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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

¿Qué pasó en Gran Resistencia? Tres meses de Covid-19 en la política chaqueña

Por Dr. Daniel Chao*

Después de dos semanas de cuarentena provincial, sobre fines de marzo, el gobernador de la provincia del Chaco, Jorge Capitanich, declaraba ante algunos medios que era posible pensar una salida programada del aislamiento a partir del 12 de abril. Sin embargo el 14 de junio, dos meses y medio después, el mismo mandatario anunciaba una nueva y endurecida prórroga del aislamiento social, preventivo y obligatorio con una frase contundente: “ya no sabemos qué otras medidas adoptar”. ¿Qué pasó entre la confianza del inicio y este desconcierto?

Analizar una política pública tiene sus complejidades pues requiere una mirada integral que vaya desde el diseño y diagnóstico, su forma de comunicarlo, su puesta en marcha, los aspectos micro de su ejecución y sus resultados. A eso debemos sumarle que esa dificultad crece cuando queremos mirar una política que todavía está en ejecución, sobre todo al tratarse de medidas sanitarias como las llevadas a cabo para controlar la pandemia. Como pocas, las acciones en torno al SARS-CoV2 provocan un despliegue sobre lo social inédito, el cual ha arrojado una verdad a voces: vivimos en un país concentrado y desigual.

Por estas dificultades propongo un análisis preliminar de la política pública chaqueña basándome en el contenido de los decretos provinciales y en las conferencias de prensa del gobernador, vehículo adoptado para comunicarlos. A partir de ellos quiero mostrar qué cuestiones se consideraron como problemáticas y qué tipo de soluciones se plantearon entre el 10 de marzo -cuando se anunció el primer caso- hasta el 14 de junio, fecha de regreso a una fase de movilidad más restrictiva.

Para adelantar algunos pasos propongo la siguiente conclusión: la provincia sostuvo su política de acción en base a proyecciones (que a la larga fallaron) y cargó la responsabilidad de la pandemia en la movilidad de las personas. Esas proyecciones fueron presentadas a través de una serie de gráficos y sentencias complejas y poco comunicables, a lo que debe agregarse que el gobierno declaró una fase de “mitigación” cuando todavía existían condiciones para pensar en la detección y control. A la vez, luego de un primer momento más realista y autónomo, se mostró demasiado cercano al diseño de Nación y limitado para poder dar explicar cómo afecta un virus tan contagioso en la realidad social y urbana del Gran Resistencia.

El inicio del problema

Mientras escribo estas líneas (jueves 25 de junio) el Chaco tiene una totalidad de 1694 casos positivos y 91 muertes, concentrados en su gran mayoría en el Área Metropolitana del Gran Resistencia, aunque la onda expansiva ha llevado el coronavirus a 22 ciudades del interior. Hemos acumulado más de tres meses de cuarentena y cada día parece más desconcertante que el anterior. Desde el principio, a quienes formamos parte de la ciudad de Resistencia no nos queda otra que esperar que todo se aplaque, mientras los medios de comunicación sólo informan casos y muertos. No hay nadie que explique tamaño desbande.

Y cuando digo desbande me refiero a que la provincia no ha podido alcanzar ni siquiera los objetivos que se autoimpuso a fines de marzo. Para esa fecha el gobernador Capitanich presentó públicamente una proyección que llevaría a tener 1002 casos para el 26 de junio. Hoy tenemos casi 700 más de lo imaginado. ¿Por qué?

Según la cronología vox populi, a fines de febrero dos personas regresaron de sus vacaciones en Europa cuando aun la OMS no declaraba pandemia al SARS CoV-2, pasaron por una España que aún no decretaba su cuarentena, ingresaron al Chaco desde Paraguay cuando los controles apenas se centraban en Ezeiza y desataron un ola de contagios cuyos primeros positivos se confirmaron el 9 de marzo.

A partir de allí se tomaron algunas decisiones rápidas ya que se organizaron comités de seguimientos y se declaró al personal de salud “responsables directos” de la aplicación de protocolos. También se amenazó con medidas legales a cualquier persona que tenga sospecha de portar el virus y no lo notifique.  

Entre el 10 y el 16 de marzo se cerraron cuatro ciudades ante el riesgo de contagio, se creó una comisión de seguimiento, y se elaboró un protocolo pensado para una etapa de contención de la emergencia. En ese período el gobernador declaró que la provincia se encontraba en una “situación precaria en materia de salud pública”, con lo cual el objetivo era obtener financiamiento para afrontar el problema.

