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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

“El Encierro”, templo del Torino

En Mendoza y por iniciativa de un fanático de la marca, el auto nacional por antonomasia recibió un homenaje inédito con la presencia de los pilotos que corrieron las legendarias “84 Horas de Nürburgring”, Cacho Fangio y Cacho Franco. También estuvieron Heriberto Pronello, Tito Urretavizcaya y un puñado de amantes del Torino. 
Cacho Fangio y el autor de este informe.

Hace muchos años un hombre de corazón noble tuvo un sueño. Quería honrar la memoria de su padre y al mismo tiempo rendir tributo a la industria nacional; más concretamente, al producto más sobresaliente de una Argentina que fue capaz, hace medio siglo, de concebir un automóvil capaz de competir de igual a igual con las principales marcas del mundo.

Ese auto es el Torino, y el homenaje se llevó a cabo hace pocos días, al cumplirse 55 años de la presentación comercial del icónico modelo, en un espacio concebido para resguardar un legado histórico digno de admiración: 15 especímenes de Torino y una camioneta Jeep Gladiator, todos producidos por Industrias Kaiser Argentina en las décadas del 60 y 70, en perfecto estado de conservación y en orden de marcha.

La idea que plasmó en la realidad el artífice de este refugio “torinero” conjuga el recuerdo de su padre (quien fuera fanático admirador de la marca), las hazañas deportivas que el vehículo protagonizó tanto a nivel nacional como internacional y el homenaje a los pilotos, diseñadores, mecánicos y técnicos que hicieron posible el predominio del auto en las pistas.

Para ello, durante los últimos años, se encargó de rastrear los mejores sobrevivientes de la que viene a ser la época más gloriosa de la industria y el deporte motor del país, a fin de darles cobijo en un museo privado llamado “El Encierro”, en la provincia de Mendoza, hasta donde quien esto escribe viajó por invitación de Cacho, el artífice de tan magnífico solar.

Cacho es un hombre simple y de perfil bajo. Pidió expresamente que su apellido no se difunda, como tampoco el lugar preciso donde atesora las mencionadas joyas mecánicas, relucientes como lo que son: vehículos en estado de concurso, todos ellos mantenidos por la pericia de un experto en la recuperación de Torino, David Concina.

Juntos, Cacho y David, hicieron posible que “El Encierro” se inaugurase a todo vapor el pasado 30 de noviembre, fecha exacta en la que, hace 55 años, el quíntuple campeón del mundo de F1, Juan Manuel Fangio, junto a James McLoud (presidente de IKA) y a otros notables de la época, presentaron en sociedad el que se convertiría en un símbolo de la avanzada industrial argentina.

“Tuve un sueño y me veía siendo niño, viajando entre las dos butacas del Torino de mi familia, detrás de mi papá y mi mamá, parado sobre el túnel de transmisión, y luego me vi haciendo realidad este sueño junto a Cacho Fangio, a Cacho Franco, a Heriberto Pronello y a Tito Urretavizcaya, entre tantos otros invitados de honor que han llegado hasta aquí para compartir este momento”, dijo el propietario del museo durante la ceremonia, que había comenzado con el izamiento de la bandera argentina, a cargo de Daniel Agüero, el último timonel del crucero General Belgrano, hundido en Malvinas durante el conflicto del Atlántico Sur.

Los nombres que citó Cacho no eran casuales. Los máximos ídolos del que podríamos llamar “Universo Torino” se habían hecho presentes en la inauguración del museo mendocino y se quedaron durante las 12 horas que duró el evento, ya que el acto formal fue precedido por una maratónica tenida gastronómica amenizada con números artísticos, puesta en marcha de los autos, anécdotas fierreras y el infaltable vino de la zona.

“No pensé que me encontraría con algo tan lindo y con tanta buena gente, empezando por Cacho”, expresó Fangio hijo a su llegada, sorprendido por el estado de conservación de los autos, entre los que se encontraba una réplica de la coupé que piloteó durante las “84 Horas de Nürburgring” en 1969, además de una Torino Liebre 1 (original de Malnatti), la réplica del Torino de TC que corrió en la Antártida y una Torino Liebre 3 (muy lograda recreación de la que corriera Cacho Franco en TC).

Justamente, Oscar Cacho Franco dirigió la palabra a los pies del auto con el que ganó tantas carreras hace medio siglo: “Es un honor para mí estar aquí junto a mi amigo Cacho Fangio y a otras personas que hicieron posible la gesta del Torino, pero no somos héroes. Solamente corrimos con los colores de la bandera argentina e hicimos lo mejor que pudimos para representar a nuestro país”.

La alusión de Franco a la heroicidad de los pilotos que participaron de la recordada “Misión Argentina” en Alemania 1969, fue en respuesta a los elogios que recibió de los admiradores que se acercaron a tomarse fotos y a hacerle preguntas sobre el Torino, denominador común entre los aproximadamente 50 comensales agasajados en la jornada.

¿Por qué se llama así el museo? Su dueño lo especificó al recordar que “El Encierro” es el momento en que las calles de Pamplona (en España) se cierran para la suelta de toros en el Día de San Fermín. Y es una forma de honrar a la tierra de mis ancestros, que me ha dado el idioma, la cultura y la religión que profeso, pues todo lo que hemos presenciado y compartido aquí es obra de Dios nuestro creador”, concluyó.

El sueño del pibe

Cacho, factotum del museo “El Encierro”, explicó a los invitados el motivo de su obra al recordar el legado de su padre, “quien siendo apenas un adolescente tuvo que salir a trabajar juntando fierros para vender y así poder ayudar a su familia”. Recordó que “con el paso del tiempo pudo comprarse un camioncito al que bautizó con un nombre muy especial: le escribió en la carrocería ‘El sueño del pibe’.

Pero aquel sueño duró poco porque su mamá se enfermó de cáncer y tuvo que vender el camión para ayudarla con el tratamiento. Sin embargo, volvió a levantarse, trabajó sin descanso y llegó a ser un hombre de progreso que dio trabajo a la gente. Él me enseñó la cultura del trabajo, me dio el ejemplo para seguir haciendo crecer la empresa familiar y también me inculcó el amor por el Torino, que fue el auto de sus amores, ya que tuvo todos los modelos que salieron. Con todos ellos viajó por el país, porque no le gustaba viajar en avión”. Y añadió: “En honor a mi padre, donde se encuentre, construí este lugar para custodiar el Torino como testimonio de una época que nos llena de orgullo a los argentinos”. Y así, finalmente, Cacho cerró el círculo: hizo realidad el sueño del pibe.

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