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“Siento que ya no podría vivir en Corrientes”

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

El migrante es una persona que se desplaza desde su lugar de origen al sitio elegido como patria adoptiva o provisoria. La nota que presentamos es el caso de Paula, una joven correntina que eligió como destino Estados Unidos.

Desde hace muchos años los estudios migratorios han girado de las opiniones livianas y sin datos a los análisis críticos con fundamentos científicos.

En la entrevista, Paula cuenta su caso y nosotros aportamos información relacionada a la migración y situación de los argentinos en Estados Unidos en 2017, año muy cercano a su llegada a Miami.

Según la Pew Research Center Analysis of the US Census Bureau’s American Community (Oficina del Censo de EE.UU.), se estima que 258 mil hispanos de origen argentino vivieron en Estados Unidos en el año 2017. Los argentinos de este perfil estadístico son personas autoidentificadas como hispanos con orígenes argentinos; esto incluye a los inmigrantes de Argentina, y aquellos que trazan su ascendencia familiar a la Argentina.

Los argentinos son la catorceava población de origen hispano más grande viviendo en los Estados Unidos, formando parte de menos del 1% de la población hispana de Estados Unidos en 2017. Desde el 2000, la población de origen argentino creció un 158%. Aumentó de 108 mil  a 278 mil durante este periodo. Al mismo tiempo, la población argentina nacida en el extranjero creció un 96%, pasando de 83 mil en el año 2000, a 163 mil en el 2017. En comparación, los mexicanos, el grupo poblacional de origen hispano más grande de la nación, constituido por 36,6 millones de personas, significó el 62% de la población hispana total de Estados Unidos en 2017.

Algunos datos

Entre los hispanos en Estados Unidos, alrededor del 33% son nacidos en el extranjero, de los cuales el 59% son argentinos y estadounidenses.

Alrededor del 45% de los argentinos nacidos en el extranjero han estado en Estados Unidos por más de 20 años, y el 55% de los argentinos nacidos en el extranjero ya son ciudadanos estadounidenses.

En cuanto a cuestiones educativas, alrededor del 16% de los hispanos estadounidenses de edades de 25 en adelante, han obtenido al menos una licenciatura, de los cuales el 43% son argentinos.

Entre los argentinos de 25 años en adelante, es más posible que los nacidos en Estados Unidos tengan una licenciatura y otros estudios superiores (51%), que los extranjeros (40%).

En cuanto a los principales estados de residencia, la población argentina está concentrada en Florida (29%), California (18%) y Nueva York (10%).

La edad promedio de los hispanos estadounidenses (29) es menor que la de los argentinos (39) y la población estadounidense (38).

Finalmente, el idioma es un tema que también analiza este estudio, que señala que alrededor del 70% de los hispanos estadounidenses desde los 5 años hablan solamente inglés en sus hogares o hablan inglés “muy bien”, de los cuales el 74% son argentinos. Igualmente, el 64% de los adultos hispanos tienen un dominio del idioma, el 70% son adultos argentinos.

—¿Cuántos años tenés, Paula? ¿Hace cuantos años te fuiste de Corrientes?

—Tengo 29 y de Corrientes me fui a los 19, pero de Argentina me fui a los 25.

— ¿Y por qué te fuiste de Corrientes?

—Porque me fui a estudiar Diseño de Interiores a Rosario. Más que nada me fui por una cuestión de estudio, pero desde chica sabía que no iba a vivir mucho tiempo en Corrientes. Hice un año de Arquitectura en el Chaco y después decidí ir a Rosario. Hice toda la carrera en Rosario, me gradué y empecé a viajar.

—¿Qué te llamó la atención de esa carrera?

—En realidad fue una carrera que siempre me gustó, siempre me gustó el diseño de interiores en general. Creo que siempre jugaba de chiquita también a eso; por lo general jugaba armar la casa de las Barbies, pero no jugaba las Barbies; terminaba de armar y chau, se termina el juego. En general siempre me llamó la atención el diseño aunque primero probé con Arquitectura por recomendación de mi mamá. Me gustaba y me iba muy bien, pero en realidad me daba cuenta que lo que me gustaba no era la Arquitectura sino el diseño puntualmente.