Finalmente, el 17 de marzo Chaco fue la primera provincia en anunciar el aislamiento social y obligatorio, el cierre de fronteras y la declaración de una nueva etapa: la “mitigación”, a causa de un posible estado de circulación viral. Pero ¿cuál es la diferencia entre controlar y mitigar? En líneas generales la distancia entre ambas radica en asumir cuándo el virus está descontrolado. Si hacemos una búsqueda activa, caso por caso, con aislamiento individualizado, estamos en una etapa de control ya que todavía somos capaces de rastrear los contagios. La mitigación, contrariamente, es el reconocimiento de la imposibilidad logística de hacer ese seguimiento. Si este fuera el caso, podríamos afirmar que la provincia declaró tempranamente que no podía controlar el virus, aunque contaba con 12 casos confirmados y cientos de muestras enviadas. No cuento con datos para explicar este escenario, y el Ejecutivo provincial nunca fue claro al respecto.

A nivel nacional también se partió de la premisa de “evitar el colapso del sistema” cuando se declaró la cuarentena nacional el 20 de marzo. Las provincias del NEA tuvieron suertes y estrategias diferentes: Corrientes informó su primer caso el mismo 20 (una familia que había vuelto de Europa el 10 y se autoaisló), Misiones el 27 y Formosa el 9 de junio. En todos los casos, el conocimiento sobre cómo actuar ante el coronavirus no era el mismo que cuando el Chaco tuvo su primer positivo.

Para abordar esto, y fiel a su estilo, el gobernador sostuvo sus declaraciones y su política en base a estadísticas, y la mayoría de sus conferencias se sostienen en números y gráficos que no siempre son legibles ni tienen el impacto que el propio mandatario quisiera. Y el diseño de la fase de mitigación chaqueña se basó en controlar básicamente un indicador: la tasa de duplicación.

Esta tasa mide el tiempo que tarda en duplicarse el número de contagios y si se logra el famoso achatamiento de la curva. Si hay más casos, se duplican más rápido y la tasa baja, lo cual es malo. Si pasa lo contrario, es decir si hay más días de duplicación, quiere decir que hay menos contagios. Esto es bueno. La medida nacional utiliza una “ventana móvil” de siete días para tomar una media de movilidad, y en base a eso se calcula el número. Hasta ahora la tasa de duplicación es lo que ha definido a nivel nacional el movimiento de fases de cuarentena, permitiendo a los ciudadanos tener más libertades de movimiento.

El Chaco elaboró desde un inicio su propia tasa de duplicidad, y el movimiento en torno a esa proyección fue lo que definió el humor y la atribución de responsabilidades. Cuando la tasa era favorable, los chaqueños estábamos logrando el objetivo; en cambio, cuando la tasa era desfavorable, los chaqueños estábamos quebrando la cuarentena y no éramos solidarios.

Esta ecuación fue clara desde el inicio. En una conferencia del 26 de marzo el gobernador afirmó que el aplanamiento de la curva se vinculaba a la posibilidad de llevar la duplicación de casos a 10,2 días, y cumpliendo esa meta se lograría absorber el problema por el sistema sanitario. A su vez, volvió a remarcar la necesidad de mantener el aislamiento mostrando el número de detenidos por las fuerzas de seguridad (que se acercaban a los 2200), y apeló a mapas de calentamiento para indicar dónde se concentraban los contagiados (en el micro y macrocentro de Resistencia), dando razones para cortar la circulación en esa zona. Ese mismo día el mandatario anunció que la curva estaba controlada según lo esperable y que se proyectaba llegar a 1002 casos para el 26 de junio.

El 8 de abril, por ejemplo, Capitanich cuestionó fuertemente a los chaqueños mostrando un mapa de movilidad obtenido a través de datos de telefonía móvil, desde el cual señaló dónde y cuándo los ciudadanos rompían la cuarentena. En sus palabras, la escalada de casos (148 positivos hasta ese día), se debía a una falta de “solidaridad en todos los sentidos” y un crecimiento de contagios comunitarios. Contrariamente, el 12 de abril, el mandatario mostró como un logro la tasa de duplicación de 19 días y el cumplimiento de objetivos trazados. Sin embargo desde el Ejecutivo provincial nunca fue muy clara la modalidad de seguimiento de casos estrechos y no cuento con datos para poder afirmar algo concreto.

A fase 4 por 4 décimas 

A fines de abril el presidente Fernández anunció una nueva extensión de la cuarentena que llegaría hasta el 10 de mayo en todo el territorio. En nuestra provincia comienza un período de confusión de datos y de relajamiento tanto ciudadano como en el mensaje político, y ambas cuestiones están, desde mi punto de vista, muy relacionadas.  

