Melina Lattmann
DNI 31.029.528
Estimada Dra. Cristina Franco:
Me he enterado de la historia de Martín a través de las redes sociales y he leído también su descargo en el diario El Litoral. En primer lugar, lamento mucho que hayan violentado su domicilio tirando piedras y profiriendo gritos e insultos; habrá sentido mucha inseguridad Ud. y su familia. Espero se encuentre mejor luego de aquel incidente.
Recuerdo una parte del artículo en el que Ud. dice que debieron haberla criticado en ese momento (año 1997) y no ahora (año 2022). Es que décadas atrás, la conciencia ecológica que existía no es la misma de hoy. Se ha avanzado muchísimo en cuanto al conocimiento y respeto por la vida de los demás seres que habitan junto a nosotros este hermoso planeta.
Cuando era pequeña, mis padres nos habían regalado a mis hermanos y a mí una pareja de hamsters, los cuales teníamos en una pecera. Nos divertía verlos correr en su ruedita y escarbar el aserrín. No lo sabía en ese momento, pero ellos intentaban escapar de esa prisión de cristal en la que vivían sometidos para nuestro divertimento de niños. Finalmente lograron salirse y nuestro perro terminó con sus vidas. Luego siguió una pareja de tortuguitas, las cuales tuvieron el mismo destino.
Recuerdo también veranos en el mar en familia y los paseos a caballo por la playa. Era algo hermoso sentir el pelaje y el olor equino, la brisa marina, un panorama de ensueño para los recuerdos posteriores… y también en un completo desconocimiento de cómo eran explotados día a día aquellos seres, aguantando a diario turistas que les lastimaban las costillas dándoles puntadas o amenazándolos con varillas para que troten más rápido.
Tengo un recuerdo más, que seguramente Ud. recordará también: un tucán precioso en el Hotel de Turismo. Durante años lo he visto cada vez que pasaba por allí. Yo era muy joven en ese momento y no entendía que los animales podían tener sentimientos. Un día me acerqué a la jaula y su ojo azul me miró fijamente. Pude sentir su tristeza y algo en mí cambió para siempre.
He crecido viendo todo tipo de aves y otras especies de animales en jaulas y peceras de todos los tamaños. Pensaba que era algo natural, divertido, incluso tierno.
Escribo la siguiente carta para alcanzar su fibra más humana. Yo también estuve en ese lugar de desconocimiento respecto a los sentimientos de los animales. Nadie es culpable ya que en nuestra ignorancia, somos inocentes. Estar encerrado en una jaula pequeña, en soledad, apartado del cielo donde las alas pertenecen, de los pares… nuestra experiencia como humanos no es muy distinta de la de las aves. Nosotros también experimentamos lo mismo en ocasiones, solamente que nuestra jaula muchas veces es mental y no necesariamente física.
Comprendo que Martín ha vivido prácticamente toda su vida junto a Ud. y que han generado un lazo estrecho y profundo. Comprendo también que la propuesta y decisión de entregarlo a un centro de rescate le resulta difícil debido a esta relación que existe entre ustedes y que probablemente sea cierto que lo perjudicaría más que beneficiarlo ya que para él, Ud. es parte de su vida, su familia inclusive.
No es mi intención convencerla de algo; sí me gustaría lograr que en su corazón despierte este entendimiento que un día despertó en el mío: todos los seres hemos venido a este mundo a vivir en libertad.
Me pregunto en qué momento y bajo qué fundamentos hemos, como humanos, sentido que teníamos derecho a decidir sobre la vida de los demás seres.
No es la oferta el problema, sino la demanda. Depende de nosotros como consumidores terminar con estos lugares de tráfico disfrazados de pet shops y criaderos de animales en cautiverio, como así también su adquisición en ruta.
Más allá de la creencia religiosa (o no) que pueda tener cada uno, existe una fuente creadora de la cual todo surge, y con ello una ley natural, y las jaulas o cualquier otra forma de limitación espacial atenta contra esta ley divina.
El significado de su nombre (Cristina) es de origen grecolatino y significa “Aquella que sigue a Cristo”. Siento que es Ud. una mujer de Dios, y siento en Ud. el amor por Martín. Desconozco los motivos que la impulsaron a adquirirlo en su momento y también siento que Ud., como yo hace unos años, se encuentra en un estado de desconocimiento respecto a esta conciencia ecológica. Estoy segura que cuando lo compró no estaba en sus planes que él tenga una vida de limitaciones. Estoy segura también que su compra estaba motivada por el cariño hacia las aves.
Pero este desconocimiento recubierto de afecto (como a mí también me pasó) tiene un impacto inmenso en los animales que vivieron y viven junto a nosotros. Puede que sus necesidades básicas estén suplidas, pero su verdadera naturaleza se ve cohibida, vejada y afectada para siempre. Probablemente en algún aspecto de la vida nosotros también estamos privados de nuestra libertad y eso se proyecta en los animales.
No hay ley humana que pueda estar por sobre la ley divina. Nuestras legalidades son un atropello a los derechos de los demás seres; nos han hecho y nos hacen creer que estamos haciendo bien las cosas por haber adquirido un ser de manera “legal” como si fuese un objeto, un artículo de decoración. Pero esto solo nos sirve a nosotros los seres humanos. Los demás seres quedan a merced de nuestra creencia de tener derechos sobre su vida.
Es claro que Martín nunca conocerá la vida en libertad ni surcará el cielo con sus alas extendidas, junto a otros guacayamos. Martín nació y creció sin saber que sabía volar, Martín no conoce la sensación de estar en la copa de los árboles, no sabe lo que es encontrar su pareja que será para toda la vida y lo que significa armar un nido y vivir en comunidad. Con fines comerciales, a Martín se le arrebató su derecho divino de ser.
La animo a permitirse asesorar por especialistas respecto a los cuidados que requiere Martín, como así también a disponer de un espacio más amplio y adecuado para que él pueda expandirse. La animo también a dejar de ser cómplice de este comercio, de este tráfico, para que en un futuro Ud. sea también una pieza esencial para y por la libertad natural de todas las especies. Siempre hay tiempo para transformar las cosas, para elegir un mejor camino, y estoy segura que quiere lo mejor para su Ara ararauna.
Esta carta es para Ud. Dra Franco, es para mí también y es para todas aquellas personas que poseen un Martín o cualquier otra especie animal en su hogar, apartada de su verdadero hábitat, de su verdadera esencia, de su verdadera vida.
Animo a la Dirección de Recursos Naturales de la Provincia de Corrientes y al Ministerio de Ambiente de la Nación a revisar las leyes humanas que aún hoy permiten la tenencia de especies exóticas para que culmine este tráfico, esta trata de especies y toda acción que atente contra la libertad y los derechos de Natura, disfrazado de comercio legal.
Por Martín y por todos los que hoy están en una jaula, en una pecera, o prisioneros en su mente.