De todas maneras cuando elegí la carrera siempre tuve claro que elegiría algo que me guste estudiar. No sabía si era lo que me gustaba para trabajar después, pero bueno. Era partidaria de que uno no siempre trabaja de lo que estudia en la facultad.

—¿Y del diseño de interiores, a su vez, qué te interesaba?

—Eso siempre me gustó y sobre todo el tema del diseño equipacional para casitas chiquitas.  Hace un par de años puntualmente me interesaba mucho el tema de  las combis convertidas. Pero lo que más me interesaba en realidad era el diseño funcional más que estético. Aunque va, siempre va de la mano lo estético.

—¿Y después de Rosario qué pasó?

—En realidad terminé la carrera —te voy a ser sincera— bastante enojada con la forma de enseñar. Era un instituto público en el que estaba bien, era bastante completo el tema de la currícula. Pero por ejemplo, nos exigen determinadas cosas que no nos enseñaban. Entonces, a la hora de ir a trabajar, lo que te enseñaron en el instituto, no era suficiente como para insertarse inmediatamente en el campo laboral. Había programas digitales (son los que se usan ahora para el diseño de 3D), y es prácticamente un requisito excluyente a la hora de pedir un trabajo de diseñador y esa parte ellos no enseñaban. De alguna manera te exigían presentar trabajos en digital pero ellos no te enseñaban los programas digitales. Entonces vos tenías que recurrir a internet o algún curso extra para poder continuar en el instituto.

—O sea que la carrera tiene una fuerte relación con las nuevas tecnologías y, sin embargo, eso no se enseñaba.

—Exactamente, como el diseño en general, ahora sobre todo, y lo veo mucho acá en Estados Unidos. Es algo que avanza constantemente, porque ahora todo es digital, realmente no hay nadie que te pida un plano en papel, nadie. Por lo tanto, esa situación me limitaba mucho.

—¿Cuánto tiempo estuviste estudiando?

—Estuve cuatro años.

—¿Y después qué pasó?

—Me gradué y mi prima estaba haciendo un intercambio en Estados Unidos, el día de su cumpleaños se compró un pasaje a París y me insistió para que vaya con ella, para que viajemos juntas. La idea era irnos de vacaciones nada más, un viaje que venía soñando hace mucho tiempo, pero por cuestiones económicas, de tiempo y otras cosas, no se me daba. Pensé que no lo iba a poder hacer porque era muy caro y ella empezó a insistir. Me dijo que desde marzo a septiembre teníamos un montón de tiempo para juntar plata. 

En ese momento trabajaba en un estudio contable de asistente, como secretaria administrativa y  ya había terminado de cursar la carrera. Me faltaban solo rendir las últimas dos materias; entonces, decidí en el tiempo libre que me quedaba, hacer chipacitos en Rosario para vender.

La idea, en realidad, fue de mi hermana que me dijo “empezá a hacerlo, te salen riquísimos. Podés venderlos”. Creí que nadie me iba a comprar, porque en Rosario no es tan habitual como en Corrientes, pero fue algo que me ayudó para poder juntar más plata. Cuando me di cuenta estaba ganando más plata vendiendo chipacitos que en el Estudio. Terminé juntando mucha plata con los chipacitos, fue algo del boca a boca, no es nada muy grande, era desde mi casa, ofreciendo a familias, amigos. Se empezó a hacer masivo y se esparció un poco más de lo que pensé.

Junté la plata, me pagué el pasaje. Mi mamá me ayudó con eso también y viajamos por dos meses por Europa, como “mochileras”, porque era la primera vez que viajábamos, íbamos de hostel en hostel. También conocimos gente que nos alojó en su casa, mi tía nos regaló la primera estadía en París. Fuimos viajando y durante todo el viaje me empezó a insistir a que vaya a Miami a juntar plata para seguir viajando y le decía que no, que estaba loca, que yo nunca fui a Miami, que ni siquiera era mi estilo o tal vez como lo que me imaginaba. Y cuatro días antes de terminar el viaje me decidí por ir a Miami; entonces, en vez de volver a Argentina me tomé un vuelo a Estados Unidos.

