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Volver a crecer, un desafío para todos

Por Alieto Aldo Guadagni

Especial 

El Gobierno ha sufrido una derrota electoral que ha generado incertidumbre sobre cuál será el próximo sendero de la política económica, incertidumbre estimulada por numerosas voces que insisten que ahora se “trata de poner plata en el bolsillo de la gente”. 

Ojalá estuvieran en lo cierto quienes ofrecen esta fácil receta curadora de nuestra pobreza y de nuestro estancamiento económico. Pero el problema es que nuestra realidad es otra, como lo evidencia lo que ha venido ocurriendo en la última década.

Comencemos por señalar que no hay crecimiento económico sin inversión, y no hay inversión sin ahorro, pero atención, aquí entra a jugar negativamente nuestro gran déficit fiscal. Ya que el déficit fiscal es ahorro negativo, es decir mientras mayor sea, menos será el ahorro y por ende menos serán las inversiones. 

Es decir, con déficit fiscal excesivo y prolongado no puede haber un sostenido crecimiento económico. Este es el gran desafío que enfrenta Argentina, que debe ser encarado sin demoras para fortalecer un crecimiento económico por un lapso prolongado, para así poder abatir la creciente pobreza y la indigencia.

Los países que crecen expandiendo de una manera sostenida su producción y su empleo, lo hacen impulsados por el esfuerzo de su propio ahorro, orientado a financiar las inversiones destinadas a aumentar la oferta de bienes y servicios. Esto no significa que la inversión extranjera no sea importante, aunque en menor medida que la propia inversión nacional, financiada por los recursos aportados por el ahorro interno. El papel de la inversión extranjera es complementario, pero nunca sustituto de la inversión financiada por el propio ahorro. Las inversiones no “llueven” desde afuera sino que “brotan internamente”.

Hace décadas el liderazgo argentino era indiscutible en América Latina. Pero la situación es hoy muy distinta. En 1980 el PBI por habitante argentino era casi el doble que el de Chile, ahora en el 2020 el chileno es 12 por ciento mayor; algo similar ocurre cuando se comparan Argentina y Uruguay, en 1980 el PBI por habitante argentino era el doble que en Uruguay, ahora el del vecino país es 9 por ciento mayor. 

Crecieron más que nosotros también Perú, Colombia, Brasil, Bolivia, Ecuador y Paraguay. Destaquemos que Venezuela y Argentina son los dos países de la región cuyo PBI por habitante no solo no creció en la última década sino que retrocedió.

¿Qué viene ocurriendo con las inversiones productivas sin las cuales no hay crecimiento y creación de empleo genuino? Los países latinoamericanos registraron distintas magnitudes en el 2020 en las inversiones en capital fijo, en proporción al PBI. 

Los siguientes países de la región acumularon Inversiones mayores al 20 por ciento del PBI: Chile, Ecuador, Nicaragua, República Dominicana y Panamá. Por su parte, superan el 17 por ciento del PBI las inversiones productivas de Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay. 

Estas inversiones en nuestro país fueron de apenas el 14,2 por ciento del PBI. Por esta razón, no es difícil entender porqué nuestra economía poco crece y tampoco porqué genera pocos empleos productivos.

Las inversiones externas de carácter productivo se han reducido en nuestro país. Según Cepal llegaron a 14,3 miles de millones de dólares en el 2010, 10,9 miles de millones en el 2015 y apenas 2,7 miles de millones el año 2020. En el 2010 nuestro país captaba el 9 por ciento de todas las inversiones externas en la región, este porcentaje se redujo drásticamente al 3 por ciento en el 2020. 

El comportamiento de estas inversiones en los años de la pandemia fue distinto entre las naciones de la región, por ejemplo, estas inversiones en Paraguay en el año 2020 fueron 24 por ciento mayor a las del año 2018, mientras que en Chile fueron también mayores (10 por ciento). En el otro extremo se encuentran Perú y Argentina, con caídas de 86 y 66 por ciento.

En definitiva, volver a crecer y dejar atrás el prolongado retroceso económico y el gran aumento en la pobreza y la indigencia no será tarea fácil. Es ya la hora de un amplio acuerdo político para volver a crecer, desde ya que con esto solo no alcanza, pero sin esto no será posible. Es hora de asumir la realidad y acordar entre las fuerzas políticas la implementación de las políticas económicas para comenzar a transitar por el sendero del crecimiento y la inclusión social. No podemos aceptar que el futuro de nuestros hijos sea el éxodo.

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