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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Los juegos del hambre

Por Jorge Lanata

Publicado en Clarín

La idea del hambre lleva implícita, como consecuencia, la idea de rebelión. Uno de los clásicos de la nueva ciencia ficción, The hunger games, de Suzanne Collins, cuenta que hace 74 años en Panem, que alguna vez había sido Norteamérica, los doce distritos afectados por la pobreza se rebelaron contra la riqueza que controla el Capitolio, que ganó la batalla.

Desde entonces, en recuerdo de su autoridad y como castigo a la rebelión, el Capitolio organizó los Juegos del Hambre: cada año, cada distrito debe elegir un hombre y una mujer, entre 12 y 18 años, para que peleen a muerte en una arena televisada. El hambre, claro, continúa en Panem. En Argentina el hambre fue, desde el 19 de noviembre de 2019, parte de una “batalla épica”, como presentó el Presidente entonces. Un año y ocho meses después, Arroyo y Tolosa Paz, los protagonistas de la Mesa del Hambre, terminaron como candidatos y Argentina tiene diez puntos más de pobreza, en el Conurbano volvió el trueque y en la provincia que define la elección siete de cada diez chicos son pobres.

El Ministerio del Hambre, perdón, de Acción Social, siempre se caracterizó por su “poder loteado” y sus “cajas”: allí Alberto logró poner a tropa propia, Daniel Arroyo, que llegaba desde el Frente Renovador. Arroyo terminó siendo el árbitro de un organigrama que funcionó bajo tensión y termino siendo parte de otro libro, “El proceso” de Frank Kafka, cuyo protagonista es, justamente, Josef K. Bajo Arroyo estaban (y seguirán estando, aunque ya Arroyo no esté):

l Emilio Pérsico, titular del Movimiento Evita, quien controla los más de 570.000 planes sociales.

l Daniel Menendez, líder de Barrios de Pie.

l Fernanda Miño, del movimiento Patria Grande, cercana a Grabois, que maneja las obras en los barrios populares.

l Laura Alonso, de la Cámpora, secretaria de Inclusión Social. Los chicos de Maximo tienen allí un brazo territorial que se suma a la Anses y el Pami, que también manejan.

Como era de preverse, la historia de Arroyo terminó mal: hoy logró treparse al puesto número 12 de diputados en la provincia de Buenos Aires. El exministro le pidió a Alberto “una salida decorosa”. En 2020 Arroyo manejó un presupuesto de 86.000 millones, que luego fue triplicado. Este año contempla uno de 208.585 millones. El grueso de los recursos se destina a la tarjeta Alimentar y el resto a “Potenciar Trabajo” que es el plan que reclaman las organizaciones sociales: son 12.636 millones de pesos para llevar adelante un supuesto proyecto productivo que nadie controla ni exige contraprestación alguna. Lo reciben unas setecientas mil personas. Las organizaciones sociales empezaron batallando contra la tarjeta Alimentar, que se entrega a 1.900.000 familias por parte del gobierno sin pasar por las organizaciones. Son $ 12 mil para familias con tres hijos o más.

“Emilio Pérsico estaba de acuerdo con la tarjeta, pero cuando vio aquello no había más guita para las cooperativas del Plan Potenciar se dio vuelta y empezó a criticar públicamente”, le dijo a Clarín un funcionario que participó de las conversaciones sobre las medidas.

“La tarjeta es pan para hoy y hambre para mañana, se la come la inflación”, comentó Pérsico en mayo pasado. En ese momento la Cámpora presionaba para lograr un nuevo IFE, el ingreso federal de emergencia que se dio en plena pandemia. Ante la discusión, Alberto ni siquiera arbitra: “Los compañeros creen que la pobreza del 57,7% de los pibes menores de 14 años se resuelve fortaleciendo la economía popular. Son opiniones”, dice, con cinismo, un colaborador del Presidente. Por algún motivo quedó abandonado, en el campo de batalla, el Fideicomiso de Integración Social Urbana de Villas y Asentamientos, también llamado Fisu, que surge de una ley aprobada por Macri en 2018, también fruto de un acuerdo con los movimientos. El Fisu tiene hoy unos 45.000 millones, y recién ahora empezó a abrirse a cuentagotas: la plata debe destinarse a 4.416 barrios populares. En su corta historia, Arroyo pudo sortear el escándalo por los sobreprecios de 50% en la compra de alimentos, que terminó con el despido de quince funcionarios. La “Mesa del hambre” de Victoria Tolosa Paz arrancó con marketing y terminó haciendo talleres por zoom; dejó de reunirse y las figuras se fueron bajando hasta no quedar nadie. La propia Tolosa Paz ahora la presenta como una “consigna”, ya no una “batalla épica”. Su trabajo fue de “enlace interministerial”, ya que no dependía de Arroyo sino de Presidencia y “articulaba” con él.

Arroyo le había pedido a sus colaboradores que aguantaran hasta diciembre, pero los tiempos se adelantaron: Alberto tuvo que abandonar su idea de cambiar el gabinete después de la elección. El domingo recibió en Olivos a Juanchi Zabaleta, intendente de Hurlingham, uno de los primeros “albertistas”, enfrentado a la Cámpora. 

Juanchi estuvo con Randazzo en 2017 y fue uno de los pocos intendentes que sacó los pies del plato. Alberto le pidió dos cosas: que baje la lista de concejales que el mismo encabezaba en Hurlingham contra la Cámpora y que sea ministro de Desarrollo Social. Alguien tiene que organizar los juegos del hambre.

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