Es evidente que la estrategia de seguimiento estrecho y ruptura de los contagios no era la prioridad, pues había una sensación de cosa contralada. El 26 de abril (con 298 casos confirmados) Capitanich afirmó estar “en el mejor momento, con una tasa de duplicación de 32 días”, dato que fue incluido en los fundamentos de tres decretos.  

Lo llamativo es que en su proyección inicial había pensado llegar al 26 de abril con 302 casos. ¿Por qué hago hincapié en esto? Porque recordemos que el gobernador buscaba una tasa de duplicación de 10 días y apenas la estaba alcanzando. Sin embargo, mostraba como un logro la duplicación de 32 días. ¿La razón? Considero que en algún punto cruzó sus números iniciales con la medida utilizada por el Ministerio de Salud de la Nación, y si bien esto puede parece un dato anecdótico no lo fue, pues en base a estos números se organizó la modalidad de reapertura programada en medio de una escalada de casos.  

En un corto período que va desde fines de abril hasta el 22 de mayo se nota que el gobernador y su equipo concentran esfuerzos en mantener los números y sobre todo en pensar la reactivación económica, ya que la mayoría de anuncios iban por esa vía.

Sin embargo las contradicciones apenas iniciaban. El 5 de mayo el gobernador señaló “estar en el mejor momento” de la curva, con una duplicidad de 48 días. No obstante, apenas 72hs después, el presidente Fernández anunciaba una nueva extensión del aislamiento obligatorio, pero dividiendo al país en fases diferenciadas, y apartando al Área Metropolitana de Buenos Aires del resto de jurisdicciones. En esa conferencia, el presidente mostró en un gráfico que la duplicación del Chaco estaba en 25,4, y el límite que se habían propuesto para el cambio de fase había sido de 25 días. Es decir, nuestra provincia apenas cumplió con el requisito mínimo para entrar en esa categoría, lo cual nos hace dudar sobre su efectividad y la de los datos manejados por el propio gobernador.

Ese momento fue una inflexión porque la provincia encaró una etapa de flexibilización en paralelo a una escalada de casos que llevó a tener más de 140 positivos confirmados en una semana, incluyendo al Barrio Toba. Sin embargo, Capitanich presentó como un logro de gobierno el volumen de información manejado por su administración y mantuvo su postura de reapertura progresiva de comercios y cultos, bajo la premisa de “convivir con el virus (…) y entender que el número de casos se van a dar”.

El 17 de mayo el gobernador encabezó una nueva conferencia donde resaltó el trabajo realizado en el Hospital Perrando, en medio de críticas sobre la situación laboral y de seguridad de una parte de los empleados. Ese día la provincia confirmaba 573 casos positivos, 70 más que los que había proyectado el equipo estadístico a principios de abril. Con claridad, el propio sistema de seguimiento mostraba que el rumbo se había desviado. Unos días más tarde se desataba un contrapunto mediático entre el intendente de la ciudad de Resistencia, Gustavo Martínez, quien pedía endurecimiento de la restricción, y el primer mandatario chaqueño quien aseguraba que “el tema de fases es una discusión terminada”. El 22 de mayo, Capitanich finalmente anunció una nueva etapa de cuarentena que ya no se ligaría a fases, sino al control de indicadores pero con un retroceso en el nivel de movilidad de la ciudadanía. Esta oportunidad hubiese sido la óptima para declarar errores y revisar la estrategia. Con 703 casos confirmados y un total de 38 muertes, en menos de un mes la provincia había sumado más de 400 nuevos contagios.

Vuelta atrás, administrada e inteligente

El Área Metropolitana del Gran Resistencia, perteneciente al Departamento San Fernando, entraba así en una “cuarentena administrada e inteligente” que iría hasta el 8 de junio. En el anuncio el gobernador mostró un cuadro de fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas que resumían lo hecho y delimitaba el camino a seguir en el nuevo período. Si agrupamos las fortalezas y las oportunidades por un lado, y las debilidades y amenazas por otro, vemos que en las primeras se encuentran las medidas del gobierno (inversiones, testeos, diseño de control, regulación inteligente, anticipo) y en las segundas el volátil comportamiento de la sociedad (letalidad, agrupamiento, movilidad, informalidad laboral, crisis social, incumplimiento, circulación, grupos de riesgo, saturación por la cuarentena). En ese cuadro, queda poco margen para diagnosticar errores propios y la responsabilidad recae nuevamente en la ciudadanía.

