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Cómo manejar las emociones en la emergencia

El listado busca ayudar a reconocer los sentimientos que pueden generar la circulación del virus y el encierro y propone conductas para afrontar la situación desde el punto de vista psicológico. El informe de la Facultad de Psicología de la UBA.
 

Por El Litoral

Domingo, 26 de abril de 2020 a las 03:16

La Facultad de Psicología de la UBA elaboró una guía básica para conducirse en la emergencia frente a la pandemia del coronavirus: cómo protegerse y cómo afrontar esta situación desde el punto de vista psicológico. “Es una guía para identificar afectos, para recomendar conductas y para tratar de modificar pensamiento”, detalla Martín Etchevers, doctor en Psicología, secretario de Investigaciones de la Facultad, y Profesor Titular de la materia Clínica Psicológica y Psicoterapias: Psicoterapias, Emergencia e Interconsultas en la misma unidad académica.
“Es una guía del manejo de las emociones y una revisión de bibliografía sobre cuáles son los efectos psicológicos de las pandemias y cuarentenas. Ahí encontramos que lo que más producen es ansiedad, depresión y, en algunos casos, estrés postraumático”, afirma Etchevers, quien sostiene que “no es un trabajo original” sino “una adaptación y una selección de otras guías ya existentes de recomendaciones, algunas de terapias clásicas, otras de las experiencias que están teniendo en otros países”, según especifica el profesional. Para la confección de esta guía se utilizó información proveniente del Ministerio de Salud de la Nación, Organización Mundial de la Salud (OMS), Medical Weill Cornell Center, y del National Health Institute (NIH), además de una extensa bibliografía.
l Miedo: a perder la salud, a las posibles consecuencias de la enfermedad, a la falta de recursos, a la falta de insumos básicos. Es posible sentir miedo ante una situación que se percibe como nueva y amenazante. Es posible que pensamientos como “me puede pasar a mí” o “puedo contagiar a mi familia”, emerjan. Frente a ello pueden aparecer pensamientos negativos asociados a la muerte propia o de la familia, así como también temor a contagiar a los seres queridos y provocarles un daño. Estos sentimientos pueden generar tanto reacciones funcionales como disfuncionales. Dentro de las reacciones funcionales es posible que aparezcan conductas creativas, actividades formativas o recreativas. En el caso de las reacciones disfuncionales que pueden incrementarse, aquellas conductas que implementamos para regular nuestras emociones negativas, encontramos como ejemplo consumir noticias compulsivamente, entre otras.
l Frustración: esta situación puede provocar una sensación de pérdida de libertad, de dificultad en llevar adelante proyectos y actividades personales. Puede haber pensamientos del tipo “no puedo hacer lo que hago siempre”, “no puedo terminar mi trabajo”, “quiero salir y no puedo”. Frente a esta situación novedosa estamos obligados a ser pacientes y debemos generar nuevos hábitos.
l Enojo: suele ocurrir cuando experimentamos la sensación de que está ocurriendo un hecho injusto. Puede haber pensamientos del tipo de “el gobierno tendría que haber cerrado antes, esto no es mi culpa” u “otras personas no respetan la cuarentena y se aprovechan”. Lo que puede provocar conductas irresponsables como salir de casa o iniciar pleitos. Es importante recordar la importancia de realizar las denuncias por los medios oficiales y no exponerse a situaciones violentas.
l Ambivalencia: es posible sentir alivio por estar en casa, pero también emociones como miedo, frustración o enojo. Puede suscitarse en pensamientos del tipo “ahora puedo hacer lo que nunca hago. Aunque quisiera saber cuándo terminará todo esto”.
l Desorganización: el hecho de no poder continuar con la propia rutina es un factor que desorganiza nuestra estructura; ya que perdemos la sensación de control. Es importante recordar la capacidad que tenemos para reorganizar una nueva estructura.
l Aburrimiento: el aislamiento provoca que nuestra posibilidad de vincularnos para compartir tiempo con otros se reduzca significativamente; con lo cual nuestras actividades de ocio y esparcimiento disminuyen significativamente. En este sentido, pueden aparecer pensamientos del tipo “¿ahora qué hago?”, “¿cuándo podré salir a divertirme?”. Es importante utilizar los medios digitales que tenemos a nuestro alcance para seguir manteniéndose en contacto. 
l Tristeza: esta situación puede darse por la ruptura de la cotidianeidad. También puede agravarse con el aislamiento y por tener contacto reiterado con noticias negativas. Pueden aparecer pensamientos del tipo “no tengo ganas de hacer nada”. Tenga en cuenta que es una situación transitoria y que el propio esfuerzo por respetar las regulaciones es lo que permitirá que finalice lo antes posible. No deje de compartir estos sentimientos con las personas con las que comparte su hogar o con otros a través de medios virtuales.
l Sentimiento de soledad: la falta de vinculación puede provocar una sensación de soledad y agravarse especialmente en aquellas personas que viven solas. Pueden aparecer pensamientos del tipo “me siento solo”, “qué hago si me pasa algo”. Es importante tener en cuenta que otros están pasando la misma situación y que puede ser posible establecer nuevas formas para vincularnos. Quizás con personas a nuestro alrededor (vecinos, comerciantes de la zona, etc.) con las que no solemos relacionarnos o también a través de medios virtuales que hasta ahora no habíamos utilizado.
l Sensación de encierro: el aislamiento puede hacernos sentir encerrados y agobiados. Pueden aparecer pensamientos del tipo “quiero salir a la calle y juntarme con gente”. Recordar lo transitorio de esta situación y la posibilidad de realizar otras actividades pendientes en el hogar es importante para utilizar recreativa y productivamente el tiempo.
l Ansiedad. “Está prevaleciendo todo el espectro de ansiedad: miedo, pánico, irritabilidad. Todo el espectro ansioso estaría dentro del grupo de los problemas de ansiedad. Ese es el predominante”, explica Etchevers. Y aclara: “La mayor parte de la población puede tener rasgos ansiosos o rasgos depresivos, pero no tiene trastornos mentales, no tiene problemas psicológicos que sean disfuncionales y mucho menos invalidantes. La mayor parte de la población tenemos los recursos habituales para manejar los miedos de manera normal, desde el modelo teórico que se quiera: los recursos yoicos habituales o las estrategias de afrontamiento habituales, por ejemplo. Además, hay otra diferencia importante: la mayor parte de las personas que tienen los problemas de ansiedad tienen cierta conciencia de que su miedo, en gran medida, está sobredimensionado. Esa es la diferencia con la población en general. Una persona ansiosa quizás no evita que lo sienta y ni siquiera evita su conducta, pero sabe que es ansiosa y que está sufriendo más de lo que debería. O por ahí tiene su tratamiento y su forma de lidiar con eso”.

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