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“Un atardecer en la costanera no lo cambio por nada”

Por El Litoral

Domingo, 11 de julio de 2021 a las 01:02

Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral

Tras haber permanecido durante casi un siglo bajo el dominio británico, la República de Malta es hoy un estado independiente. Por su enclave estratégico en el Mediterráneo sufrió múltiples  y diversas ocupaciones en su territorio, aunque mantiene un estrecho y permanente vínculo con Gran Bretaña. Recordemos que Malta fue también gobernada por españoles y franceses a lo largo de su historia. Las islas fueron habitadas por fenicios, griegos, romanos y otomanos hasta que fueron conquistadas en 1282 por la corona de Aragón. Este lugar clave en medio de dos continentes fue arrendado por el rey de España Carlos I, luego de dos siglos de ocupación. Esta fue la leyenda medieval hasta la llegada de Napoleón en 1799.
Una rebelión local que contó con la ayuda de Gran Bretaña y del Reino de las dos Sicilias terminó con la presencia francesa en la isla y se allanó a ser un protectorado del Imperio Británico. Esta situación cambió cuando el 21 de septiembre de 1964 Malta se independizó del imperio británico convirtiéndose en república parlamentaria soberana que forma parte desde  1974 , sin embargo, de la Commonwealth (Mancomunidad de naciones dependientes de la corona) con un presidente maltés como jefe de Estado. 
Este lugar hermoso y con una rica  historia es el lugar que eligió Ana Sarno para vivir con su familia.