—¿Cuándo llegaste a Miami?

—El 13 de noviembre del 2016.

—¿Y qué hiciste?

—En ese momento un amigo de mi prima me pasó a buscar y me fui a dormir a un hostel. En la escala había preguntado en el grupo de Facebook “Argentinos en Miami 2013-2014”, si alguien tenía alojamiento por un mes, porque en realidad mi idea era ver de qué se trataba porque nunca había ido. Alquilé una habitación compartida, el chico de la habitación compartida me fue a buscar al otro día por el hostel para mostrarme la habitación. Ese mismo día me mudé y estuve viviendo en ese departamento menos de un mes.

Me hice amiga de unos chicos argentinos que vivían ahí; conocí a mi exnovio y me hice amiga de un tucumano llamado Hugo, y decidimos irnos a vivir juntos. Nos mudamos con él y con otros chicos más, compartiendo un departamento. Me terminé poniendo de novia con Bruno y la idea de quedarme dos meses acá se fue extendiendo, extendiendo… y cuando me di cuenta renové mi visa y me terminé casando.

—¿Cuál fue tu primer trabajo ahí en Miami?

—Fue en una cafetería, era un lugar que vendía comidas rápidas saludables, ensaladas, y algo parecido a unos burritos, unas tortillas. Un local que estaba abierto 24 horas. Mi primer trabajo fue con un horario bastante complicado, porque era de 12 de la noche a 8 de la mañana. Trabajaba toda la madrugada pero con la seguridad no había problema, el único inconveniente era que me iba a perder de todo el mundo.

—¿Y en qué zona era eso?

—En South Beach.

—¿Y después?

—Después de trabajar, un compañero de trabajo amigo me recomendó que vaya a otro lugar, un restaurante que se llama “Sugar Factory” al que van todos, la verdad. Hay muchos correntinos trabajando en ese lugar, y empecé atendiendo la cafetería. Mi trabajo en ese momento era vender no solo los caramelos y los postres, sino también hacer café. Estuve quizás un mes atendiendo al público pero a mi siempre me gustó mucho el tema de la pastelería así que en ese momento empecé a trabajar en la cocina en ese sector donde estuve trabajando un año quizás.

Una vez que me case, renuncié a ese trabajo, porque llegó otro chef y la verdad que no era buen ambiente de trabajo ya. Y como iniciamos los trámites de residencia, prefería no estar trabajando básicamente.

—¿Y fueron muy difíciles esos trámites de residencia?

—Más que difíciles en realidad son muy extensos, porque demoran mucho tiempo en darte respuesta, sobre todo en el tema de la de residencia por matrimonio, el cambio de estatus por matrimonio también se hace en la misma oficina en la que se hace el cambio de estatus por asilo político. Y como desde el 2016 hasta ahora llegaron muchos venezolanos que empezaron a tramitar su residencia en Estados Unidos, y sobre todo Miami se convirtió en una de las ciudades más receptoras de la gente, más fáciles para vivir para los latinos me parece. Entonces se demoró mucho; siempre demora, pero digo, creo que en esta situación fue aún más por el tema de los asilos.

—¿Y qué te pidieron básicamente para darte la residencia?

—En realidad, me casé con un ciudadano americano, o sea mi ex se crió en Argentina. Entonces, primer punto es casarse con un americano, con una persona que tenga ciudadanía por lo menos y, como cualquier trámite burocrático, te piden partida de nacimiento, pasaporte, antecedentes.

—¿Antecedes penales?

—Policiales. Y después, lo que sí, es un poco extraño acá o por lo menos a mí me llamaba mucho la atención era que te piden pruebas de la relación. Es decir, pretenden que vos le mandes fotos, cualquier cosa que te vincule como pareja; por ejemplo, una cuenta de banco compartida, un seguro de vida, alguna propiedad o algún auto, algo que esté a nombre de los dos. Nosotros hasta incluimos los papeles de adopción de nuestros perros, porque te piden todo, cualquier cosa que sea que los vinculen para que ellos crean, o mejor dicho, para que ellos confirmen que la relación es real.

