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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

“Navegantes de la esperanza”

Uno cree que los personajes, porque son de otra época, sienten las injusticias de manera diferente. Y la realidad es que no: las pasiones, emociones y temores han sido siempre los mismos. Las que cambian con las épocas son las aspiraciones”. 

Con esta y otras frases de similar hondura, proyección y enorme humanismo, la escritora chilena Isabel Allende dejó inaugurada el miércoles la décima edición de la Feria Provincial del Libro, que esta vez asumió un formato virtual como consecuencia de la pandemia por coronavirus.

El acto, de hecho, fue una transmisión por Instagram Live, por lo que cientos de pantallas de computadoras, tabletas y celulares se constituyeron en el espacio-marco que contuvo a la escritora de 76 años, radicada hace 30 años en Estados Unidos, y que en esta ocasión fue guiada con solvencia y en clave de divulgación casi docente por la periodista Constanza Pérez Ruiz, que la llevó de paseo por su monumental obra.

La biblioteca Isabel Allende tiene punto de partida en 1974, con sus libros infantiles La abuela Panchita, Lauchas y lauchones, ratas y ratones y su recopilación de columnas periodísticas Civilice a su troglodita. El salto a la fama internacional se produce en 1982 con La casa de los espíritus, y al día de hoy mantiene un punto de parada momentánea con el libro Largo pétalo de mar, editado en 2019, el vigésimo octavo de su carrera.

El recorrido de la charla inaugural de la feria incluyó una avistaje por la construcción de las voces y el perfil de los personajes, sin abandonar nunca la dimensión política que atraviesa la literatura de Isabel: la dimensión política y humana, moldeada para ella por el terror de la dictadura de Augusto Pinochet. De allí sus obsesiones, según dijo: la violencia, las tiranías en todas sus formas, los desplazamientos provocados por el odio al otro, al distinto, por sus datos de origen, color de piel o pensamiento.

—El abuso del poder absoluto en detrimento del ser humano es un tema que me obsesiona. El poder absoluto en todas sus formas y en los escenarios más injustos siempre ha sido un disparador en la temática y la trama de mis libros— dijo Isabel Allende, para luego enmarcar esa posición en cada una de sus obras, en sus personajes, muchos de ellos con carnadura y domicilio en la realidad.

***

Fue una entrevista literaria, sí, pero también una declaración de principios políticos necesarios en un momento como este, en el que los abusos parecen recobrar vigor como consecuencia de los estados de excepción que, como resquicio sólido, posibilitó la pandemia. 

Estados de excepción que toman medidas en términos excepcionales bajo el pretexto de una preocupación anclada en la preservación de la vida, que en los hechos parece estar en estado de vulnerabilidad constante por imperio de las quiebras emocionales, el agravamiento de las asimetrías económicas y culturales que engendran, ante la falta de horizontes, diferentes modelos de violencia multicausal y multidimensional que no enajena a nadie en ningún lugar.

En Corrientes, por caso, la cosa es igual de preocupante que en cualquier otro punto del globo: se registró un caso de violencia familiar cada 30 horas durante la pandemia de covid-19, según un relevamiento realizado hace unos días por la Inspectoría de Justicia de Paz, que depende del Superior Tribunal de Justicia.

¿Es esta una situación excepcional? Puede ser, como no. Lo alarmante es que la teoría advierte que ciertas situaciones derivadas de transformaciones o estados fundamentales, muchas veces, tienen vigor para independizarse del caso respecto del cual habían surgido.

—Lo que nos está sucediendo ahora es tan pavoroso como fascinante. Es la primera vez que estamos todos, en simultáneo, conectados y afrontando lo mismo. Es la evidencia de que somos una gran familia humana— dijo al respecto Isabel Allende, pensando en las luchas contra el Sars-Cov-2. 

No es una simple declaración de escritora. Allí hay un fuerte llamado de atención para las individualidades, para los colectivos, pero también para la política, que muchas veces, con sus actos magnificados por la difusión a la que tienen acceso, definen conductas generales.

El mundo asiste, estos largos días, a una pausa de los derechos con implicancias múltiples y disímiles según la geografía y su desarrollo, pero que en general constituye un escenario de complejidad extrema debido a la incertidumbre del futuro. De allí su trascendencia.

***

Isabel habló de literatura, sí, pero también del alma humana de sus personajes, espejo del alma humana a secas. 

Habló de los porfiados intentos de la investigación literaria para evitar caer en la caricatura, oponiendo esa postura a la exageración en la que cae muchas veces el discurso político binario y venal que se autopercibe cercano a la realidad en tanto insumo para cocinar a su gusto.

Isabel Allende habló de literatura desde la vereda del pensamiento; de los sentimientos e ideales, de la emoción y de las pasiones, de las aspiraciones personales y colectivas que cambian conforme avanza la cultura, estado de cosas a veces necesaria y que otras veces resulta un ancla. Habló de los contextos y de los escenarios. De las conexiones familiares y de las conexiones sociales; del encierro, de los desplazamientos y de las pérdidas.

Isabel Allende habló de literatura, sí, pero a lo largo de la hora que duró la charla, de a ratos conmovedora y de a ratos inspiradora, dio la impresión de decir mucho más. Cada palabra fue más que la descripción de una obra o del proceso creativo de la escritora viva más leída del mundo en habla hispana, con más de 74 millones de ejemplares vendidos y traducida a 42 idiomas.

Isabel habló del mundo de todos los tiempos y en un momento, arropada por el dolor de los migrantes —que ella misma fue en algún momento—, recordó la anécdota de aquellos “navegantes de la esperanza”: pasajeros en fuga de un barco zozobrante que, aún en medio de intensas y peligrosas borrascas marinas, sentían que estaban un poco más a salvo que en tierra, donde la firmeza del suelo era también la obstinada firmeza de la pobreza, de la violencia, de la muerte.

Isabel hablaba de literatura, sí, pero también de las urgencias, de las angustias y de la comprensión necesarias. Hablaba del hombre y del tiempo. Fue excepcional la charla: sin dudas un punto altísimo para inaugurar una feria que será recordada como la primera feria sin feria, la primera feria virtual y la primera en intentar una resistencia a los límites de la pandemia que a priori parece eso, pero a veces deviene en una gran oportunidad.

—Es que una de las cosas más fascinantes que tiene la literatura es la capacidad de conectarnos con la consciencia colectiva. De conectarnos con lo humano— agregó Isabel. 

Puede ser esta, de hecho, una importante oportunidad para que la comunidad en general, y de ella sus dirigentes, asuman el precio de su estatus y puedan encontrar, tal vez en alguna forma de la literatura, voces y miradas que nos ayuden a ver más allá de una próxima gestión. Los desafíos del futuro requieren más que eso.

 

Para ver la charla:

https://bit.ly/2ZjAeNb

Seguir la feria en:

corrientesferiaprovincialdellibro.net

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