Por Rolando Camozzi Barrios
Especial para El Litoral
Entiendo que fue en los primeros meses de 1966, siendo David Martínez director del suplemento literario del diario Corrientes, el año que tuvimos la alegría de recibirlo en nuestro Instituto José Manuel Estrada de Goya. Habiendo aceptado nuestra invitación, nos ofreció una panorámica de su mundo poético (“Ribera sola”, “La tierra apasionada”, “Órbita del amor” y un adelanto del “Resplandor del olvido”) mundo poético que entonces estaba todavía en plena gestación. Era ya, sin embargo, un poeta reconocido aún cuando todavía ni “El exilio en el mundo” ni su “Canto a Caá Catí”, acaso sus mejores obras, habían hecho su aparición.
Rescato en la distancia su figura algo frágil, su rostro un poco pálido, su comentario sereno, su voz entonada en la lectura de emoción contenida. Su poesía echaba raíces hondas en el humus de su tierra encendida de una nostalgia no apaciguada, desbordada en su lírica.
Esta antología: “El exilio en el mundo” (Buenos Aires 2021) que nos ofrece un compueblano suyo, también hijo de Caá Catí, Rodrigo Galarza, se destaca por su minuciosa investigación, su criterio ponderado en la selección, tanto de los poemas cuanto de los datos suficientes de la biografía del poeta (el mundo de infancia y adolescencia, el paisaje oloroso de su tierra, las vivencias nutricias y raigales) que aportan claridad a la mejor comprensión de su identificación con su tierra vivida. Y más aún, desde la distancia porteña tan contradictoria en su febril urgencia, con la paz de los atardeceres con música de jilgueros y zorzales, florecillas silvestres y rostros tostados por soles en un cielo límpido en su azul ofrecido.
La Tellus Mater será un regreso siempre obsesivo, el magma en donde abreva y se sustenta la nostalgia creciente y persistente que acompañará su creación. Caminando por las calles de Buenos Aires, el poeta vive en otra instancia de experiencias que resuenan desde el paisaje primigenio de su infancia, el renovado amanecer que sigue trocando el asfalto en naturaleza olorosa de pueblo.
La nostalgia, tan persistente en el poeta, conjuga al mismo tiempo ausencia (distancia), lo que supone un dolor de pérdida, de la inmediatez vivida y palpitante; y presencia (vivencia) porque se rescata en la memoria del corazón lo vivido, persistido, como una experiencia acuciante. “Abandonado. / Te inclinaron lo mismo que a las plantas / cuando diciembre ronda un tibio anuncio de grillos / allá en Caá Catí / donde tu adolescencia cantaba entre veranos y arboledas. / Y nadie sabrá nunca , corazón mío, sin paraíso posible” (Del poema “Mordeduras de la sombra”).
Si la nostalgia es una forma de regreso al tiempo y al ámbito vivido, con toda la fuerza de asimilado, (en especial el despertar de infancia y adolescencia), lo es también el hombre que ahora canta en la belleza lo que sin embargo nunca perdió del todo, lo suficiente para salvarlo en la hermosura de la palabra creadora. (“Lejos, lejos, vuelvo los ojos. / oh Caá Catí de mi infancia, / con sus jilgueros y su manso sol / todavía dorando mi memoria. / Derramado estará sobre mi casa, / junto al huerto pedido de mis ocios; / allí, las violetas que mi madre cuidaba / en medio de aquel patio, en otro tiempo mío. / Lejos vuelvo los ojos, / como quien todo ha perdido y solo tiene / el resplandor de la felicidad / que hace más compasivos sus momentos” (Del poema “Allá donde quiero apagarme”).
Finalmente, la antología nos ofrece un conjunto de ponderadas opiniones, selectas y seleccionadas, crítica literaria, dos docenas de fotografías, dibujos y retratos y algunos poemas escritos a mano por el poeta.
Corrientes tiene valiosos y destacables poetas que merecen ser más conocidos y estudiados en su aportación de belleza. Que este trabajo prolijo, medido, ponderado y con amplio conocimiento del poeta antologado anime a otros críticos y estudiosos. La intimidad con la belleza creativa nos hace mejores.