Especial Carlos Lezcano
El próximo sábado 17 de agosto se realizará el Festival Lapacho creado por los integrantes del grupo Tajy que lleva más de 10 años de trayectoria musical en la zona. El trío integrado por Belén Arriola, Jose Víctor Piñero y Alejandro “Tato” Ramirez masticaron durante mucho tiempo la idea de crear un espacio que contenga diversas propuestas estéticas relacionadas con la creación de un cancionero regional cuyos ejes sean la calidad y la pluralidad.
Después de 4 años de trabajos y reflexiones en torno del tipo de encuentro que deseaban realizar llega el festival Lapacho que este año convoca a una importante diversidad de géneros y artistas que llegan al espacio Mariño a compartir sus experiencias y territorios sonoros desde las 17 hs.
Durante toda la jornada, los artistas dictarán talleres y charlas sobre temáticas vinculadas a la escena local y regional y luego el público podrá disfrutar sus canciones. Esta edición estarán además de Tajy, Ale Maraso, Coqui Ortiz, Duo Bote y Maru Figueroa.
De acá a la China
Florencia Bobadilla integra junto al talentoso Abel Tesorieri el Duo Bote. Hace poco publicaron un disco llamado “Aromas del tiempo” cuyo título me llevó a un libro homónimo, del filósofo coreano-alemán Byung Chul Han. En el ensayo trabaja justamente sobre el arte de demorarse.
Han recuerda que en China se usó hasta finales del siglo XIX un reloj de incienso que llamaban hsiang yin, literalmente “sello de aroma”. Este artefacto constaba de una varilla de incienso que dibujaba una figura con forma de sello compuesto de algún verso. El sello-aromático arde en un recipiente ornamentado, con una tapa para protegerlo del viento. El filósofo dice:
“El tiempo que tiene aroma, no pasa, transcurre. Nada puede vaciarlo. El aroma del incienso más bien llena el espacio. Al dar espacio al tiempo, le otorga la apariencia de una duración. La brasa transforma el incienso en cenizas incesantemente. Pero las cenizas no se convierten en polvo. Más bien conservan la forma de su carácter escrito. El aroma del incienso intensifica el aroma del tiempo”.
La clave del trabajo del Dúo Bote es evocar a través de los sonidos, los aromas del tiempo provinciano en el litoral norte argentino. Tiempo y canciones concurren de manera fragmentaria, aparecen y reaparecen gracias a los aromas del tiempo.
Conversamos con Flor Bobadilla sobre el disco y sus procesos.
¿Cómo fue armar este disco? ¿Y por qué ese nombre?
En principio tenemos una serie de años trabajando con Abel Tesorieri. Los dos vivimos en Buenos Aires, yo soy de Misiones, él de Formosa y para nosotros el chamamé y la música litoraleña en general fue nuestra forma de volver a nuestros pueblos, a nuestras ciudades y por eso también el nombre y el concepto más o menos están dentro de la misma línea. Lo que nos pasa, es volver a cantar un chamamé de living y bailar en esta ciudad (Buenos Aires) donde no podés moverte demasiado porque no hay mucho lugar en los departamentos y entonces tenés que tocar medio bajito porque te sacan arando los vecinos.
Nos juntábamos a escuchar cassettes con Abel y llegamos a “Aromas del Tiempo”. Todo fue parte de un trabajo y proceso del dúo desde que nos empezamos a juntar allá por 2012 más o menos cuando nos conocimos. En 2015 grabamos el primer disco “Agua que corre” y en algún momento tuvimos que tomar distancia y cuando volvimos a juntarnos hay algo que me pasa con el tema de los aromas que es lo mismo que sucede con la música; nos podemos sentar a hacer memoria de hechos históricos y de cosas que nos han sucedido, emociones vividas y hay algo que el aroma que la música hace que trasciende cualquier barrera y momento. Podés estar caminando y de repente sentiste el aroma de un jazmín que te llevó al patio de tu abuela. La música tiene ese poder, por eso decimos que en realidad es una responsabilidad grande hacer música.
¿Cómo fue armar este disco?. Son canciones de otros tiempos, muchas de los 60, 70 ¿Y por qué volver allí?
En principio fue una época de muchísima producción y si bien hemos tenido referentes que han cantado las canciones de estos compositores también hay otras que quedaron ahí. Hay momentos donde hay canciones que se ponen de moda, que nos gustan escuchar y son clásicos que seguimos escuchando. A veces siento que hay que retomarlos y que hay que descuajeringar un poco y volver al orden pero no descuajeringar nada sin haber cantado y armado la canción tan cual es. En los proyectos que tenemos pensamos en la música como un manual histórico del juglar, cosas de los que están viviendo realmente, que van contando y escribiendo la historia paralela a la historia del poder
Las canciones cuentan verdades, cuentan cuestiones, de la esclavitud, de los trabajadores y de sus migraciones y nosotros tenemos que darle el valor a estas cosas y en ese sentido creo que en algún punto todavía nos faltan políticas culturales que recuperen estas cosas no como una cosa melancólica ni nostálgica ni de que lo que pasó fue mejor sino como muestras de una cosntrucción, de donde venimos para saber y para también guiarnos como faroles.
