Jueves 28de Marzo de 2024CORRIENTES24°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

Jueves 28de Marzo de 2024CORRIENTES24°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Ramón Meza, el malvinero eternizado en  un chamamé e inolvidable hermano mayor 

Desde Curuzú Cuatiá, tierra que lo vio nacer, su hermano Luis contó parte de la historia del héroe correntino. La emoción lo embarga cuando lo describe dándole consejos o al rememorar la época en la que trabajaban juntos. La canción “Los Ramones” lo eternizó en una de sus estrofas. 

Gustavo Lescano

glescano@ellitoral.com.ar

 Luis Meza cuenta que su mamá aún cree que Ramón está vivo, que algún día regresará a casa. Y aunque sabe que su hermano murió en la guerra de Malvinas, también se niega a hablar de él usando el pretérito, o al menos lo hace instintivamente: “Ahora tiene 55 años”, dice al calcular la diferencia de edad entre ellos. Una expresión lógica por la necesidad de tenerlo presente siempre, porque así lo sienten en la familia y es el mejor homenaje que le pueden brindar al héroe malvinero.

Ramón Antonio Meza, de él se trata, es un ex conscripto correntino que falleció en el conflicto bélico del 82. Hace pocos días se confirmó oficialmente que su cuerpo fue identificado en el cementerio de Darwin. Esto se concretó en el marco de un programa humanitario a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense y la Cruz Roja Internacional, que fueron acompañados por una ONG nacional y los gobiernos argentino y británico.  

Hasta ahora estaba inhumado como NN, bajo la leyenda: “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Pero, a partir de los correspondientes estudios de ADN, su nombre volvió a resonar con fuerza, como en los versos del famoso chamamé “Los Ramones”, de Julián Zini y Mario Bofill. El es parte de la historia cantada de los héroes correntinos de Malvinas y también de una peculiar biografía antes, durante y después de la guerra. 

  

Mi hermano 

Desde su ciudad natal de Curuzú Cuatiá, uno de sus hermanos, Luis Meza, contó detalles de esa historia familiar que hace que lo corporicen en cada recuerdo, en cada fecha, en cada acontecimiento relacionado a su vida. “Yo era el que más andaba detrás de él”, advierte y su voz denota orgullo. Ramón era el mayor de seis hermanos que una madre crió en soledad. Por lo cual, también, la figura del malvinero se agiganta entre los Meza porque representa uno de los pilares sobre el que se basaba la estructura familiar.  

“Mi mamá reaccionó de una manera distinta al resto cuando nos confirmaron que identificaron a Ramón en el cementerio de Darwin. Lo que pasa es que se pone mal ante cada noticia que surge sobre el tema. A ella le costó recuperarse del trauma de la muerte de mi hermano, que la afectó desde el mismo día en que le comunicaron sobre su destino, apenas concluyó la guerra”, explica Luis en diálogo telefónico con El Litoral.   

Delia Bernardina Meza tiene 77 años y no deja de pensar en que un día verá llegar a Ramón, con su esbelta figura y esa sonrisa amigable que tanto lo caracterizó, según destacan los que lo conocieron.   

Luis lo describe con las palabras que más tiene a mano, como quien intenta describir a su héroe de la vida, pero muchas veces no las encuentra o directamente es la emoción la que lo corta en seco. “Es el mayor de todos y siempre fue el sostén de la casa junto con mi mamá. El ahora tiene 55 años y yo 50: entre los hermanos tenemos tres o cuatro años de diferencia”, indica utilizando el verbo presente, como están los recuerdos de Ramón.  

La unidad entre el primer hermano y el segundo también se vivió en el trabajo. “Antes de que él se fuera a la guerra, los dos laburábamos en un matadero municipal, acá en Curuzú Cuatiá. A mí me tocaba hacer los mandados a la gente del lugar y juntar achuras. El era martillero. Trabajábamos desde la medianoche hasta las 6 de la mañana y, después, transportábamos cueros a una barraca: el turno terminaba a las 7. Entonces, Ramón venía a casa, en el barrio Villa Belgrano, tomábamos unos mates y luego se iba a atender una carnicería, que era de los mismos dueños del matadero”, describió.  

A principios de la década del 80, Luis también salía a vender verduras de la huerta familiar en el barrio militar. “Y después teníamos que ir a la escuela y de ahí al trabajo”, acotó.  

“A veces nos llevaba a jugar al fútbol, pero cuando nos portábamos bien, jaja. Primero estaba el trabajo, después el fútbol, jaja. En ese tiempo jugábamos más a las bolitas”, indica entre risas. Empero, la emoción lo embarga cuando, seguidamente, recuerda al hermano mayor dándole consejos. “El me decía: ‘Cuando seas grande, tenés que trabajar, para ayudarle a mamá; y el día de mañana, cuando tengas familia, tenés que darle el mismo ejemplo a tu hijo’. El me aconsejaba mucho…”, atina a decir mientras se le va apagando la voz. “Yo era el que más andaba detrás de él… pero bueno…”, apunta hasta que se le quiebran las palabras.  

Pasan un par de segundos y retoma la idea, pero no le es fácil: “El era para mí, y para todos, un excelente hermano”. La voz cuesta salir y alcanza a decir: “Ramón no tenía maldad, era buenísimo, tenía muchas amistades. Hasta hoy, nadie nunca contó alguna cosa mala que haya hecho... Pero bueno…”. Una tos seca cubre ahora los segundos de silencio.  

  

Los homenajes

“La última carta que recibió mamá de él fue antes de ir a la guerra”, cuenta Luis sin poder reponerse de la emoción. “Cuando pasó eso (en referencia a la muerte del ex combatiente), fue un golpe doloroso para ella, y hasta el día de hoy lo es. Para mi madre él no está muerto”, insiste.  

En cuanto a los homenajes en su pueblo natal, se destaca una placa que inauguraron hace unos años en la Escuela Nº 471, donde cursó estudios primarios. Ahora se gestionará que lleve su nombre: Ramón Antonio Meza. “También en el pequeño patio de la casa de mi mamá, en el barrio Invico, van poner un monolito con su nombre”, anuncia Luis y destaca: “Es lindo que se lo reconozca como héroe, a pesar de que muchos no lo conocieron. Nosotros nos sentimos orgullosos”.  

  

Una foto, un chamamé  

También se le consultó a Luis si en la familia sabían de la novia de Ramón cuya foto, según contaron sus compañeros de batallón, siempre llevaba consigo y que a la hora de la muerte la estrujó contra su pecho, tal como lo describe el chamamé “Los Ramones”.

“El habrá tenido una novia, pero la familia no la conocía. Cuando estuvo trabajando con mi tío tal vez salía con ella, pero nosotros no conocemos a la chica. Nunca vimos una foto suya”, indicó.  

En cuanto al chamamé de homenaje a los ex combatientes en que se destaca a su hermano, Luis dijo que “siento algo especial cuando lo escucho, salvo por el error que dice que mi hermano es sanluiseño: él es cu-ru-zu-cua-te-ño”, afirma acentuando cada sílaba.  

“De todas maneras -subrayó-, es lindo que sea reconocido con un chamamé”.  

Actualmente, Luis trabaja en una hilandería de Curuzú, vive con su esposa, Isabel Maciel, y tiene cuatro hijos: Luis Antonio, Ramón Antonio, Maximiliano Sebastián y Santiago Javier. En el final de la charla asegura: “En el próximo viaje a Malvinas iré hasta la tumba de mi hermano a rendirle honores”. Así, la promesa es lanzada en nombre del hermano mayor, ese de los consejos, el de la figura paternal, el del orgullo familiar. 

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error