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El Nerón del Plata

Por El Litoral

Domingo, 04 de septiembre de 2022 a las 01:00

Por Juan Carlos Raffo
Especial para El Litoral

 

Este título lo extraigo de las memorias de un notable de la historia argentina en el siglo XIX, el correntino Pedro Ferré. Con este título editaré próximamente uno de mis próximos libros: “El Nerón del Plata”.
El título de este libro se desprende de las memorias de don Pedro Ferré. Tres veces gobernador de Corrientes, siempre en períodos alternados y sin duda el protagonista principal de la Organización Nacional. De la trascendencia que ha tenido esta figura correntina, habla de por sí, que cuando se sanciona y jura la Constitución nacional, sus pares de la época lo ubican en el sillón de la Presidencia de la histórica ceremonia; y está su figura en el cuadro que engalana los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación. Esa distinción para con el “Carpintero de Rivera”, es la síntesis de su entrega como gobernador y político, por ser el constructor del sistema republicano en su provincia y el inspirador de cinco ejércitos libertadores que  se levantaron en Corrientes contra la sanguinaria tiranía de Rosas. 
Dice Ferré en sus memorias- quiero referir un suceso notable para la historia, y de que muy pocos estarán impuestos”. Llegué a Buenos Aires en diciembre de 1829 donde tenía buenos y muchos amigos, invitado por ellos y cómodamente sentados en un patio caluroso, fui instruido sobre el plan que Rosas le había propuesto establecer, de acuerdo con algunos de los principales personajes de Buenos Aires, cuyo resultado debía ser, en líneas generales, “subyugar a todas las provincias, única posibilidad para vigorizar la nuestra”. 
Solo atiné a decirle a los presentes y entre ellos muchos amigos y conocidos con los que tenía una amistad considerable: “Si esto que les expuso Rosas, ustedes lo admiten: están dando a luz un Nerón en el Plata”.
El prólogo de una obra “síntesis” de la personalidad del tirano; es imprescindible transcribirlo como un  homenaje a la Librería y Editorial “La Vanguardia”, que lo editó en el año 1943 con el aporte de 127 autores. 
Es notable la vigencia que tienen sus páginas. La lección que querían dejar en los umbrales de la era del populismo, quienes advertían, al igual que hoy, como la “barbarie” amenaza en superar a la civilización y es lo que nos debe preocupar como sociedad y Nación.
Y esto dice aquel premonitor prólogo de la obra que tomamos como base para este ensayo de nuestros días, en el 2022:

La tiranía y la libertad     
De un tiempo a esta parte ha recrudecido la tentativa de hacer la apología de la tiranía de Rosas en libros destinados al público en general y, lo que es más grave aún, en aquellos que han de utilizarse como textos de clase o de consulta en los establecimientos oficiales del país. Esa apología fue intentada desde hace ya mucho tiempo. Se vio en ella un prurito de originalidad, y los que la intentaron cayeron naturalmente en el vacío y el olvido.
Rosas en su niñez —dice José M. Ramos Mejía— mostraba ya en gestación activa todo este cúmulo de extravagancias morales que después han acentuado tanto su fisonomía. Se refiere que inventaba tormentos para martirizar a los animales y que sus juegos en esta edad de adolescente, consistía en quitarle la piel a un perro vivo y hacerle morir lentamente, sumergir en un barril de alquitrán a un gato y prenderle fuego, o arrancarle los ojos a las aves y reír de satisfacción al verlas estrellarse contra los muros de las casas. Ese cuerpo tan artísticamente formado y macizo, se desarrollaba exuberante en la vida saludable de la campaña, en pleno campo y con él, esos instintos de ferocidad que forman su alma. En esos enfermizos entretenimientos juveniles se presentía ya al asesinato aleve de Maza y de Camila.
En la mirada inquieta de aquel niño temible podía descubrirse un cerebro precoz, batido por mil pensamientos siniestros, y a través de su pecho se hubiera percibido el ruido tumultuoso y convulso de un corazón agitado por la impaciencia de horrores y de sangre.
Tenía ya todos los atributos de esta enfermedad mortífera y se hacía notable por sus malos instintos, sus insubordinaciones y sus actos de violencia. Conociendo los padres sus instintos perversos, su carácter rebelde y atrevido, lo colocaron de mozo de tienda bajo la dirección inflexible de un señor Ildefonso Paso, quien le dio algunas lecciones de escritura, conservándolo hasta el día en que huyó. En esta tienda cometía toda clase de extravagancias y “diabluras”: se peleaba con los que iban a comprar; destruía todos los géneros y tajeaba los sombreros con un cuchillo.
Después fue enviado a un establecimiento de campo, bajo las órdenes de un esclavo, capataz de la estancia, que solía castigarlo severamente. Cuentan que un día, habiéndose malgastado un dinero, su padre lo llamó para reprenderlo. Rosas lo escuchaba silencioso, permanecía inmóvil y de pie, mientras su padre le hacía severos reproches por su vida desordenada y cuando terminó la arenga paternal, se sacó su poncho y arrojándolo a la cara del padre se alejó haciendo ademanes indecentes. 
A Rosas se le advierte sus caracteres degenerativos desde la infancia. Señalados los efectos de los influjos hereditarios veamos cuáles podrían ser los del hogar. A este respecto dice Sarmiento que: “su educación doméstica se resiente de la dureza y terquedad de las antiguas costumbres señoriales. Yo he dicho que su  madre, de un carácter duro, tétrico, se ha hecho servir de rodillas hasta sus últimos años; el silencio lo ha rodeado durante su infancia, y el espectáculo de la autoridad y de la servidumbre, han debido dejarle impresiones duraderas. (Facundo - Domingo Faustino Sarmiento).
Ernesto Quesada manifiesta por su parte, que “nacido en un hogar típicamente colonial donde la madre a sus cualidades y virtudes de matrona unía la costumbre de ser despótica, imperativa, aristocrática y tirana en la familia. Rosas no tuvo que adquirir siquiera en la niñez ese carácter autoritario que después personifica: lo bebió en la cuna, lo desenvolvió en la juventud y lo afirmó en la vida pública. 
Nerón a los 13 años fue adoptado por el emperador Claudio —bajo las presiones de su madre Agripina—, de esta forma, tras la muerte del Emperador, el joven Nerón heredaría el trono imperial. Una de las hipótesis que se manifiestan, considera que la muerte de Claudio estaba relacionada con el suministro de setas envenenadas preparadas por Locusta a indicación de la propia Agripina.