Lo que está bueno son faroles, no dejemos de cantar canciones que dicen cosas porque de ahí venimos. Volvamos a cantar canciones, a decir su poesía, hagamos una pausa y vivamos el ocio. Esta es la invitación al disco.
¿Cómo fue el trabajo de búsqueda de estas canciones? ¿Estaban en tu imaginario, en tu corazón o fueron aportando con Abel?
Siempre aportamos los dos porque este trabajo es plenamente a dúo, hay parte del repertorio que veníamos tocando y no lo habíamos grabado, también hacíamos mezclas de algunos chamamés. En el primer disco no grabamos dos que hacíamos juntos, grabamos uno entero, pero acá hay dos que están juntitos que también era una forma de escuchar música.
¿Alguna que hayas descubierto?
No conocía “Y el río lloró” y me encontré con esa canción cuando él me la trajo hace muchos años, encontré “El mojarrero” que propuse y que veníamos tocando pero nunca le encontrábamos la forma de ponerlo en un disco. Le llamamos Víctor Carrión que es un cientista riojano con el que hemos compartido un montón de cosas lindas y casi nunca música entonces ahí se sumó el Víctor
¿Estudiaste música?
Claro, estudié y terminé la escuela de música en Misiones y después me fui a Córdoba a estudiar composición musical, fonoaudiología y actuación. Vengo de una familia de músicos, mi papá tiene un grupo vocal que se llama Grupo Vocal “Armonía” donde es el arreglador, escucho folclore, tuve muy cerca la música de Ramón Ayala cuando todavía no le daban mucho lugar a Gualambao. Todo tenía mucho que ver con mi paisaje porque vivía en Posadas y tenía el río por todos lados. Desde casa escuchaba los festivales y la música llegaba hasta el patio de mi casa, me he dormido escuchando festivales, había una musicalidad en el ambiente.
¿Crees que el paisaje de algún modo colabora en tu musicalidad?
Si, en nuestra tonada, en nuestra historia siento que sí que hay algo también en lo que llevamos. Siempre me tuve que ir de Misiones para poder seguir construyendo algo o empezar un camino diverso, distinto, primero me fui a Córdoba y después a Buenos Aires y también viajé a otros países pero siento que hay algo de lo cultural que se construye desde nuestras tonadas, de nuestras formas y nuestros decires.
Leí una nota hermosa que te hicieron donde hablás mucho del río y sus bordes. Eso te determina.
El río, el borde, la orilla. Viste que se habla mucho del folclore como una raíz, siento que los que tenemos el agua cerca sabemos de otra raíz, una raíz de agua que también se prende y se aferra a algunas cosas, algunos bordes y temporalmente cuando viene o sube el río, por ahí nos corre y nos lleva lejos. Siento que nuestra música tiene que ver con el puerto, con otra partida, con otra forma de partir. Va un poco en esa línea la música que queremos hacer. Tal vez con menos dinero pero tenemos tiempo porque no nos apura ninguna industria, somos parte de la sociedad.
¿Hablas guaraní?
Mira, en mi casa no se hablaba guaraní y estaba mal visto hacerlo, empecé a estudiar porque mi idea era tratar de ser lo más respetuosa posible pero además empecé a estudiar porque empecé a escribir una obra de teatro que estaba en guaraní, que se llama “Extranjera lenta”.
¿Viste que en realidad uno siempre habla de las mismas cosas en algún punto?, más o menos transformada en algún punto. Siento que uno revuelve y va ahí dando una vuelta a los huecos de nuestra historia o de las cosas que fueron silenciadas, por eso a mí el guaraní me hace tanto ruido.
Contame tu historia con “Tu pañuelo” y “Solo rumores” o de “Sin saber porque”.
Trato de volver a las canciones que hablen de amor y de las formas de amor. Es algo que me pregunto y me cuestiono, porque no tengo muchas cosas muy claras. Estamos buscando otras formas de amar en este momento, de ser más atentos con lo sentimos. Creo que nuestra generación tiene que hablar del deseo y para hablar del deseo hay que callarse y hay que escuchar, por eso el tiempo, por eso el silencio, el ocio y la pausa.
Hablo de estar en contacto el deseo con algo que se tiene, se pulsa, algo que está vivo adentro que te patea y que te dice algo. Y para escuchar eso hay que escuchar el corazón, su latido pero tenés que bancar un toquecito, no es que lo escuches de toque, hay que hacer silencio y lugares a las canciones de amor.
Mirar de dónde venimos, mirar cómo se ha querido o sufrido o celado o tal vez, cómo se ha perdido. De eso se trata.