Donald Trump presentó un nuevo proyecto legislativo sobre inmigración en el que la Casa Blanca ha estado trabajando y que, en líneas generales, mantiene el espíritu de lo que ha sido su política en estos dos años de mandato: controles más duros en la frontera y un sistema en el que primen los méritos profesionales del solicitante de visado frente a otros parámetros, como el parentesco. El presidente de Estados Unidos hizo público el plan en unos días de alta tensión, justo después de haber anunciado redadas para detener a unos 2.000 sin papeles y haber protagonizado una grave polémica racista en su ataque a congresistas demócratas de minorías étnicas. Los republicanos mantienen el control del Senado, pero los demócratas se hicieron con la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas del pasado noviembre y Trump tendrá que convencer a parte de la oposición para llevar en cualquier proyecto de ley migratorio, en un momento de especial crispación.
El presidente redobló su discurso de mano dura en los últimos meses, en plena ola de llegada de familias de Centroamérica que huyen de la miseria y la violencia de sus países. Obligó a México, el territorio que atraviesan para llegar a la frontera estadounidense, a aumentar las deportaciones, amenazando con una guerra arancelaria, y ha aprobado nuevas condiciones para la solicitud de asilo que, en la práctica, bloquea la mayor parte de las solicitudes: la mayoría de solicitantes que pasen por otro país antes de llegar a Estados Unidos no tendrán opción de refugio.