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Los judíos en Corrientes y los 100 años de la shule

Gerardo con su padre, en 2012, en la colonia General Campos (cerca de Villaguay).

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

En 2017, la comunidad judía de Corrientes celebró el centenario de la institución Scholem Aleijem, y Gerardo Fridman fue uno de los organizadores de las actividades festivas, entre ellas la redacción del libro que recuerda ese acontecimiento que, espera, pueda editarse pronto. La importancia radica en que se trata de un volumen único, ya que no existe ninguna comunidad judía en Argentina que haya impreso un libro celebratorio del centenario de alguna institución similar.

A Gerardo siempre le interesó el tema de sus antepasados, sobre todo cuando su padre le contaba las historias de los pioneros, pero ese interés tuvo mayor peso cuando su esposa quedó embarazada de su primera hija. “Para saber dónde vamos debemos, primero, saber de dónde venimos, y la búsqueda de las raíces es la base de nuestra proyección al futuro”, me dice en un intercambio de mails que mantuvimos para hacer la entrevista que ahora publicamos. 

Así comenzó esta aventura del pasado familiar y comunitario, y así, en 2011 iniciaron un viaje con Cynthia, su esposa, a las colonias de Entre Ríos, a las que habían llegado sus abuelos. 

En 2012 volvieron ya con su padre y fueron en busca de documentación que encontraron en el registro civil local: el acta de matrimonio de sus abuelos maternos. 

Gerardo nos cuenta aquí el itinerario de los primeros judíos en Corrientes y el devenir de una comunidad integrada cabalmente a lo local. Cada uno de ellos en particular y de manera comunitaria portaba una cultura milenaria que la compartió y comparte con la sociedad correntina. Aquellos pioneros no vinieron a vivir asilados sino integrados a la comunidad que los recibió. 

—¿Cómo fue la inmigración judía en esta parte del país?

—La inmigración judía en Argentina se inicia hacia 1880-1890 con el asesinato del zar Alejandro II; su sucesor, Alejandro III, fue bastante antisemita, con lo cual empiezan las persecuciones y los judíos buscan refugio en otros países. Hay que recordar que en 1891 surge la JCA (Jewish Colonization Association) del barón Hirsch, a través de la cual compran terrenos en Argentina para establecer colonias judías.

Se cree que los judíos en Corrientes, estimativamente, llegaron a finales del siglo XIX. Desafortunadamente, no existió una especie de programa de inmigración, sino que fue más bien una inmigración de tipo autónoma o no institucional. A pesar de que hubo gobernadores como Pujol, Vidal, que impulsaron la inmigración, no hubo un programa especial. Los primeros registros de judíos en Corrientes aparecen en la costa del Uruguay; son de la comunidad sefardí. Destaco, por ejemplo, Alvear, donde aparecen los antecesores de Isaco Abitbol, José y Salomón Abitbol; también en La Cruz, en Santo Tomé, aparecen apellidos como Asayag.

Algunos negocios como Benaniel, Benchimol; en esa zona se creen que venían desde Brasil. En la capital se registran los primeros comercios judíos hacia 1904-1905, donde tenemos ya apellidos como Cohen, García, Sassón.

—¿Cuándo se funda la Sociedad Israelita Scholem Aleijem?

—El 20 de octubre de 1917 y tres años después, en condiciones bastante complicadas, se funda la escuela, que lleva el nombre de Jaim Weizmann, primer presidente israelí después de la independencia de 1948.

La fundación de una escuela en una comunidad judía era algo ya establecido. Si uno hace un recorrido en las colonias judías de Entre Ríos, en los edificios creados siempre está la sede social, la escuela y la sinagoga. El judaísmo es conocido como la religión del libro, algunos la consideran así por el Viejo Testamento, pero hay otros que asocian que se trata de una religión de estudio. Era imposible imaginarse una comunidad judía sin su escuela, que se fundan básicamente para la enseñanza del hebreo, también para enseñar tradiciones y para mantener las costumbres. 

La fundación de la escuela (shule) se realiza el 8 de agosto de 1920 bajo la presidencia de Jacobo Gutnisky. Lamentablemente, no se tiene algo escrito o acta alguna. Por ahora no encontramos antecedente al respecto, ni siquiera figuran los libros que se escribieron cuando la comunidad cumplió 50 o 75 años. Se fundaron también cooperativas para mantenimiento de la shule, donde se puede destacar a Bernardo Gutnisky, Rafael Chervin y José Jajam, entre 1930-1940, porque era realmente bastante complicado el mantenimiento. 

—¿Tenían algún tipo de ayuda?

—Mantener la educación judía siempre fue complicado, porque nunca recibió ningún tipo de subsidio; era todo a pulmón, con la contribución de todos los miembros de la comunidad, mucha gente que se esforzaba para mantener la comunidad, porque sabemos que ese es el fuego que mantiene viva a la comunidad. 

—¿Cuándo se construye el edificio?

