Cuando llega la hora de las definiciones todas las teorías ceden. Las más alambicadas estrategias y los más ensortijados trucos para captar la atención de las masas y transformar esa atención en el motor decisional del voto son auscultados por los sondeos finales para medir si fueron más o menos eficaces. Y todo lo que no se hizo antes, así como todos los errores cometidos hasta ese momento, ya no se pueden remontar.
En ese período crucial ha ingresado Corrientes, con su calendario electoral en punto caramelo y los distintos espacios anotados para la carrera del 31 de agosto en aprestos para el sprint final. Desde la perspectiva ciudadana este tramo perentorio no ofrece mayores cambios, pero los más perspicaces sin dudas notarán la disolución de los frenos inhibitorios de algunos candidatos, compelidos por la urgencia a dibujar volteretas trapecísticas.
Cada uno a su manera, los frentes electorales velan armas sin camuflajes. Se han quitado el frac de las formalidades y el boato de la oficialización de listas para entrar de lleno al cuadrilátero del cuerpo a cuerpo, donde ya no hay lugar para los eufemismos. Una muestra evidente es la frontalidad expresada por el candidato a gobernador de Vamos Corrientes, Juan Pablo Valdés, para responder a las críticas que enfrentó por ser el “hermano de”.
“Es verdad, soy el hermano, pero por sobre todo soy un dirigente político en funciones, intendente de Ituzaingó. Es decir, no podemos hablar de una dinastía porque acá no viene ningún rey a poner a nadie en un cargo. Acá la que decide es la sociedad de Corrientes a través del voto y debemos esperar con mucho respeto el pronunciamiento de la gente”, expresó el número uno de la fórmula en una reciente entrevista.
En otros tiempos hubiera sido posible escaparle al bulto. En los contextos analógicos de hace 15 años era, incluso, inteligente no hablar de los asuntos incómodos. Rendía mantenerlos solapados, en la categoría de lo tabú. Pero las reglas de juego cambiaron con las redes sociales y si bien no es la primera vez que alguien con el mismo apellido del gobernador en funciones se postula para la sucesión, sí es la primera vez que se aborda sin embozo el vínculo filial.
¿Es un valor o un disvalor ser hermano? Depende de cómo se explique la génesis de la oferta electoral. En el caso específico de Vamos Corrientes, el deseo de un alto porcentaje de los habilitados para votar pasa por la continuidad de una gestión ampliamente aceptada por el grueso de los electores. A pesar de las connotaciones negativas que la oposición buscó imprimirle a la elección de otro Valdés para encabezar el convoy oficialista, la realidad es que mucha gente quiere votar esa opción por muchas razones entre las cuales sobresalen dos oximorónicas: la continuidad y el cambio, representados por la misma persona.
Juan Pablo tiene 41 años y atrae por razones lógicas de afinidad generacional a las porciones más jóvenes del padrón. Gustavo, el gran elector de esta contienda, completa su segundo mandato sin posibilidades de reelección pero con un respaldo social pocas veces visto para quien atravesó el desgaste de dos administraciones seguidas. Las finanzas en orden, los sueldos al día, las obras finalizadas, las inversiones privadas y la perspectiva de futuro son factores analizados por la otra mitad de los votantes: los más 40 o más 50, interesados en no perder lo conseguido.
Si se conjuga el deseo de los más jóvenes de abonar un cambio con el afán de sus mayores, quienes apuntan a cuidar lo construido en sus distintos proyectos de vida a lo largo del gobierno valdecista, el resultado es que la condición de hermano de un mandatario con los niveles de apoyo ostentados por el actual jefe del Ejecutivo provincial se verifica como una fortaleza muy difícil, sino imposible, de contrarrestar con las estratagemas ensayadas por sus rivales.
