Especial para El Litoral
La Extensión Universitaria a cargo de Fernanda Toccalino, nuevamente, nos sorprendió durante marzo con la inauguración de la instalación de Agustina Wischnevetzky, “Detiene el gesto y no es”, que permaneció unas semanas en la sala convertida en el lugar de los nuevos artistas, nuevos espectadores y sobre todo nuevos lenguajes y visiones. Wischnevetzky nació Resistencia. Es poeta y artista.
En esta nota cuento algo de mi experiencia ante en la instalación, la trayectoria de la artista y la entrevista a Agustina Wischnevetzky y a la curadora Agustina Wetzel.
Detiene el gesto
“Una fila de cuerpos ejercita el mismo ritmo. Aceleran, se detienen, avanzan. Una danza calculada atraviesa la sala de los cuerpos. Una luz -que no es de luciérnagas- subraya, alumbra: tiene el poder de medir que le atribuye esta especie. Extracción: los cuerpos iluminados dan más de lo que saben. La fila sigue, acelera, se detiene, avanza. En el medio una migración de luciérnagas provoca un apagón luminoso”, dice Agustina Wetzel, curadora de la obra en un breve texto de sala.
Al no tener otra referencia de la obra y como sucede con las propuestas de artistas contemporáneos, la relación con el público suele resultar una experiencia personal, emocional, sin mayores datos. Lo que sigue es lo que fui sintiendo a medida que caminaba por ese universo suspendido de la artista.
Se trata de entrar a una sala oscura, en el centro hay cuatro proyectores que pasan imágenes escaneadas sobre unos lienzos blancos transparentes que forman un doble cuadrado como un breve y sencillo laberinto.
Una silueta aparece y se desdibuja.
Una figura fantasmal, otra que sugiere un castillo o una ciudad medieval, amebas, torsos con los brazos caídos.
Una cara que se esfuma en la tela blanca y trasparente, aparecen cuatro puntos que pueden ser personas, una mano que se borra en la luz de un mundo sin sol, seres que se disuelven en lo inalcanzable.
Una aparición -aún más desdibujada- tal vez sea el grito de Munch, o su eco… nunca lo sabré, ojos que pueden ser zoomórficos, un largo cuello que recuerda un retrato de Modigliani que se va, o se cae lentamente, tal vez huye y nos deja la certeza de que algo queda y está labrado en múltiples controles del mundo del presente que nos agobia.
Un sonido irreconocible acompaña la estancia frente a la obra, o mejor, dentro de esa caja de luz que invita a mirar de un lado a otro. El mundo creado nos invita a ver-nos dentro de él.
Los ruidos de la ciudad cada tanto acompaña al espectador curioso, un murmullo de voces jóvenes en la sala le dan a la muestra un aire de una ciudad suspendida de sus habitualidades.
Las imágenes sugeridas y luego desaparecidas nos invitan a seguir en ese etéreo laberinto visual donde las figuras de personas no son personas, sino sombras de sombras, “seres suspendidos en el aire, separados de la solidez de las cosas”. Seres controlados por alguien sin rostro desde un lugar indeterminado.
Lo perturbador de la obra de Wischnevetzky ya no es la referencia al panóptico de Bentham, como sociedad disciplinaria con cárceles u hospitales, dispuesto en celdas con un control visible donde la clave es la incomunicación entre ellos, sino una sociedad digital hipercomunicada a través de las redes, que nos someten a un control impersonal, ausente y omnipresente a la vez.
La instalación abruma porque todos los espectadores nos vemos mientras miramos las imágenes evanescentes de la obra sabiendo que somos vistos y controlados. Por primera vez en la historia, las personas somos víctimas y también, paradójicamente, actores de un control cierto e indefinido.
Cuando escribo este texto atravesamos la pandemia de coronavirus. Un editorial The Economist, de hace apenas unos días, nos alerta de un sistema de control digital que se realiza en algunos países asiáticos a través de nuestros celulares. La prestigiosa revista llama a esto “coronopticon”, un sofisticado sistema de vigilancia tecnológica. En la Argentina la ministra de Seguridad anunció la semana pasada que se hacen “ciberpatrullajes” ante lo cual la obra de A. W. nos pone en esa situación de reflexión.
Otras obras
La obra anterior fue una performance titulada “Depósitos”. Se trataba de presentar una serie de poemas denominada “Querido cuerpo”, que contiene cartas y poemas referidos al cuerpo y recolectados durante varios años. Hay mas información en https://agustinawisch.wixsite.com/sitioweb.
También trabajó con cuerpos de mujeres y trans presentes en la sala a diferencia de la instalación “Detiene el gesto y no es”, en la que el cuerpo es ausencia, huella frente al “ojo de control de las máquinas”.
Sabemos que desde mediados del siglo XVIII la vida de las personas están, como demostró Foucault, sometidas a distintos controles estatales, a veces de manera explícita, otras no.
En “Detiene el gesto y no es” Wischnevetzky expresa la preocupación por los controles con un planteo más abarcador, que nos incluye a todos en tanto humanos.