—La nueva escuela se inicia entre 1951 y 1952, en el terreno donde está ahora, que se adquiere entre 1947-1949, siempre con colectas entre los socios. La inauguración fue un acontecimiento bastante estruendoso, con muchos actos, vino un gran rabino y se entregó la llave de oro, fue adquirida por el señor Jaime Chervin y la mezuzah por el señor Abraham Open. Después del 47 se tienen más antecedentes porque se escribe en actas y en libros sobre las actividades, planes de estudio, los directores, etc. Hay mucha más documentación de lo que pasó con la escuela.

—¿Quiénes fueron las primeras familias que llegaron, de qué lugar del mundo venían, qué lengua hablaban?

—Tenemos dos grandes ramas del judaísmo: la askenazí, que se nos llama rusos, y la sefaradí, a los que se les dice turcos, algo que tiene que ver con el lugar desde donde emigraron. Unos, mayoritariamente de Europa; por otro lado, los sefaradíes de España, que después fueron expulsados por los reyes católicos en 1492 y se asentaron más bien en la zona del norte de Africa, Turquía, en ciudades como Esmirna, Alepo, y hablan un idioma que es muy parecido al español, llamado ladino.

Los sefaradím fueron los primeros en llegar a Corrientes, sobre todo en la costa del Uruguay; como ya te dije, los apellidos como Asayag, Abitbol, Benzaquén, Almosnino, son de las primeras personas que están registradas acá en Corrientes. De la comunidad askenazí, los Open, Gutnisky, Zimerman, Shvets, Blugerman, Lifchitz. Esto empieza más o menos para 1904-1905 en Corrientes y se trata de personas que vienen de Alemania y Rusia hablando idish.

Mis abuelos paternos hablaban el idish, mi padre entiende, aunque no lo sabe hablar y él me suele decir que tiene un aire muy parecido al alemán. Son gente que viene generalmente de la parte de Rusia, Polonia, Rumanía, Lituania, y habla estos idiomas eslavos, de esa zona de Europa del este, y que vinieron sobre todo después del asesinato del zar Alejandro II.

Alejandro II fue una persona de avanzada, más liberal, y empezó a dar más derechos a las minorías iniciando un tipo de política diferente a los anteriores, al padre de él, Nicolás I; desafortunadamente, es asesinado en 1881 por movimientos radicalizados rusos que terminan colocando en el poder a Alejandro III, que era más bien un conservador, ortodoxo, bastante antisemita, y se empieza con los pogromos, grandes persecuciones a las aldeas judías, con lo cual logran que la gente se vaya de allí. Y así es que llegan a la Argentina: tenemos el caso de Moisés Ville, que fue una de las primeras colonias, gente que fue estafada pero que se quedó en las estaciones. Es muy conocida la historia: quedaron en la estación de trenes, en condiciones paupérrimas, y uno de los emisarios del barón Hirsch, al pasar por ahí, los ve y compra terrenos para esa gente. 

La historia es muy triste, se morían los niños y no tenían en dónde enterrarlos, y eran enterrados en latas de comida, porque las condiciones eran realmente lamentables. El barón Hirsch, que es una persona multimillonaria de Europa que forma la Asociación de Colonizaciones Judías, compra terrenos sobre todo en homenaje a su hijo porque fallece y era el único hijo; quedan sin hijos, entonces tratan de brindar el terreno para los judíos perseguidos. Tengo que mencionar a los presidentes argentinos que impulsaron la inmigración judía. Eran presidentes más bien liberales, visionarios como Mitre, Sarmiento, Roca, los que empiezan a querer traer extranjeros para poblar y para explotar las tierras argentinas. Mitre empieza con las primeras leyes en favor a la inmigración, y Roca, por ejemplo, manda un emisario, José María Bustos, a Europa a favorecer la llegada de inmigrantes judíos, en un decreto de agosto de 1881.

—¿Y en Corrientes cómo fue?

—Corrientes no contó con un programa de inmigración como Entre Ríos, Santa Fe, Misiones, Chaco; los judíos que llegaron acá, lo hicieron de forma no institucional, autónoma. En mi caso y de mi esposa, nuestros abuelos llegaron a Entre Ríos y de allí a Corrientes. Mi familia, de la comunidad askenazí, era de Rusia y Polonia; los de mi esposa eran de Lituania, también de Rusia.

—¿Qué hacían esos pioneros, a qué se dedicaban y cómo fueron esos primeros años, la integración a la comunidad correntina? ¿Fue fácil? ¿Cómo era la relación con las escuelas? ¿Iban a las escuelas además de ir al templo? 

—En general, los primeros judíos que ingresaban al país a través de la JCA hacían escala en algún lado, si no me equivoco, en Domínguez, Entre Ríos, y ahí se les daba una carreta, se les daba algunos artículo de labranza y algo de tierra y se los mandaba a los lotes que tenían asignados para empezar a cultivar. Eso fue un drama porque, generalmente, el judío que venía Europa no era agricultor, era más bien de tipo estudios, músicos, maestros; entonces tuvieron que aprender a cultivar la tierra, las condiciones a veces no eran muy favorables y eso hizo que fracasen muchas iniciativas y muchos tuvieron que dejar sus tierras, o las malvendieron por pocos pesos y se fueron a los grandes centros. En mi caso, más bien, se dedicaban a las tiendas, a la venta de insumos.

