Aun cuando sea imposible medir con exactitud el nivel de influencia de cada futbolista en un deporte de conjunto, salta a la vista en alguna medida, la que sea, que el notable partido de River ante Racing se correspondió con el notable partido de Exequiel Palacios.
El mejor en muchísimo tiempo en un futbolista, el tucumano de Famaillá, en el que todo llegó muy rápido: el debut en Primera, el brillo, los aplausos y la alta consideración de la comunidad futbolera en general. Por si fuera poco, ya es historia cerrada pero, acaso de manera temporaria, un lugar de privilegio en la carpeta del club más poderoso del planeta, el mismísimo Real Madrid.
En realidad, en algún momento se dio por descontado que sería jugador del Madrid desde esta misma temporada y aunque no ha quedado plenamente claro por qué no se consumó el traspaso, tampoco será necesaria mucha perspicacia para deducir que algo tuvo que ver su lesión en el isquiotibial izquierdo.
La misma lesión que lo marginó de la lista de 23 de la selección nacional que intervino en la Copa América de Brasil.
“Cuando me enteré del resultado de los estudios, me largué a llorar”, confesó Palacios en aquel momento.
Sin lugar en aquel plantel de Scaloni y alejado de la órbita de Zidane que, por lo menos hasta nuevo aviso, pretende jugadores hechos y derechos que se pongan la camiseta blanca y salgan a la cancha del Bernabéu y den la talla, no han faltado sarcásticas miradas que atribuyen a Palacios condiciones módicas, buena prensa y no mucho más.
Palacios no será Kylian Mbappé, tampoco un Eden Hazard, por ejemplo, pero hay que ser superficial, necio o despistado para desconocer que su nivel de entendimiento, su claridad conceptual y su toque de la pelota superan con holgura el promedio de los futbolistas de su generación, la de los nacidos en 1998.
El sábado, cuando River más lo necesitaba, desde la nada dio dos pases magistrales y los dos terminaron en la red de Racing.
¿Representará esa actuación lujosa una golondrina de verano?
No parece, ni de lejos, ni de cerca y tampoco parece justo ignorar que hablamos de alguien que todavía no ha cumplido 21 años.
Cuando Palacios está en sintonía con su piel y con sus modos, invita a alimentar la expectativa de que será un futbolista de los nacidos para escribir una gran historia.