Las fotos de la nota son de Valeria Glibota.
—Me gustaría que me cuentes cómo surgió la instalación. ¿Por qué? ¿Qué pasó?
—Wischnivetzky: Surgió a partir del hecho de que encontré un escáner en mi casa -un escáner portátil-. Comencé a hacer experimentación con el cuerpo, observando qué imágenes se generaban pensando esas imágenes, después pensando el dispositivo, dije por qué usar un escáner y no una cámara, por ejemplo, para los distintos modos de registro y demás. Después, a la par, justo estoy como en el proceso de tesina, así que…
—¿De qué carrera?
—Wischnivetzky: En la Licenciatura en Artes Combinadas. Así que se unió ese proceso y ahora formo parte de una investigación en artes, que es con una producción propia que es esta instalación.
—¿Me estás diciendo que no había un plan determinado, sino que todo surgió de experimentaciones y de manipulación de imágenes?
—Wischnivetzky: Fue surgiendo a partir de la observación. Viendo qué se generaba, qué imágenes, qué características y después muy progresivamente fue todo el proceso, seguir ampliando más el pensamiento, las ideas.
—¿Es una instalación?
—Wischnivetzky: Claro, es una instalación audiovisual.
—No hay materialidad allí, nada que uno puede ir a tocar, ¿no?
—Wischnivetzky: Se podría tocar las telas.
—Son telas que proyectan imágenes...
—Wischnivetzky: Si, en un principio eran imágenes fijas, pero después se volvieron videos, experimentando también la edición y poder pensar, por qué: no sé, a través de una herramienta de edición que se llama extracción justamente, extraer la luz de las imágenes, extraer la oscuridad, y así se generó un recorrido de la oscuridad hacia la luz en una imagen constante, junto con otros elementos sonoros, materiales y demás.
—¿Cómo llegás al título “Detiene el gesto y no es”?
—Wischnivetzky: Y el título fue lo último. Aparece en un poema, la lectura de una poeta que me gusta mucho que es Susana Villalba, y a partir de cierta percepción de su poesía en relación a la obra, parecía que iba a estar ahí. Y bueno, ese es un verso de uno de sus poemas.
—¿Qué detiene el gesto? Es una pregunta que no sé responder.
—Wischnivetzky: ¿Qué buena pregunta? ¿Qué detiene el gesto?
Y es algo que lo venimos pensando constantemente, sobre todo ahora que lo vimos materializado. Todo el tiempo ando repensando o percibiendo otros aspectos, y por ahí al gesto lo relaciono con el gesto de buscar, o la búsqueda de un gesto que conviva con estas máquinas.
—¿Qué viste en la obra de Agustina Wischnivetzky?
—Wetzel: En primer lugar, vi la posibilidad de trabajar con una amiga. Me interesa pensar lo curatorial atravesado por frecuencias de amistad, trato de alejarme de aquella mirada curatorial que se dice intelectual frente al hacer del artista; me interesa más bien eso que va trazándose en los bordes de la obra en sí y que usualmente se ubica en la cadena de montaje que la antecede, se trata de una serie de gestos, movimientos e ideas que seducen, que hipnotizan y forman parte del proceso creativo. A mi entender ahí está lo más valioso y quizás también el germen de otras obras futuras.
Realmente esto fue una cosa que se experimentó mutuamente ya hace mucho, fue surgiendo a partir de conversaciones que teníamos de cuestiones que nos preocupan y otras que nos encantan, que no necesariamente hoy se materializan en la propuesta formal de la obra. Esta idea del detenimiento del gesto creo que se inscribe en lo que acaba de decir Agus, es la pregunta acerca del quehacer de las máquinas frente a los gestos humanos. Pensar -por ejemplo- en un aeropuerto, que es un espacio privilegiado donde se despliegan con absoluta rigidez las lógicas de las sociedades de control contemporáneas, el detenimiento del gesto es constante allí, es precisamente lo que te piden cuando pasás de una frontera a otra, que detengas el gesto para ser escaneado, verificado y administrado como miembro de una población... de una especie. Entonces, el pedido es el detenimiento del gesto, que tu rostro inhiba sus gestos, y así, con ese rostro, pasás a la otra nación. Ese traslado nos interesaba mucho a nivel de los cuerpos, nos preguntamos qué pasa con los cuerpos y con sus lenguajes dentro de estas lógicas que quieren justamente detener el gesto, es por eso que nosotras buscamos el movimiento del gesto, es por eso también que “Agus” determinó que no iba a trabajar con fotos, sino con imágenes móviles. Esa reflexión fue clave para pensar también el montaje, las pantallas dispuestas en capas que apuntaban hacia los proyectores-panópticos en el centro, a la vez que los proyectores se dirigían y apuntaban a las pantallas también. Lo mismo la elección de la tela con la que haríamos las pantallas tratándose de una que no sólo nos permitía expresar formalmente lo que imaginábamos, sino que sus aberturas daban paso a las luciérnagas que, en esta ficción, generan un apagón luminoso.