Tengo una foto de mi abuelo con una valija saliendo a vender, se le decía “cuentenik”, o sea, iba casa por casa vendiendo cosas, hasta que mi abuelo llega acá a Corrientes y coloca una peluquería en los inicios de la Junín peatonal y después se va a Goya a establecer una tienda.

Generalmente esos primeros judíos eran tenderos. Mi abuelo era peluquero, tenía algún tipo de ese oficio bastante alejado de lo que era la agricultura; pero había que escapar de esa Europa agresiva, de esa Europa antisemita, para venir a estos lugares, y con esfuerzo y dedicación tratar de salir adelante y no ser asesinados en el intento. Después, esos primeros judíos tenían como misión mandar a sus hijos a la universidad. 

En general, al margen de algunos sucesos antisemitas, que no te voy a descartar que existieron y sobre todo acá en Corrientes, la comunidad se incorporó a la ciudadanía correntina de manera bastante bien, todos estudiamos en escuelas públicas, mi padre estudió en Goya, yo no tengo ningún tipo de antecedente agresivo, nocivo, salvo ciertas épocas de la Argentina, que pasó por varias épocas bastante complejas, ¿no? Agresivas y, en general, complicadas. 

Recordemos también que en Argentina, a principios del siglo XX, estuvo la famosa Ley de Residencia, que otorgaba la potestad de expulsar a un extranjero si se lo encontraba participando de actividades subversivas, no voy a negar, pero había muchos judíos que venían con ideas anarquistas, comunistas, socialistas, y muchas veces podían ser afectados por este tipo de leyes. Pero, en general, la ciudadanía -y eso es una cosa que tenemos que agradecer- acogió bien a la comunidad judía en Corrientes, por lo menos. Si alguien conoce algún caso, te diría que me corrija, yo no conozco ni tengo ningún caso cercano ni conocido que en el que haya habido algún tipo de hecho grave.

—Han aportado personas que  se destacaron en nuestra comunidad, brindando sus servicios a funciones públicas.

—Tenemos muchas personalidades que descollaron acá en Corrientes; decanos de las facultades, como Héctor Zimerman, Felipe Zibelman, Mauricio Open; Norberto Lischinsky fue secretario de Cultura de la Provincia; un intendente de la Capital, como Abram Blugerman. No me voy a olvidar de Samuel Bluvstein, que fue decano de la Facultad Medicina.

Simón Muchinik fue también decano de Medicina; así que tenemos varias personalidades; el doctor Abraham Ricer, decano de la Facultad de Abogacía. En el área más bien deportiva, en 1981 el equipo de fútbol salón de Hebraica salió campeón nacional y jugó en varios sudamericanos. Hay algo destacable en el equipo de fútbol salón de Hebraica, porque no todos los integrantes eran judíos; se formó una comunidad abierta. Y hay que recordar el teatro. La sociedad cultural israelita Scholem Aleijem tiene un teatro, formó un grupo de teatro experimental, Tesa se llamó, Teatro Experimental Scholem Aleijem, que tuvo participación una obra en el Teatro Vera. El teatro Scholem Aleijem siempre fue un teatro abierto para todas las instituciones culturales que quieren realizar algún tipo de actividad cultural.

—¿Cómo viviste la pandemia? ¿Cómo fue la vida comunitaria tan intensa que tienen en el Scholem? ¿Qué te pasó con esto y qué ha pasado con la escuela? 

—Lo de la pandemia es muy complicado, se tienen diversas versiones. Yo tengo cuatro hijos y tres están en edad de shule, seguimos teniendo contacto con la shule con clases de Zoom, entre una o dos veces por semana; se manda mucha actividad vía mail. De lo que se trata es de cumplir para no perder las enseñanzas. 

Lo que a mí realmente me produce mucha pena por mis hijos es la pérdida del contacto humano con el par, que para los chicos se fundamental. Vos te das cuenta de que los niños están en un momento de querer encontrarse con sus amigos; los viernes hacían los kabalat ahí en la shule con sus “morot”, que son las maestras, que le guardan mucho cariño; y si bien,  desafortunadamente, hay que adaptarse a este tipo enseñanzas, afortunadamente lo tenemos, peor hubiera sido no tener acceso a ningún tipo de contacto. Pero la estamos peleando como todos, tratando de cumplir lo máximo posible con las exigencias de la escuela y de la shule. 

Dentro de todo, la comunidad está bastante activa, los kabalot, que son los rezos de los viernes de noche en el Zoom, juntan más de 60 o 70 participantes; si pensamos que son de dos a cuatro personas por computadora, es un número considerable. Se da el rezo de manera bastante emocionante, hace participar a todos. 

Participan también miembros de otras comunidades, por ejemplo, de Asunción. Creo que hay muchas de estas cosas que vinieron para quedarse y  hay que adaptarse a las circunstancias. Ya va a pasar y nos vamos a volver a encontrar y vamos a estrecharnos en un abrazo y vamos a seguir, como hay que seguir siempre.

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