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Brillante bien polenta

Lo popular no es malo. Lo malo es que el ocio adormezca las ansias y continuemos alimentando esta mediocridad.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Era mucho más de lo que el refrán había popularizado: “Peinado a la cachetada”. Era el cuidado máximo para que el peinado varonil luciera mucho más. Glostora, “el fijador de la juventud triunfadora”, copó el mercado y fortaleció a un programa radial que fue bandera de tango: El Glostora Tango Club. Desde siempre los sponsors fueron vitales pero no todos podían darse el lujo de entrar a los hogares del país con un mensaje bien porteño y ser bienvenido.

Los fueron moda entonces, el fijador y el tango. Uno preservaba la cabellera masculina con algo más que brillo natural, para que su presencia sea notoria y bien vista. Y el tango, de la mano de la radio hacía el milagro de contener un producto de fuerte raigambre nacional. Pero, sin duda, era el talento de los creadores y los artistas que del género desfilaron. El ciclo era de una radio con claras ventajas: LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires, la misma de una empresa con visión mundial: Editorial Haynes Limitada SA, editora de Diario “El Mundo”, como así las revistas especializadas “El Hogar” y “Mundo Argentino”. La primera emisión de la radio fue el 29 de noviembre de 1935, con la presencia del presidente de la República, Agustín P. Justo, en su modernísimo edificio construido en Maipú 555, de 3 plantas, con 7 estudios y con la tecnología de avanzada de RCA High Fidelity, exactamente igual al de la BBC de Londres. Fue su presentador el locutor Arnoldo Chamot, con la presencia de 500 invitados. Amenizaron la apertura radial la Orquesta Sinfónica dirigida por el maestro Juan José Castro, el cantante mejicano Juan Arvizu y Azucena Maizani.

Un fuerte equipo de creativos libretistas desarrolló una programación brillante y diversa. El 1º de abril de 1946, en plena expansión, Radio El Mundo justo a las 20 lanza el famoso cuarto de hora con la presencia de público, el primer programa de El Glostora Tango Club, con el protagonismo casi exclusivo de la orquesta de Alfredo D’Angelis con sus cantores Carlos Dante y Julio Martel. La locución a cargo de Rafael Díaz Gallardo y Lucía Marcó. Convengamos que mucho antes se emitió por la misma emisora un programa de peso: “Ronda de Ases”, conducido por Jaime Font Saravia. Fue tan famoso, que Homero Manzi con Osvaldo Fresedo compusieron un tango en su homenaje, “Ronda de Ases”, editando un disco el 12 de marzo de 1943 con la voz de Oscar Serpa. “¡Ronda de ases que no habrán de morir/ en mi ciudad, mientras se queje un violín!”.

No sólo se hizo famoso el fijador auspiciante sino más que nada un ciclo radial de solamente 15 minutos, en que El Glostora Tango Club crecía alternando con D’Angelis otros artistas como Francisco Canaro, Ricardo Tanturi, Miguel Caló, Juan Sánchez Gorio, Juan D’Arienzo, Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi, Rodolfo Biagi, Enrique Mario Francini, Héctor Varela, etc.

Siempre son importantes los auspicios comerciales, pero para venderlos con éxito asegurado son los talentos creativos los que imponen su fama. La radio se alimentó de ellos, que después la televisión logra equilibrando la necesidad de arrimar un entretenimiento inteligente. Se vale de otro producto, en este caso Pasta Dental Odol que, con un ciclo memorable, aúna la inquietud de popularidad y jerarquía para inaugurar una televisión diferente. Es “Odol Pregunta” ese logro donde se mancomuna el conocimiento estimulando la educación, articulando un programa de gran solidez. Arranca el 4 de junio de 1956 con la conducción primera de Carlos D’Agostino, continuando Jorge Paz (el doctor Jorge De Lorenzo) y posterior presidente del jurado, también Blackie, Augusto Bonardo, hasta que el sello definitivo lo da una voz muy especial. De excelente vocalización con la impronta de dos frases que fueron claves: “¡Minuto Odol en el aire!” y “¡Con seguridad!”. Debutó en 1963 y estuvo hasta el año 1973 imponiendo un estilo muy personal: Jorge “Cacho” Fontana. El ciclo televisivo comenzó en Canal 7, siguió en Canal 13 y concluyó en el entonces Canal 11. La estadística es halagüeña, pinta de cuerpo entero este gran formato de contenido y producto; participaron 442 concursantes con 66 ganadores.

En todo el mundo, lamentablemente, la creciente mediocridad se hizo cargo de los medios: alimentando ocio y liviandad, diría la nada. Y si lo siguen haciendo es porque la mediocridad se ha cobrado más de la mitad del público mundial. Es decir que la jerarquía de antes es la bazofia de hoy, sin embargo existen atisbos, algunos, mínimos, algunas muecas de que no todo está perdido.

En esta España de hoy, también beligerante y con desgracias políticas que envilecen la opinión popular, encontramos algunos atisbos que son como arrepentimientos públicos ante la falta de jerarquía. Iñaki Gabilondo es un gran comunicador, presentador, periodista, ex director de emisoras tanto radiales como de televisión, ha lanzado un ciclo que tiene que ver con la breve existencia humana. “Cómo será el mundo cuando ya no esté”. Entonces, vislumbra con especialistas, profesores, científicos, filósofos, haciéndoles la misma pregunta que reza el título del programa, para que ellos en base al conocimiento arriesguen sus prospectivas. Otro, que tampoco se queda, es su colega español Jesús Fonseca con “Palabras a medianoche”, donde los invitados calificados construyen desde su propia visión un idioma donde anida la educación, el arte y la cultura.

Si volviéramos a los dos primeros nombrados, El Glostora Tango Club y Odol Pregunta, tal vez nos curaríamos de espanto, porque enmiendan sobradamente esa falta de entretenimiento con inteligencia y afecto que hoy tanto escasean.

Lo importante es el contenido y por supuesto el auspicio, pero mucho más lo es darnos cuenta de una vez por todas que pensar no es trabajo, es poder abrir las puertas a un mañana mejor.

“Pegarnos la viaba” es transformarnos. “La juventud triunfadora” como rezaba el slogan del fijador, se lo merece. Porque es un cambio. Una transformación que la eleva. Donde se den los beneficios de bienestar que su ascenso natural lo requiere. Poder pensar con amplitud. Permitirse construir un país más justo. Donde el respeto sea el orden para establecer disciplina y armonía.

Lo popular no es malo. Lo malo es que el ocio adormezca las ansias y continuemos alimentando esta mediocridad que sólo construye el “dolce farniente”. Las dulces fiestas que transforman libertad en libertinaje.

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