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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

De afinados oídos, el lechuzón 

Por Paulo Ferreyra

Colaboración: Abel Fleita 

Especial para El Litoral

El lechuzón orejudo (Asio clamator) pertenece a la familia strigidae. Es un ave de hábitos nocturnos que pasa gran parte del día en la zona baja de la copa de los árboles. Su nombre común se debe a que presenta dos “penachos” de plumas sobre la cabeza que asemejan orejas, sin embargo, como en todas las aves, los oídos se encuentran escondidos por su plumaje dentro del cráneo, permitiéndole amplificar los sonidos, según describe el sitio web Neotropical Birds. 

Mide 36 centímetros. Posee un llamativo disco facial blanco rodeado de negro que le permite captar los sonidos de sus presas como si fuera una antena parabólica. Es un gran consumidor de roedores y aves pequeñas que captura con sus fuertes garras. Una buena forma de reconocer a sus presas es analizando las egagrópilas que suelen encontrarse debajo de su posadero. Estas son una mezcla de huesos, plumas y/o pelos que regurgita, ya que sólo consume los tejidos blandos. 

Uno de sus sentidos más desarrollado es el oído. Los oídos de esta especie se ubican asimétricamente en el cráneo, con el fin de ayudar a localizar los sonidos. También se destaca el sentido de la vista. Presenta dos globos oculares muy desarrollados y adaptados a la oscuridad, ubicados en la zona frontal de la cara, lo que le permite calcular velocidades y distancias, sobre todo para cazar. Otra adaptación para lograr capturar a sus presas sigilosamente es la de tener desflecado el borde de las plumas de las alas, para que su vuelo sea extremadamente silencioso.

Suelen ser más oídos que vistos por sus colores crípticos y hábitos crepusculares y nocturnos, por esto es importante reconocer sus vocalizaciones. Producen un lastimero “jiii…” y una serie de “sonidos” graves, “auh…”. Menos de un 3% de las especies de aves están activas durante la noche, y la mitad de ellas son búhos; estas aves actúan como homólogas nocturnas de los halcones, cazadores, pero de día.

Todos los búhos se reconocen fácilmente por su forma: pose vertical, cola corta, cabeza grande y denso plumaje, que les da un perfil sin cuello. Dos ojos enormes, frontales y generalmente amarillos o naranjas, que miran fijos desde los discos de plumas radiantes que los rodean. Además, poseen potentes patas cubiertas de plumas, con garras curvadas para hacerse con la presa. Su pico es corto y curvado hacia abajo y puede quedar a veces oculto entre las plumas. 

La noche, un cable a tierra 

Emanuel Pucheta trabaja de guardia de seguridad en un pub nocturno. Es correntino. Tiene 30 años, la sonrisa urgente, amable, cálida. En el ambiente hay música en volumen alto, pero es posible hablar sin levantar la voz; algunos están sentados mientas otros se mueven de un lugar a otro. La charla con otro guarda. Con un gesto de inclinación de cabeza, saluda. Es noche sin luna, fría, todos visten de negro, fundiéndose en la noche. 

“Hace cuatro años que trabajo en horarios nocturnos. Empecé porque es un ingreso económico extra. Además de trabajar de día, la noche viene con un plus. Debido a la situación económica del país se necesitaba un ingreso extra, la noche significa eso y además me gusta”, cuenta. A Emanuel le agrada el compañerismo, el lugar y la forma de trabajar. “Hay gente que trabaja muy bien y es muy profesional. Hay gente que es muy profesional siendo guardia pese a que para hacer este trabajo no tengamos título”, aclara al tiempo que repite como un juguete mecánico que hay que ser profesional para hacer este trabajo. 

“Además, la noche, el trabajo, los compañeros, todo ello es un cable a tierra para los problemas que uno tiene en la vida. Acá con los compañeros no nos estamos divirtiendo, pero estamos en un ambiente bueno”, desliza. Emanuel es alto, tez blanca, rostro rasurado, sonrisa urgente, siempre al encuentro. Se lo ve de buen humor. Cuenta que hace actividades, sale a caminar tres veces por semana. Volvemos a ese bienestar en su trabajo y él explica, “sucede que no salgo de vacaciones. No viajo. Mi vida pasa del trabajo a mi casa y de mi casa al trabajo. Encontré aquí en la noche un buen lugar”. 

El empezó a trabajar de seguridad privada en distintos eventos de día, para entender la lógica y el movimiento. Después pasó a trabajar en boliches y en pubs nocturnos. “Para trabajar de noche hay que tener oficio. No cualquiera puede trabajar de seguridad de noche”, desliza y hace silencio. “¿Tenés oficio?”, le pregunto. “Estoy sumando. Siempre se está sumando oficio”, responde y subraya, “siempre se aprende. Ser profesional en este trabajo se mide por el trato. El trato con la gente, hay situaciones en las que no podés levantar la voz. En el trabajo de noche chocamos mucho con el alcohol y la droga. Estos generan descontrol. Nosotros estamos para controlar ese descontrol. Es difícil, muchas veces a los boliches o a los pubs la gente ya entra borracha, drogada y nosotros tenemos que tratar de calmar el ambiente, no a la persona; el ambiente. Hay eventos de rock donde con la presencia se debe generar seguridad. Hay que tener tacto en la forma de hablar con la gente”. 

   

Alcohol 

En la charla surge el consumo de drogas, porro, marihuana, a lo que Emanuel advierte que ya no es propiedad de la noche. Le resta interés. “La droga es moneda corriente, en la plaza, en la calle, en el laburo, de día, de noche, hoy no hay lugar donde no esté la droga. Ya no es propietaria de la noche. La droga está en todos lados. El alcohol produce un daño momentáneo y futuro, porque al otro día nadie se levanta sano. Si tomás mucho a la noche al otro día no te levantás igual. En Corrientes hay crecimiento en la movida de noche. Salgo de mi trabajo entre las 6.30 y 7.30 de la mañana, ahí se ven accidentes de tránsito, se ve a la policía y a la ambulancia yendo de un lugar a otro. Esa es la contraparte de la noche. Creéme que el alcohol produce mucho daño”. 

Labura cuatro noches en la semana. Cuenta que su familia lo acompaña. “Salgo de trabajar y me voy a casa a estar con mi mujer. Eso me ayuda a recuperarme bien para estar al otro día entero en el trabajo. Quienes laburamos de noche necesitamos descansar. Hace poco falleció un patovica en pleno trabajo. No sé por qué falleció, pero para nosotros es importante cuidar la salud. No sé hasta dónde o hasta cuándo voy a trabajar de noche, lo haré mientras pueda”. 

   

Misterios 

La noche es amiga del misterio embellecido, de las letras que serán canciones y de las aves que, adaptadas a ella, encienden pasiones y enriquecen los inviernos. Las manos empiezan a congelarse con la humedad del atardecer, cuando inicia agosto y el mate presiente el perfecto refugio. 

En lo alto de la rama del recuerdo, regresa la imagen del lechuzón orejudo, que durante varias tardes nos sorprendió en el viejo puente de madera. No estaba solo aquel lechuzón, una vez fueron dos y otra vez, tres individuos, cada cual en su rama. Ahí estaban quietos y observando que los avistadores asuman un buen comportamiento. 

Una de las tardes el viento agitaba tanto el lugar que por momentos las aves quedaban tapadas de ramas y hojas y las plumas que forman sus orejas quedaban pegadas a la cabeza. Aquellos momentos, un poco incómodos por la arena en el aire, se volvían inolvidables cuando los lechuzones, sorprendidos, miraban hacia la tierra con sus ojos grandes y negros.

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