Su ambiente 
Conocidos ya los factores herencia y hogar, veamos ahora el relacionado con el ambiente: su verdadera escuela fue, en rigor, la Pampa, con su vida, prácticas y costumbres primitivas: y el gran atractivo de su infancia y su adolescencia fue el ambiente gaucho y el trato con los indios, en cuyo ambiente se refirmó y modeló su manera de sentir, pensar y obrar, esto es, su personalidad, lo mismo como patrón de estancia que como futuro gobernador de la provincia y mandatario efectivo de la nación.

Nerón
Desde el principio, su modelo masculino fue su tío, y no tuvo un entorno muy agradable en su niñez. Creció pensando que el asesinato era la norma, y que podía utilizarlos a su conveniencia. Su madre lo utilizó para conseguir el poder, ya que las mujeres no podían ejercer el poder en esa época por si solas.

Choque de Rosas 
con Sarmiento 
No fue un choque de hombres el de Domingo Faustino Sarmiento y Juan Manuel de Rosas, ni un choque de políticos, sino de dos filosofías. Una filosofía fue la de la libertad; la otra, la del absolutismo. (El absolutismo es un sistema de gobierno absoluto, en el cual el poder reside en una única persona que manda sin rendir cuentas a nadie). Sarmiento representó la Patria; Rosas, la anti patria; Sarmiento, la tradición liberal hispanoamericana, nacionalista, triunfante en mayo de 1810 y en julio de 1816; Rosas, la tradición despótica, antinacionalista, extranjera, de origen borbónico-calvinista, derrotada en mayo y en julio de 1810 y 1816. Cuando se comprende y estudia a Sarmiento y a Rosas dentro del campo de las ideas se llega, realmente, al fondo del problema, se ve con claridad y no se duda en los juicios. Los documentos no deben servir como curiosidades ni como elementos para la cronología, sino como fuentes de pensamientos, de filosofía y de acción política. 
Tenemos que situarnos, de verdad, en la historia y no en las observaciones pueriles, en la discusión infantil de si un gobernante hizo bien un determinado acto o no lo hizo. Todo esto puede interesar o divertir a escolares sin criterio y a viejos sin inteligencia, pero no al historiador que ve la historia como vida y la vida como idea. Toda vida pasada es imposible restaurarla, es, en síntesis, el resultado de otros miles de hechos. La historia, por tanto, debe estudiar las consecuencias espirituales, debe ver a los hombres como expresiones de propósitos o como pensamientos, no como fantoches a los cuales se les hace mover con hilos. Los hombres interesan, no por sí, sino por lo que representan, por lo que aceptan o por lo que niegan. Esta concepción de los hombres y, en consecuencia, de la historia, es la que tenían, por ejemplo, los Reyes Católicos. 

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