En muchos casos se paga para esto. O sea, como mucha gente quiere venir a vivir a Estados Unidos. Y sobre todo pasa mucho con el tema de los latinos, aunque hay muchísimos europeos, aunque no creamos, que vienen a hacer lo mismo. Conocen a una persona y como el plan negocio le proponen pagarle para que se casen y fingir una relación para obtener los papeles con mayor facilidad.

—¿Tu idea es quedarte a vivir ahí o volver a Corrientes?

—No, a Corrientes seguro que no, porque siento que yo ya no podría vivir en Corrientes. Me encanta Corrientes, amo Corrientes, nunca reniego de ser correntina ni mucho menos, siempre me preguntan de dónde soy y digo de Corrientes, Argentina. Pero siento que no podría volver a vivir a Corrientes porque hay determinadas facilidades que uno tiene en otros lugares a las que uno se acostumbra y sé que en Corrientes falta mucho para que eso suceda.

—¿Por ejemplo?

—Poder crecer económicamente, el tema de las facilidades con los bancos, el tema de las posibilidades laborales. Creo que también pasa un poco por la mentalidad de la sociedad Argentina en general. Creo que ya no podría encasillarme en un trabajo más tradicional, que es lo que en general ofrecen en Corrientes.

—¿De qué lugar sos? ¿Dónde te gustaría vivir?

—Del mundo. Realmente no sé.

—¿Y qué te dio Estados Unidos? ¿Qué sentís que te dio Estados Unidos?

—Me dio la posibilidad de hacer lo que realmente quiero, con mucho menos esfuerzo si se quiere que en Corrientes. En realidad con más tranquilidad, sin tantos sustos ni contras, ni palos en la rueda. Uno por ahí no dimensiona o por lo menos me pasó con mis hermanos también, una de mis hermanas ahora está acá, y era muy difícil explicarle que la vida de acá en general resulta más fácil, si bien tiene todas las contras de vivir lejos de tu familia, de ser extranjera siempre, porque por más papeles que tengas seguís siendo de otro lado, también tengo la tranquilidad que me puedo mover sobre todo siendo mujer, de que estás tranquila caminando por la calle a cualquier hora, creo que suma el querer quedarme. 

—¿Qué de lo que llevaste aún conservás?

—Es que creo que casi nada… recuerdos de mis… fotos de mi familia, de mis amigos. No, nada.

—¿Qué recordás de Corrientes?

—De Corrientes, todo recuerdo de Corrientes. Es un lugar al que siempre voy a volver. Mi hogar,  mi familia. Ahí nací, mis seres queridos, como la esencia, digamos... 

—Contame tu trabajo en Miami.

—Trabajo en una agencia de entretenimientos y de eventos, en la que organizamos viajes; sobre todo de despedidas de solteras o solteros, es un itinerario de viajes en realidad, porque cada grupo o cada persona nos indica qué le gustaría hacer, por ejemplo, ir a cenar en un restaurante, un día de yate, el hotel, boliches o lo que quieran; y según lo que quieren, le organizo el itinerario con un presupuesto de viaje. Entonces, le organizamos un fin de semana o la semana;  viajes o eventos para universidades que hacen viajes de graduación como si fuera Bariloche pero se trata de una universidad de Pensilvania o Nueva York. Los lugares más del norte que van a pasar una semana de playa a Miami son nuestro público; son eventos grandes, son ocho eventos que se hacen en un fin de semana para 500 personas y más o menos de eso se trata el trabajo en general.

—¿Cómo te llevaste con el idioma?

—Bien, en realidad yo estudié desde muy chica inglés en Corrientes, el único inconveniente fue que siempre estudié inglés británico y el inglés americano es diferente, digamos, si bien se entiende y te adaptás, al principio me resultaba bastante complicado entender porque se habla mucho más rápido y acortan las palabras; el británico por ahí es más correcto, pero sí, fue fácil digamos.

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