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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La misteriosa muerte de Mariano Moreno

Revolución de Mayo. Mariano Moreno, cuando estaba en la Primera Junta.

Por Francisco Villagrán

Especial para El Litoral

Mariano Moreno había ido a la Universidad de Chuquisaca, en lo que hoy es Sucre, Bolivia, para doctorarse en teología y luego estudiar para ser cura. Un día vio en una vidriera la medallita de una chica, un camafeo, de la cual quedó prendado. Preguntó si esa chica existía o si era creación del artista. Le dijeron que sí, que esa chica vivía allí y se llamaba María Guadalupe Cuenca. Como el pueblo era chico y todos se conocían, no le costó mucho ubicarla y, cuando lo hizo, ambos quedaron enamorados profundamente. Ella tenía 14 años y el 25, ella dejó el convento en el cual su madre la había llevado para ser monja, y ese mismo año se casó con Mariano. 

En 1805 nació su único hijo, Marianito. Moreno era un joven abogado que comenzaba a trabajar en la profesión, defendiendo a indios  explotados y a viudas que no cobraban sus pensiones, motivo por el cual las autoridades españolas comenzaron a perseguirlo. Hasta que se dio cuenta de que la situación se volvía insostenible y decidió marcharse a Buenos Aires con su familia.

Allí se integró a la Primera Junta como secretario, luchando por la libertad; su carácter era fuerte y no tenía empacho en decir las cosas que no le gustaban. Eso lo llevó a ganarse muchos enemigos políticos, por su forma de ser, en especial los adictos a Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta, que no tenía mucha simpatía por Moreno, quien no estaba de acuerdo con que los representantes de las provincias del interior integren la Primera Junta, por lo cual nuevamente se volvió a ganar muchos enemigos.

“Tenemos que sacarnos de encima a Moreno”, decían sus más empedernidos contrarios. Fue enviado en una misión diplomática a Londres, con muchos rumores de que éste era su último viaje. Al poco tiempo de estar embarcado, Moreno se sintió mal, muy descompuesto, tuvo convulsiones y murió. Esto ocurrió a unos pocos kilómetros de la isla de Santa Catarina, Brasil. Su cuerpo fue envuelto en una bandera inglesa y arrojado al mar, según estipula una vieja tradición marinera.

Detalles

Según el testimonio de su hermano Manuel Moreno y de Tomás Guido, sus  secretarios y acompañantes en ese viaje, murió debido a una sobredosis de un medicamento administrado por el capitán del buque. Cuando llegaron al gabinete de Moreno, el capitán sostuvo que le había suministrado 4 gramos de un vomitivo de uso habitual en aquella época, elaborado con antimonio y tartrato de potasa.

Más adelante, su hermano sostuvo que “Si Moreno hubiese sabido que se le daba tal cantidad de esa sustancia, sin duda no la hubiese tomado, pues a la vista del estrago que le causó y revelado el hecho, él mismo llegó a decir que su constitución física no admitía más que una cuarta parte de un gramo diaria.

Aún quedó en duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia corrosiva, la que le administró, no habiendo las circunstancias permitido una autopsia cadavérica. A ello siguió una terrible convulsión, que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y sus amigos”.

Ambos testigos conjeturaron posteriormente que fue envenenado por el capitán del buque y que la orden habría sido impartida por Cornelio Saavedra, su rival político. Pero las fuentes historiográficas no confirmaron el hecho y ni siquiera existió un móvil definido, ya que Saavedra, su adversario, ya había sido derrotado y no tenía antecedentes de hacer matar a sus enemigos. Por otro lado, Mariano Moreno no era un enemigo de los planes británicos en el Río de la Plata, por lo que tampoco resulta posible la idea de haber sido asesinado por orden de la diplomacia inglesa.

Aparentemente, hubo un grupo de personas que sospechosamente “anticiparon” su muerte, a tal punto que mientras lo despedían en el puerto, uno de ellos dirigiéndose a otro que estaba a su lado le dijo: “Este ya es hombre muerto”.

En lo que sí coinciden muchos historiadores es que cuando Mariano Moreno estaba en alta mar iniciando el viaje, su esposa María Guadalupe Cuenca recibió en su casa un paquete con un par de guantes negros, un abanico de luto y un velo, más una nota que decía: “Estimada señora, como Ud. pronto va a quedar viuda, me tomo el atrevimiento de enviarle estos elementos porque pronto los va a necesitar”.

Eso, en aquellos tiempos, era una clara señal que no admitía dudas: debía guardar luto pues su marido ya estaba muerto.

Muy preocupada por esto, la joven mujer comenzó a escribirle una serie de cartas a Moreno -14 en total-, que éste nunca recibiría. 

Es más, muchas de estas cartas fueron escritas cuando él estaba muerto. También una prueba de que en esa época ya existían los  mensajes mafiosos. Ella, a su vez, recibió una sola carta, donde se le comunicaba oficialmente que su marido, Mariano Moreno, había fallecido en el viaje,  el 4 de marzo de 1811.

Cuando ocurrieron todos estos sucesos, María Guadalupe Cuenca tenía 21 años y había sufrido bastante a su corta edad, asumiendo la responsabilidad de ser esposa y madre en una época tan dura. Murió a los 64 años, sin haberse vuelto a casar ni tener ninguna relación amorosa que se le conociera. Se enamoró de Mariano Moreno y le fue fiel hasta la muerte. Una verdadera trágica historia de amor.

Quedó sumergida en la pobreza y la tristeza, añorando y recordando a su marido, y recibió del gobierno una pensión miserable, en recompensa por los servicios que había prestado su esposo en su momento.

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