José Luis Zampa
Si a las armas las carga el diablo, a las motocicletas que transportan más de dos personas las prepara Belcebú. A partir de esta máxima acientífica, pero irrefutable, este informe llega para advertir sobre una verdad de Perogrullo: no está bien transitar en motovehículos en modo “familia rodante”, aunque las condiciones económicas manden a la hora de correr tan inmenso riesgo.
El horrible final que padeció un pequeño de dos años en la madrugada del lunes 10 de octubre, en la avenida Sarmiento de Resistencia, volvió a instalar el debate sobre las condiciones en las que miles de personas viajan a bordo de las populares motos chinas de 110 centímetros cúbicos, producto que desplazó del mercado a los viejos ciclomotores de dos tiempos y generó, gracias a las prestaciones de su motor, las condiciones para que sobre un mismo rodado se desplacen dos adultos con dos o tres niños a la vez.
¿Faltan controles? Podríamos decirse que sí, pero en realidad no. A diario se observan los procedimientos de secuestro de motos que infringen por distintos motivos las normas de tránsito, situaciones que no representan escarmiento alguno por cuanto las personas que llevan a cabo esta práctica apelan a la idea psicopática de “no me va a pasar”.
Quizás haya sido el pensamiento que atravesó a los padres del pequeño fallecido en el asfalto del acceso a la vecina ciudad de Resistencia, en medio de una caravana de motos, durante una noche de desenfreno.
El pequeño perdió la vida junto con su padre, mientras que su madre quedó internada en grave estado.
Pese a la profusa difusión del hecho, al día siguiente todo siguió igual. Incluso con los mismos trucos para burlar los agentes de tránsito, como por ejemplo frenar antes del retén, hacer descender a los pasajeros extras, cruzar el operativo conforme la normativa, y volver a cargar a los ocupantes en la siguiente esquina.
Sin dudas que las razones de esta costumbre suicida se explica a través de factores sociológicos donde se combinan las condiciones económicas y la matriz cultural de los usuarios.
El precio del boleto urbano a 60 pesos resulta caro en comparación con los 160 pesos que cuesta el litro de nafta súper, suficiente para que una motocicleta de baja cilindrada ruede el triple del recorrido que se puede hacer en un colectivo. Pero allí no se acaba la ecuación.
Veamos: el circular en moto (incluso con prudencia y de acuerdo a lo que la ley manda) implica un riesgo de siniestralidad sensiblemente más alto por razones que están a la vista y todos conocemos.
Caerse de un vehículo sin carrocería, ser embestido o incluso resbalar significa una lesión que puede ir desde un raspón hasta una fractura, con todas las consecuencias derivadas: tratamientos médicos onerosos, inmovilización del miembro lesionado, internación, imposibilidad de concurrir al trabajo, reparación de la motocicleta, etcétera.
Poner en la balanza esos factores es responsabilidad de los motociclistas que, por necesidad, apuro o practicidad, suben al hijo de 5 años adelante, a su esposa detrás y al hijo de 7 años en el portaequipajes trasero, como si la moto fuera un racimo de personas invulnerables, con atributos sobrenaturales para sobrevivir a la jungla urbana que son las calles y avenidas de una ciudad, cualquiera sea. ¿Por qué las personas que llevan a sus hijos en moto no toman en cuenta esas razones? La respuesta es indefinida, pero achacar esa responsabilidad exclusivamente a las autoridades no basta, pues se necesitaría apostar un policía en cada cuadra.
La educación, la divulgación de mensajes en pro de la toma de conciencia, las demostraciones de que existen otras alternativas más seguras como llevar a los hijos a la escuela del barrio, caminando, son métodos posibles que, con el correr del tiempo, podrían contribuir a un cambio idiosincrático indispensable, si de priorizar la vida de tantos inocentes se trata.
La normativa y los hechos
Muchos motociclistas que deciden asumir el riesgo de llevar a sus hijos apeados al portaequipajes se amparan en algunos vacíos legales como el hecho de que la Ley Nacional de Tránsito no fija una edad límite para transportar menores en vehículos de dos ruedas. Sin embargo, la ordenanza vigente en la ciudad de Corrientes especifica que no puede viajar más de un pasajero y que las condiciones sine qua non consisten en llevar casco (ambos ocupantes) y estribos ubicados de moto tal que los pies del pasajero vayan correctamente apoyados. Es decir que un niño de corta edad no debe viajar en el asiento trasero de una motocicleta. Si por razones de urgencia el padre o la madre deciden llevarlo de todos modos, existen dispositivos de seguridad como camperas para evitar escoriaciones, cascos con el talle adecuado al diámetro craneal del menor, prolongadores de estribos y asientos adaptadores. Claro que todo ese equipamiento no ofrece garantías y su costo rompería la principal motivación de esta imprudencia recurrente: gastar lo menos posible en transporte.