—Se trata de una escanografía. ¿Cómo fue ese trabajo?
—Wischnivetzky: Y fue el punto de partida. Esto pensando el sistema de uso del aparato, la cercanía que requiere, es un recorrido. El registro es un recorrido con el escáner, no una sola captación de la imagen. Pero bueno, eso fue lo inicial y después -como decía “Agus”- fuimos pensando progresivamente cada parte, cómo llevarlo a una instalación que es otra etapa, qué materialidad usar, no usamos una pantalla plana, sino que usamos telas traslúcidas para que la imagen también excediera ese marco. Bueno, así diferentes decisiones, que se vayan degradando también; la pérdida de nitidez.
—O sea que no son imágenes representativas de nada, no hay arbolitos allí, sino hay un trabajo de texturas. Imágenes en sus otras posibilidades...
—Wischnivetzky: Sí, y se fue alejando mucho, primero el cuerpo y después de la escanografía inicial, se fue modificando y se aleja justamente de lo figurativo de lo nítido, se contrapone a las imágenes que generan las máquinas de control. Y por ahí, usando o remitiendo los mismos aparatos, se busca reproducir otra imagen.
—¿Vos creés que vivimos una etapa del control y la ausencia de los cuerpos o, al contrario, es una época donde el cuerpo reaparece?
—Wetzel: ¡Qué buena pregunta! Creo que el cuerpo no deja de aparecer… El tema es cuáles son los dispositivos, los márgenes a través del cual aparece, es decir, cuál es el marco tanto social, como cultural o político que contiene ese aparecimiento. Lo podemos pensar desde políticas que ofrecen una variedad de opciones de aparecimiento de los cuerpos en la esfera pública o podemos pensar en el territorio de las artes, también podemos pensar en aparecimientos animalizados y/o espectrales de los cuerpos. La propuesta de la muestra claramente se aleja del realismo en términos formales, propone más bien huir de ese lugar pensando justamente en el resto de los cuerpos nítidos… decididamente nos convocan los cuerpos espectrales, huidizos a la norma, pero afectados por la luz. Si el control necesita la nitidez de los cuerpos, necesita el reconocimiento facial en los celulares, necesita huellas digitales; entonces, quizás el arte de Agustina permite trabajar con los restos de esa corporalidad hostil en algún punto. Creo que esa es la gran potencia de la poética de su obra.
—Sos poeta. La instalación es poética. ¿Lo que ocurre en la instalación sucede poéticamente? ¿Cómo es el vínculo entre la palabra escrita y estas imágenes proyectadas?
—Wischnivetzky: Viene siendo parte de un proceso de salirse de la palabra o traducir esa palabra en imágenes o en videos, o en otros formatos y bueno, en esta instalación lo percibo desde la presencia de metáfora, la metáfora visual que se genera en las imágenes, la metáfora sonora; la presencia de la metáfora en sí misma como -justamente- gesto que no ejerce control, ningún tipo de control, por ahí va esa búsqueda y quizás la interacción puede darse así también, supongo.
—¿Y te pasa al revés? ¿Que la fuente de la poesía sean las imágenes?
—Wischnivetzky: Sí, pasa todo el tiempo.
—¿Y cuál es el camino más sencillo: ¿de la imagen a la palabra o de la palabra a la imagen?
—Wischnivetzky: Yo creo que varía según los tiempos.
—¿Escribiste mucho en el proceso de hacer esta obra, esta instalación?
—Wischnivetzky. No, ahora estoy comenzando. Pasa que la escritura fue más… fue una escritura escanográfica, pero casi nada con palabras.
—¿Creés que es una escritura de lo visual?
—Wetzel: Totalmente, sin duda.
—¿Cuál fue el momento que más te gustó en el proceso?
—Wetzel: Fueron muchas tardes particulares en el patio de la casa de “Agus”. También ella estuvo mutando de casa bastante durante el verano, así que nos encontrábamos en patios distintos, con plantas y antigüedades distintas y todos esos componentes acompañaban las conversaciones y la construcción. Ella pasaba horas en esos lugares y yo sólo iba de visita; estoy segura de que esos entornos de la creación también jugaron su parte clave.
—¿Las obras están hechas para recordarlas en su ausencia o para olvidarlas? ¿Pensás en el espectador como alguien que lo va a recordar?
—Wischnivetzky: Por ahí es inevitable pensar un poco, pero no está a mi alcance. Ahora, por ejemplo, lo percibo como un espacio para habitar un rato y seguir el proceso; pero el espectador o espectadora no sé, no está a mi alcance pensar eso, me parece.
—¿Cuál será el destino de esta obra o de las obras?
—Wetzel: Justamente, estamos tan seguros del destino de las cosas que de pronto darnos el lujo de no saber o de la pregunta misma... también las preguntas que la muestra convoca son importantes, qué pasa realmente con estos cuerpos en este sistema, cómo es que aún se sostiene…. De hecho, el arte puede proponer modos de resistencia, pero la vida es otra afuera de las aulas del CCU. Entonces, creo que si recordamos resistir, ya es algo.