Ricardo Colombi, el candidato que sin dudas más kilometraje acredita en su odómetro biológico, salió en las últimas horas a batir el parche de la experiencia, un requisito que nadie le exigió cuando, hace 24 años, se aprestaba a asumir su primer mandato con 44 años desde el mismo peldaño jerárquico que aquilata hoy Juan Pablo Valdés: el título de intendente de una ciudad correntina que, en tren de comparaciones, resulta más gravitante que la propia Mercedes, pues Ituzaingó es, además de sede de Yacyretá, un enclave de frontera estratégico para la hidrovía, el comercio internacional, la radicación industrial y la actividad turística.
Por estas horas, la picaresca estilo Viejo Vizcacha pasó a ser predominante en el discurso del ex mandatario oriundo del Paiubre. Limitado en la propuesta por cuanto lo que puede ofrecer no es más que lo mismo que ya proporcionó Valdés con una impronta que tornó demodé el rictus patriarcal del conservadurismo pastoril, Colombi se desgració con una recomendación admonitoria. “Que primero estudie y que después se postule”, sermoneó en una recorrida por el interior, en lo que intentó fungiera como un dardo envenenado contra Juan Pablo, sin analizar la inocuidad del ataque, producto de su propia rusticidad dialéctica. Porque Ricardo será un político de raza lleno de pergaminos y cucardas, pero todos saben lo que no es: un intelectual académicamente validado para exigir perfección a los demás.
Las debilidades y potencialidades de las coaliciones se evidencian no solo en el plano discursivo, sino en la necesidad de cosechar votos aunque la maraña de colectoras devalúe a los candidatos municipales que, como Gustavo Canteros, se parapetaron desde un principio en el pedestal de la exclusividad, hasta que se confirmó la presencia de un equipo B que debilita las posibilidades del ex vicegobernador con la presencia de un dirigente que escaló posiciones remando desde atrás. Es el caso de Eduardo “Paco” Achitte, la otra carta de ECO para alimentar con sufragios capitalinos la categoría provincial de sus postulaciones.
Y por La Libertad Avanza el panorama no es muy distinto salvo por un detalle que ha sido la comidilla en los últimos días: la apariencia capilar de Lisandro Almirón, el candidato a gobernador bendecido por la hermana Karina, quien luce una significativa semejanza estética con el presidente Javier Milei desde que decidió alejarse de la peluquería y dejar que las patillas se extendieran hasta el maxilar inferior de su rostro. No está nada mal si lo que intenta es una mimetización con el líder de la motosierra, aunque Milei hay uno solo y muchas veces los remedos se convierten en materia de entretenimiento para internautas que forman opinión desde la matriz cultural de una provincia esencialmente convencionalista.
El peronismo orgánico, personificado por el kirchnerista Martín Ascúa, aceleró todavía más su metralla verbal caracterizada por denuncias contra el gasto indebido de fondos. La inconsistencia del candidato e intendente libreño reside en que ninguna de sus denuncias mediáticas tuvo correlato institucional o judicial, lo que se concatena con la ausencia de referentes nacionales como los que sí tiene de su lado el libertario Almirón.
En esta columna ya se dijo que Ascúa pudo haber fidelizado el núcleo duro de votantes K que alguna vez se consolidó en el nada despreciable porcentaje de 30 puntos, pero el jefe comunal libreño no se atrevió a expresar una solidaridad proactiva y explícita con Cristina, detenida en su departamento del barrio porteño de Constitución. Fabián Ríos ya no está en este mundo, pero quien esto escribe, en homenaje a la lealtad del desaparecido ex intendente capitalino, comete la ucronía de vislumbrar al último gran referente del PJ correntino en un plano etéreo, montando campamento en la vereda de San José 1111.
En vez de eso, Ascúa satura YouTube con “shorts” donde aparece quejándose de todo, desde las plazas hasta los hospitales. Y en tiempos de crisis estructural, de pérdida de valores y expulsión social, coronar la queja de los ciudadanos con la queja de un candidato a gobernador da como resultado una suma de quejas. Muchas muchas quejas, pero sin votos.