país, criticarnos como sociedad, proponernos salidas viables, para nuevamente volver a las andadas. Esperemos que ahora, NO. Ya No caben más arrojos suicidas. El costo, no tiene techo.