La Bodega Comunitaria Amaicha del Valle, en Tucumán, fue distinguida junto a otras tres bodegas de esa provincia, por el Ministerio de Turismo de la Nación por implementar con éxito las Directrices de Gestión Turística para Bodega. Este reconocimiento llegó al cumplirse un año de la apertura de la bodega que produce Sumak Kawsay, a través de un interesante y novedoso sistema, impulsado por la comunidad indígena, en conjunto con destacados enólogos argentinos.
A través de un Diario de Viajes, del Gobierno de la provincia de Tucumán, podemos conoces más sobre este emprendimiento.
El valle
Llegar a Amaicha del Valle es adentrarse en un mundo mágico en el que uno parece retroceder en el tiempo hacia épocas lejanas, en las que no hacía falta la industria ni la tecnología. El hogar de la Pachamama permanece en el pasado y así lo demuestran sus costumbres como la de sostener la figura del cacique más allá del paso del tiempo.
Una gran fortaleza de piedra, nos remonta a las antiguas construcciones, y se emplaza a 2.300 metros de altura en medio del paisaje solitario iluminado generosamente por el sol, ya que esta pequeña localidad pocas veces al año recibe la lluvia. Imposible imaginar que esta obra magnífica que nos retrotrae al pasado pueda albergar a un proyecto agroindustrial con modernas maquinarias de producción vitivinícola en su interior.
Emprendimiento colectivo
La Bodega Comunitaria “Los Amaichas”, reconocida por ser la tercera bodega perteneciente a una comunidad originaria a nivel mundial, “es un emprendimiento colectivo de la comunidad indígena de Amaicha del Valle”, comienza el cacique Eduardo “Lalo” Nieva, también comisionado comunal, con su inconfundible sonrisa y buena predisposición. “Se trata de un proyecto único por sus características que conjugan la economía social y solidaria pura. Nuestro vino se llama Sumak Kawsay, el “buen vivir”, a partir del autodesarrollo en equilibrio con la Madre Tierra, no tan solo a nivel material sino fundamentalmente a nivel espiritual”, explica el guía comunitario.
“Esta es una alternativa al otro mundo, al capitalista y destructivo. Es un granito de arena frente a un mundo totalmente globalizado”, continúa el cacique. Comenta que a partir de este proyecto se trabaja tanto la vitivinicultura, la artesanía, la recuperación de la soberanía alimentaria y el turismo comunitario: cuatro ejes que se asumen como un desafío para alcanzar el Sumak Kawsay.
“Es un sistema innovador en el mundo que ocurre dentro de una comunidad indígena, y hemos luchado y resistido mucho para que esto siga en pie. Se trata de una imbricación perfecta entre las reglas de la economía y las reglas comunitarias. En un mundo en el que el principal problema es la injusticia y la iniquidad, nosotros probamos que sí se puede crear un mundo más justo y equitativo para todos”, expresa Nieva.
Con una inversión de alrededor de $10 millones y a partir de una fuerte articulación entre el gobierno provincial y el nacional, en el año 2011 se dio inicio a la construcción de esta gran obra que hoy se emplaza y es coronada por una “wiphala”, la bandera de los Pueblos Originarios. Luego de cinco años de gran trabajo y esfuerzo, el 1º de agosto del 2016, día en que se celebra a la Pachamama, la bodega finalmente quedó inaugurada.
Ahora, un año después de esa apertura, la bodega logró un nuevo reconocimiento, esta vez de la mano del Ministerio de Turismo de la Nación a través de la Subsecretaría de Calidad Turística del Ministerio de Turismo de la Nación. Se trata del programa de Directrices de Gestión Turística para Bodegas, una herramienta está pensada para acompañar a este tipo de establecimientos en su expansión hacia la actividad turística, con un servicio integral y de calidad, comprometido con el cuidado de sus recursos naturales y culturales.
La propuesta invita a profundizar en diversos aspectos como la gestión de la calidad, la atención y satisfacción del cliente, la adecuación de los espacios de visita y de uso de los visitantes. Además, busca que las organizaciones enoturísticas de nuestro país aumenten su competitividad, alcancen y consoliden un desarrollo sustentable.
Sistema de producción
Es importante destacar que alrededor de 60 familias amaichenses viven en base a este emprendimiento comunitario. “Se benefician en forma directa porque no hay intermediarios en este proceso. Esta bodega crea fuentes de trabajo y dignifica a nuestra comunidad, mejorando su calidad de vida”, explican.
“Aquí tenemos 52.812 hectáreas de propiedad comunitaria”, describe el cacique. “Cada comunero – relata – produce una pequeña parcela de una hectárea y luego viene aquí a dejar su uva. Un grupo de jóvenes lo reciben y pesan su producción. Estos jóvenes están dispuestos a aprender todo acerca del proceso de producción, la fermentación, el embotellado… A la vez, contamos con técnicos enólogos que controlan los horarios de este procedimiento para conservar las uvas, por lo que debimos reeducarnos para hacer este tipo de emprendimiento. Es un proceso de aprendizaje para todos”. El precio que tendrá cada producto es proclamado en una asamblea que impone un valor simbólico al vino, convirtiéndose en una reinversión para el propio productor.
Se trata de un vino de alta gama y “de altura”, lo que requiere de un procedimiento muy particular y muy cuidado. “Aquí se produce un 80% de Malbec y un 20% de Criollo, un producto orgánico muy buscado por todos los que nos visitan actualmente”.
La gran fortaleza de “Los Amaichas” te espera con sus vinos exultantes de identidad en base a cepas que superan los 250 años en el Valle.
Más info en www.tucumanturismo.gob.ar
EL DATO
Altos de la Ciénaga, Bodega Comunitaria Amaicha del Valle, Finca la Silva y Río de Arena, todas en la provincia de Tucumán, recibieron las distinciones por su ejecución del programa de Directrices de Gestión Turística para Bodegas del Ministerio de Turismo de la Nación.
“Nuestro vino se llama Sumak Kawsay, el “buen vivir”, a partir del autodesarrollo en equilibrio con la Madre Tierra, no tan solo a nivel material sino fundamentalmente a nivel espiritual”.