Por Ricardo Caito Leconte
Especial para El Litoral
Durante años, la conducta de los Kirchner sobre el manejo de la cosa pública fue observada como poco clara por los argentinos, su crecimiento patrimonial era llamativo, dado que el propio Néstor había declarado antes de ser presidente que solo tenía un terreno en Río Gallegos comprado con mucho esfuerzo.
Pasaron los años, se sucedieron las denuncias y la Justicia terminó por condenar a Cristina Fernández y Lázaro Báez por fraude al Estado, no por asociación ilícita, delito también investigado. Con esta sentencia, se comprobó cómo se enriquecieron los Kirchner, defraudando al Estado, las constructoras de Báez recibieron el 78 % de todos los proyectos que se asignaron y apenas terminaron 27 de 51 obras y lo más grave, 24 adjudicadas fueron abandonadas, habiéndose cobrado la totalidad de la construcción.
Cristina Fernández es hoy la persona con mayor poder en el país, por lo que fue, por lo que es, por lo que representa y porque su agrupación tiene el control de los mayores presupuestos en el gobierno nacional. A pesar de ello, la Justicia la condenó.
“…El proceso no hace el crimen y el verdadero castigo del criminal no consiste en sufrir la pena, sino en merecerla, no es la pena material lo que constituye la condena, sino la sentencia. Es la sentencia la que destruye al culpable, no la condena”. Juan Bautista Alberdi en el Crimen de la Guerra.
Como dice Carlos Montaner, liberal cubano en el exilio: “La honradez debe ser una de las virtudes fundamentales que se esperan de un político. Pero no solo porque los corruptos le hacen una daño material a los ciudadanos,- de 82.000 millones de pesos según la sentencia-, sino porque la corrupción, una vez entronizada, tiende a deslegitimar todo el sistema democrático, y ello genera una serie de comportamientos nocivos que empobrecen al conjunto de la sociedad”.
El fallo que sanciona a la vicepresidenta afirma las instituciones, consolida la justicia, fortalece la República.