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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Garza blanca, aleteos sobre el litoral

Extiende sus alas y la garza límpida hiende el ambiente sol. El de Mario Bofill fue el primer chamamé que se relaciona con ella; después, aparecieron otros como los de Paquito Aranda y Víctor Figueredo. Algo de la poesía de su vuelo en estas líneas. 

Por Paulo Ferreyra

Colaboración: Abel Fleitas

Especial para El Litoral

Garza blanca (Ardea alba): “Un relámpago y el grito de la garza, hondo en lo oscuro”, así escribió el maestro del haiku Matsuo Bashô. Según “BirdLife”, el estado de conservación de la garza reviste un carácter de preocupación menor. En otras palabras, abundan. La especie es común en la región, habita todo tipo de humedales y zonas acuáticas. Algunos informes hablan de que incluso llega hasta las costas marítimas, como lo cita la web de aves argentinas. Se alimenta de peces, anfibios y otros pequeños vertebrados que pueden ser pichones de aves, reptiles y roedores.

Hay un chamamé donde aparecen muchos jóvenes. También hay niños en distintas escenas. Las sonrisas blancas que potencian sus rostros se parecen en algo al plumaje de las garzas. En el video se observa el río Paraná y los esteros de la provincia de Corrientes. El cantor y compositor chamamecero canta y lleva consigo su guitarra.

La garza no es un ave solitaria. Nidifica en los árboles, donde suele pasar las noches también en época no reproductiva. El macho recoge las ramas, mientras la hembra construye el nido con ramas de los árboles, que las recoge del suelo o de otros nidos. El ave alcanza una altura de 65 centímetros. Esta también es conocida como garza blanca grande, garza blanca, garza real, garceta grande, garzón, garcilote, pájaro blanco, garza blanca grande, garza mayor, haukap (toba), lagaraicoc (mocoví), traiwe (mapuche), wakar (quichua), uraratí y hocó (guaraní). great egret (en inglés).

Cuando pensamos en este mes de las aves y el chamamé organizamos incluir a la garza por un tema de Mario Bofill. El mismo es de quien apareció en un video con jóvenes, niños, caminando, charlando y cantando con los jóvenes. El tema se titula “La juventud y el chamamé”. Sin embargo, en el proceso de investigación aparecieron otros temas e intérpretes como Paquito Aranda y Víctor Figueredo.

“Interpreto un tema referido a la garza. Es una canción instrumental”, cuenta Víctor Figueredo desde Formosa. “Comencé haciendo música como mi padre, él tocaba el acordeón y fue mi primer maestro. Pero después, también movido por él, me incliné a buscar un bandoneón y aprender a tocar el bandoneón. Hacer chamamé en Formosa es difícil”, advierte. “Los sonidos de la polca del Paraguay y las zambas santiagueñas y salteñas han calado hondo en la sociedad. También esos temas son más rápidos y muy festivaleros. Tengo algunas composiciones, pero mi música es chamamé tradicional con bandoneón”, explica.

Las garzas son vistosas, andan frecuentando los humedales de ríos, arroyos, lagunas. También es posible verlas en espacios no acuáticos. Su pico es alargado, afilado, las patas son largas al igual que los dedos lo cual facilitan el agarre en las ramas. La garza es esbelta, luce un cuello largo que en general mantiene replegado en forma de S. El plumaje es enteramente blanco, suave y abundante, exhibiendo en época nupcial las codiciadas aigrettes, que salen del dorso y pecho. Es la segunda en tamaño de las garzas que se observan en territorio argentino -la supera la garza mora (Ardea cocoi)- y el grupo está formado por otras especies que localmente denominamos hocóes, mirasoles y chiflones.

Paquito Aranda nació en el paraje Ombucito de Paso de los Libres. El compuso un tema llamado “La garza mora” y, sin embargo, se negó hablar del mismo. Prefirió hablar de otro tema, historia que seguramente verá la luz con otra ave en esta sección. El bandoneonista está por cumplir 56 años enseñando música, comenzó en el mítico Teatro Verdi de la ciudad de Buenos Aires. Después se trasladó a Corrientes, Capital, y desde principios de los años 70 sigue alentando a músicos en su casa. “Enseñar es un placer que se renueva con los años junto con personas de todas las edades que se acercan”, desliza.

“El hábito de la garza es gregarios y forma grupos numerosos. Incluso, cuando nidifica, puede hacerlo junto con otras especies de garzas.

Su actividad la desarrolla durante el día y al anochecer le gusta reunirse en grandes grupos y ocupar las copas de los árboles altos. En la cima de las ramas descansa, aunque también puede hacerlo sobre el suelo, en algún terreno húmedo o anegadizo. A menudo también se la ve durante el día en los pastizales. Invierte la mayor parte de su tiempo en procurarse alimento”.

“En la lluvia de verano/se acortan/las patas de la garza”, dice otro haiku de Matsu. Asir las palabras para describir la belleza de este pájaro es difícil, más arduo aún para quien tiene un vocabulario limitado.

El tema de Mario Bofill, “La juventud y el chamamé”, destaca los valores de la juventud como su nobleza y el alma limpia.

En su estribillo reza, “La juventud de mi país/tiene en sus ojos un chamamé/que le brilla del interior/y le viene del humedal./Que se moja en el Iberá/y que va sobre el Paraná/tan pura y hasta el final/como una garza va/blanca y segura/cubriendo el litoral/con rumbo al sur./La juventud de mi país/tiene un destino de chamamé”.

Esta es una bella forma de describirla al igual que el poeta latinoamericano que dijo de la garza: “La nieve inmóvil tiene dos/piernas largas en la laguna/la seda blanca tiene un/cuerpo de nieve pescadora”.

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