—¿Dónde estás en este momento?
—Estoy en la isla de Malta, que es un país independiente, en el Mediterráneo; y la tierra más cercana que tenemos es Sicilia, Italia, que está a 90 km. Después estamos lejitos de todo el mundo.
—¿Cuándo llegaste allí?
—Hace un poco más de 10 años, en 2011.
—¿Cuál es tu profesión, Ana?
—Soy licenciada en Comunicación de la Universidad de Buenos Aires y me especialicé en Publicidad y Opinión Pública. Así que, trabajo en marketing online desde entonces, pero a la vez en la isla, con mi marido tenemos un restaurante argentino y tenemos un emprendimiento de productos latinos, una empresa que importa y vende productos latinos en Malta.
—¿Cuándo y por qué decidieron irse?
—En principio trabajaba para una empresa inglesa en publicidad online desde Argentina, desde Buenos Aires; trabajé -no sé bien- cuatro años y la mayoría del equipo estaba en Brighton, Inglaterra, pero la verdad es que tenía la posibilidad de trabajar desde cualquier lado. Mi marido es abogado, estábamos los dos en Buenos Aires pero no estábamos muy contentos con quedarnos ahí, entonces decidimos venir a Europa, para trabajar desde Europa; porque podía seguir trabajando desde donde estuviera.
Primero estuvimos un tiempo en Barcelona, después un poquito en Italia, fuimos a Inglaterra y mi empresa tenía clientes en Malta. Entonces escribía mucho sobre Malta, así que, en uno de esos viajes vinimos a visitar Malta, nos gustó mucho. Nos llegó el otoño-invierno en Brighton, en Inglaterra, y decidimos mudarnos a Malta. Así que, vinimos como algo temporal, como algo que no pensamos que iba a durar y después se fue dando, y llevamos 10 años acá. Desde el principio nos gustó, nos pareció que era un lugar amigable para vivir, y en ese momento era muy sencillo instalarse. Las cosas cambiaron mucho en 10 años. En realidad se fue dando de esa forma y también al poco tiempo,  dejé de trabajar para Inglaterra y nos asentamos los dos en Malta y empezamos a trabajar en la isla, y en contacto con la vida en la isla.
—¿Cómo es este trabajo específico que tenés además de como comunicadora, como publicista? ¿En qué consiste ese trabajo? 
—Actualmente trabajo principalmente con pequeñas y medianas empresas. Lo que más tiempo me demanda en realidad son nuestras empresas. Trabajo mucho con el restaurante y con el “Sabor latino Malta”  que es el otro emprendimiento, pero a la vez trabajo con algunos hoteles boutique, con algunas empresas de diseño de interiores y me encargo de todo lo que tiene que ver con la comunicación online. Estoy por ser mamá, así que en este momento me ocupo de eso principalmente, a veces también trabajo con empresas de juegos online, que es una industria muy fuerte en la isla.  Hay casinos online, empresas de apuestas y muchas veces me ocupo también del contenido online para esos casinos.
—La clave de todo esto está en la comunicación por un lado y en las redes ¿no es cierto?
—Sí, sí. Lo que hago en general, sí.
—Desde que comenzaste allí –digamos- hace 10 años, ¡viste algún cambio, sobre todo en esto más vinculado a las tecnologías?
—Vinculado a las tecnologías realmente no. Yo creo que va evolucionando como el mercado en general, como el mundo en general, en relación a eso. Creo que los cambios que se han dado tienen más que ver con la isla, con la gente que va, que viene, pero lo que tiene que ver con los negocios y con la presencia online de los negocios, creo que no. Creo que nada más ha tenido un desarrollo natural y bueno, se han ido transformando, han ido evolucionando como todos sabemos.
Hace 10 años no me acuerdo si era Messenger, pero casi, y hoy estamos todos trabajando con un montón de plataformas que las tenemos en el reloj, en el bolsillo, ese tipo de cosas. Pero en lo que tiene que ver con las funciones, creo que no, que no ha habido grandes cambios. Sobre todo porque el mercado europeo ya estaba muy desarrollado en cuanto a presencia online.
—¿Cómo es el restaurante, qué tiene, qué se puede encontrar allí, dónde está?
—El restaurante está en Sliema, que es un equivalente de Palermo en Buenos Aires, para Malta. La Isla es muy chiquita; entonces, es una de las zonas más populares y más cosmopolita de la Isla. Estamos frente al mar, no sobre el mar, pero frente al mar y es un restaurante con comida típicamente argentina, centrada principalmente en la carne argentina.
La gente va a buscar carne argentina de exportación, que debo decir que es mejor que la que jamás hemos comido nosotros en Argentina, lamentablemente; pero también porque eso vale. Lo que cuesta un kilo de carne argentina en el extranjero en euros es un plato caro, incluso para quién gana en euros y entonces la gente ordena a la carta el corte argentino que quiere, el punto de cocción que prefiere y va encontrar otras posibilidades de platos también.
La clave es que todo es de producción casera, nuestros chef son dos argentinos y ofrecemos productos de importación; tenemos alfajores, cerveza Quilmes, importamos vinos argentinos, somos importadores de productos de Bianchi y de La Abeja, que es una bodega boutique de San Rafael, en Mendoza, bastante exclusiva que nos exporta sólo a nosotros en Europa. Tenemos empanadas; hay que pensar que acá no se consigue masa, así que se amasa todos los días. Chorizos y morcillas que se hacen caseras con la receta argentina, porque no son iguales que los españoles y claro, tenemos milanesas y otras especialidades típicas argentinas. Debo decir que en la isla no abundan estas ofertas.
La gente, principalmente, viene por la carne; o sea, y de hecho hay muchos cortes de carne argentinos que no conocen y que los pasan a conocer en el restaurante. O están los que vienen a buscar lo que ellos quieren, que de hecho muchas veces es muy distinto a lo que nosotros consumimos de una parrilla argentina, pero bueno la calidad es indudable; entonces, la gente se va contenta.
—¿Llegan sabiendo del lugar o lo encuentran? 
—La isla tiene momentos muy marcados. El verano está lleno de turistas y después el resto del año, hay turistas pero no tantos.