La raíz del problema para el mandatario es la conciencia y voluntad individual y la incapacidad de ser solidario, y sostuvo eso en los más de 15 mil detenidos por “no quedarse en casa”. A partir de allí la nueva cuarentena del Gran Resistencia no se organizaría en fases sino en cuatro indicadores: tasa de contagios, tasa de duplicación, el R0 (es el promedio de cuántos casos nuevos genera un solo caso), y el método de propagación BID.

El 4 de junio, en el contexto de los hechos de violencia policial acaecidos en Fontana, el gobernador convocó a un Comité Técnico de evaluación de esos indicadores, conformado por representantes de la oposición y miembros de organizaciones de la comunidad. En esa conferencia, Capitanich mostró a modo contrafáctico que la provincia hubiese llegado a contar casi 21 mil casos con 1300 muertos de no haber actuado como se actuó.

A la par, presentó lo que a mi entender es la verdadera novedad de la nueva cuarentena: la convocatoria a conformar un equipo de detección de contactos estrechos bajo un método planificado por la Universidad Johns Hopkins de los Estados Unidos, y que se conformaría con docentes y trabajadores de la administración pública provincial. ¿Por qué resalto este hecho? Porque es la primera vez que se hace pública la estrategia de rastreo de casos y la forma en que se busca cortar la transmisión, luego del fracaso de la política de mitigación llevada a cabo.

A partir de aquí el gobierno provincial giró hacia una estrategia que no buscaba hacer soportable la pandemia para el sistema sanitario sino cortar su reproducción comunitaria, y este argumento sostuvo las medidas que siguieron. Se cerraron otros barrios, se planificó el equipo de “trazadores” y la “organización de un equipo médico especializado” para contactos estrechos, entre otras cuestiones anunciadas. En ese marco hay que situar la visita del Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y la implementación del plan Detectar que buscar contactos estrechos casa por casa.

Sin embargo, el número de casos siguió en aumento, y entre el 4 y el 14 de junio se agregaron más de 300 positivos a la lista siempre creciente, llevando la totalidad a 1299. A partir de esos datos el propio gobernador anunció una restricción maximizada e implementó un despliegue policial mucho más visible en la ciudad, que se extendería como “último esfuerzo” hasta el 28 de junio.

Sin embargo este giro se sostuvo en los argumentos de siempre. En sus palabras, la provincia tiene un buen sistema de lectura de aglomeración, cámaras, drones, etc; pero “esto no se supera si tenemos movilizaciones de carácter espontáneo (y) si no adquirimos la conciencia de que está circulando y podemos instalarlo en lugares donde no hay”. Una vez más, la movilidad vuelve a ser la villana.

A modo de cierre

Entonces, ¿qué pasó en Gran Resistencia? Son demasiados los factores para poder responder acabadamente esta pregunta, sobre todo porque hemos dejado de lado algunas variables que permitirían comprender mejor el mapa de la política sanitaria (como la actuación de los funcionario/as intermedios, ministro/as, intendente/as, legisladore/as,  gremios y otras organizaciones). Tampoco tengo datos concretos para poder hablar de aplicación de protocolos y entrega de insumos, cuestiones que han ocupado las agendas mediáticas y de redes sociales. No obstante, me atrevo a dar algunas respuestas parciales. El primer error fue quizá no desplegar a tiempo una política de control de casos, y declarar tempranamente el estado de mitigación. Esto puede deberse a una falta de conocimiento o autonomía frente a la estrategia nacional, aunque no puedo responderlo. En segundo lugar, el gobierno dio mucha importancia al manejo estadístico pero no fue muy claro, al menos públicamente, sobre cómo abordar esta enfermedad en la sociedad que gobierna. ¿Faltan socióloga/os, antropóloga/os? Quizá sí. Tercero, considero que comunicacionalmente el gobernador y su equipo tuvieron dos problemas básicos. No pudieron hacer comunicables la maraña de datos brindados y cargaron la responsabilidad de lo que sucedía en los ciudadanos. Cuarto y final, desde la voz del mandatario y la comunicación del gobierno se tendió a un relajamiento propio entre fines de abril y mayo, cuando los números no lo respaldaban con firmeza. Y ese relajamiento no tiene que ver con la movilidad de las personas, sino en no haber captado a tiempo que era necesaria una estrategia de control de casos mucho más exhaustiva que apoye la apertura que se estaba realizando. Al parecer, esa es la estrategia actual cuyos resultados están por verse.

*El autor es investigador del Conicet.

(Una versión completa de este texto puede verse en la web del autor: https://conicet-ar.academia.edu/DanielChao)

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