Con el  turista puede pasar cualquiera de las dos cosas realmente: que vengan por las recomendaciones, somos muy conocidos en Sliema, en las redes sociales, en las críticas en Europa estamos como uno de los mejores restaurantes de carnes de Europa. Pero también puede pasar de que no nos hayan encontrado en los planes, sino que hayan entrado porque estaban paseando frente al mar y que de repente encontraron después que éramos un lugar conocido. Puede pasar cualquiera de las dos cosas.
En lo que tiene que ver con el resto del año, tenemos muchos clientes locales y no significan que sean malteses, pueden ser muchos extranjeros que viven acá, tenemos las dos cosas, y esa gente sí viene porque sabe; porque el boca a boca en Malta es la principal herramienta de comunicación al ser tan chiquita y entonces la gente se entera por amigos, por la familia, se van trayendo unos a otros y vienen porque saben. Tenemos clientes que vienen tres veces por semana.
—Ese es un lugar particularmente estratégico desde el punto de vista geográfico e hizo posible un mundo muy diverso,  multicultural, multiétnico. ¿Cómo se convive en ese lugar, cómo es?
—Hay mucha diversidad pero a la vez, justamente, por ser un  lugar estratégico Malta fue invadida muchas veces; tal vez por eso, la sociedad maltesa no es tan abierta, es una isla al fin y al cabo. Es difícil integrarse a la sociedad maltesa sobre todo en el largo plazo. Si uno viene como turista, va ser muy bien recibido, pero integrarse para la vida misma en la sociedad maltesa en un lugar en el que se habla inglés como lengua oficial, pero también el maltés, es muy marcado el hecho de que por más que te conozcamos desde hace muchos años y que nos caigas bien, no sos maltesa, no sé quién es tu mamá, no sé quién es tu papá, no sé cuáles son tus costumbres. Eso todavía está bastante presente en la sociedad y recién son los jóvenes o, podría decir, gente de 30 años los que empiezan, de a poco, a abrir un poco más la cabeza porque han crecido con muchos más extranjeros expatriados viviendo en Malta de forma permanente. Pero por el resto, no.
—¿Qué fue lo más sencillo y qué fue lo más complicado al momento de instalarte?
—Tengo que decir que yo me instalé hace 10 años; entonces, en aquel momento fue todo bastante sencillo, porque éramos muy pocos los que veníamos a quedarnos, prácticamente nadie sabía nada de Argentina, mucha gente no sabía ni qué idioma hablamos, no tenían una referencia cierta. Sin embargo, por ejemplo, tenían una idea bastante y no muy buena de los españoles y de los italianos en ese momento. De cualquier otro vecino más cercano a Europa, pero de Argentina muchos no saben ni dónde está, ni qué hablamos, sino que lo único que decían era Maradona y eso nos facilitaba mucho, la verdad, en instalarnos. Acá podíamos, en ese entonces, alquilar un departamento sin tener garantías, sin tener un recibo de sueldo local -porque en ese momento yo todavía trabajaba para Inglaterra-, te podías hacer ID, un DNI digamos, en cuestión de días. Todo eso ya cambió, eso ya no es así hace mucho. Entonces, realmente en ese momento fue muy sencillo instalarse, integrarse a esa otra cosa. Fue muy sencillo instalarlo pero, todo eso a los pocos años, con la crisis en toda Europa cambió muchísimo, se sintió mucho y de hecho hoy por hoy es uno de los lugares más complicados para instalarse.
Hoy si uno no tiene un pasaporte europeo o incluso si lo tiene, la burocracia para instalarse es mucho más grande, con procesos largos, el coste de vida es mucho más alto que en aquel entonces. A ver, no es de los más altos de Europa, por supuesto, pero creo que el alquiler creció prácticamente el doble de aquel entonces y la sociedad también estaba un poco más reticente porque hay tanta gente de todos lados, que ya no le genera tanta curiosidad, pero bueno, hubo muchas mejoras también -la verdad- a nivel estructura, a nivel desarrollo comercial… antes la mayoría de las cosas no se conseguían, las calles, el sistema de trasporte eran más precarios; todo eso ha mejorado mucho.
—¿Cuándo y por qué te fuiste de Corrientes? 
—Me fui de Corrientes apenas terminé el secundario y me fui a estudiar a Buenos Aires  porque quería estudiar Comunicación y la carrera no estaba en ese momento como carrera universitaria en Corrientes, pero aparte porque quería vivir en una ciudad grande, siempre me gustó mucho, me gustaban las ciudades más grandes y Buenos Aires me brindaba más oportunidades en aquel entonces. Entonces terminé el secundario y me fui a vivir a Buenos Aires.
—Si tuvieras que elegir algo de Corrientes, ¿qué te trae a Corrientes de vuelta, qué recuerdos tenés de Corrientes?
—Vuelvo a Corrientes, yo siempre digo que lamentablemente me tocó venir del otro lado del mundo para poder volver más seguido a mi casa y disfrutarla. No porque no quisiera sino porque me brinda la posibilidad, el tiempo y dinero de poder hacerlo. Entonces voy más que cuando vivía en Buenos Aires y por supuesto que lo primero que me devuelve a Corrientes es la gente, mi familia y mis amigos que están ahí, tengo contacto permanente con ellos y después hay cosas, un atardecer en la costa no se cambia por nada. He estado en muchos atardeceres del mundo, siempre lo digo, y sigue siendo el más hermoso que he visto. Por supuesto que también con la compañía, con mis amigos bailando chamamé cualquier enero y los sabores en casa. Básicamente, el afecto de la gente se siente por todos lados cuando uno está de vuelta.
—¿Cómo imaginás el reencuentro con tus familiares después de tanto tiempo?
—La verdad es que, como te decía, por suerte no pasa tanto tiempo. Vi a mi familia en febrero-marzo, así que, en este caso, había pasado un año prácticamente. La pandemia de  covid no nos dejó viajar, pero sino, habitualmente para las fiestas tratamos de estar en casa. Mi marido es de San Rafael, Mendoza, así que cada vez que vamos es un rally de una punta a la otra del país, pero la verdad es que el reencuentro de fiesta a fiesta, o cada vez que se puede, es lindo; pero felizmente no pasa tanto tiempo entre visita y visita. Así que la verdad es que son lindos, cargados de emociones y siempre quedan cortos pero son hermosos, la verdad es que siempre se está deseando volver.

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