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Pan comido

Hace un tiempo largo que en cine pero más que nada en televisión, nadie piensa. Se prenden fuertemente de la obra original que fue un éxito y luego prosiguen interminablemente, todas las sagas posibles que el presupuesto y el público arrastrados como mascotas aguante. Es decir, nadie piensa algo nuevo, es mucho mejor y menos trabajo seguir alimentando el ocio y la falta de capacidad, que construir una nueva historia con mucho más mérito creativo. Es más fácil prenderse al éxito original, aunque nos toque ser “vagón de cola”. Las películas y los programas que la televisión nos acerca, pecan de falta de originalidad, más vale repetido tantas veces como reditúen que devanarnos pensando. Decía que en televisión se nota mucho más, tal vez por la inmediatez del medio, donde se repiten las mismas ideas si es que las hay. Alguna vez, esa maestra de la difusión y la cocina, como lo fue Petrona C. de Gandulfo, ensayó con éxito la bibliografía que sus recetas demandaban en sendos libros impresos conformando sin discusión, verdaderos best seller probados. Pero fue la televisión que nos trajo su imagen familiera, hablando simplemente como nosotros y convirtiendo cuando aún no se peleaban por el rating, marcas insuperables de audiencia, por sus nobles valores cuyo uno de ellos la marcaba por ser pionera en el rubro cocina, y especialmente por ser el único y el primero en nuestro país habilitando el masivo medio entonces reciente. Pero simplifiquemos su trayectoria ajena a la crítica que hacemos de las sagas y los programas de comida de hoy. Petrona Carrizo de Gandulfo había nacido en Santiago del Estero. Su inicio profesional fue convencer a los argentinos de la supremacía y confort de la innovadora cocina a querosén sobre la baqueteada y poco saludable a leña. Tarea de difusión posteriormente que lo cumplió contratada por la Compañía Primitiva de Gas, cuya aparición física tenía un lugar tradicional para denotar las ventajas de esta nueva cocina, en la puerta misma del famoso “Bazar dos mundos”, en vivo. Luego con la evolución de la cocina en el hogar, la “Fundación Metrogas” editó un libro titulado Doña Petrona, la cocina y el gas. Por si fuera poco su trabajo, ya conocida, publicó sus recetas en la revista El Hogar. Y lo extendió a Radio Argentina que pasa a ser luego Radio Excelsior, y el gran salto a una radio líder: LR1 Radio El Mundo de Buenos Aires. Ya afianzada, lanza su primer libro con más de 500 hojas, más conocido como El libro de Doña Petrona, cuyo tiraje en permanente crecimiento ha sido primero entre todas las ediciones procedentes con supremacía sobre otros temas. Sin duda ha sido una propulsora con méritos notorios que el país siempre la recuerda con cariño. No digo que ella haya iniciado las comilonas que hoy son abusos en televisión, sino que colateralmente hizo un aporte notable a través de las comidas y sus populares recetas la cocina argentina adquirió fama sincera. Criticamos al resto de hoy donde la exageración nos muestra la gula desesperada en su rostro. Esto a propósito de que un gran amigo, haya comentado que le parecía una aberración que en tiempos de tristeza, urgencias y necesidades como lo es la desigual lucha contra la pandemia, suceda que cuando uno prende el televisor “tiren comida” a rabiar, actitud que se repite en todo el mundo, cuando el hambre crece en porcentajes notorios. Es decir ante la escasez, la pobreza, la suba desmesurada de remedios, naftas, mentiras y vacunatorios vip, etc., ver que cocinan por TV, para “un batallón”, haciendo de lo normal la desmesura total. Porque la cantidad, el nivel económico de los ingredientes, lo hacen prohibitivo para la mayoría laburante o desempleado. Es como la venganza deshumanizada de los poderosos y los débiles indefensos; estos últimos imaginándose una comilona pantagruélica que solamente en sueños o TV pueden ver. Es como si todos los países estuviesen en cadena y a la vez como una avalancha gigantesca se desparrama por el mundo. Lo que pasa es que todo es copia de todo, nadie piensa. Concluyó la sorpresa, esa probada aventura de inaugurar ciclos cuya idea central no se repite porque les cabe siquiera un poquito de dignidad. Es que todo se desmorona, los principios, y en vez de paliarla, se echa más leña al fuego, logrando una fogata sin la ética de la dignidad. Pero hoy, es un simple detalle, quienes no sigan esos pasos perdidos se extravían con mucha más razón. El simple acto denigrante de los políticos, de crear una lista vip para ciudadanos vacunados de privilegio, que costó la estabilidad del ministro de Salud de la Nación, habla de la falta de respeto hacia la gente a la que cuando asume, jura no defraudar por los Santos Evangelios con la promesa de que ellos y todo el peso de la Constitución, la patria os demandará  cayendo sobre ellos justicieramente. Bueno, acá ocurrió eso, porque era previsible, pero más que nada ponía en peligro el equilibrio de la gran pirámide estatal, donde se juegan votos, hegemonía, donde se aplastan y chicanean por ganar espacios, aplauden a rabiar cualquier cosa, brindando palmadas y besos dignos de aspirantes de rapiña, y siempre tratando de ganar no importa cómo. Pero siempre delante de alguien. No soporto las sagas porque habilitan el ocio desmesurado, faltando de alguna manera a la idea original que hace muchos años dio inicio a estas historias donde sus personajes envejecieron sin remedio porque el tiempo los condenó. Es que esta saga política fue ensayada hace mucho tiempo y se la sigue practicando, porque los fanáticos no olvidan ni dejan de practicarla. Es una repetición constante sin límite donde la originalidad ha perdido espontaneidad. En lo político más que nada, porque esta historia ya la soportamos, claro que hoy tiene el privilegio de la contundencia inmoral, y el descaro de superar sus propios límites. El aplauso, las pancartas, los discursos prolongados, aunque vacíos, pero con la contundencia de un buen tono de voz, una imagen carismática, sin importar los hechos que luego traten de cumplir lo prometido en espectáculos a cielo abierto, y más que nada con la capacidad del servilismo por sobrellevar conductas aberrantes, que son los hechos que priman más allá de ellas. 

Comunicacionalmente, a la mañana se anuncia algo, a la tarde se desmiente. La puesta de los aviones buscando de Rusia las vacunas, aunque fuera al menudeo pero que se vean, pareció una escena de película de guerra protagonizada por John Wayne, William Holden, Kirk Douglas o Rock Hudson. Se reclaman hechos y no ficción, sino coherencia, sin cámaras ni flashes que ensalcen lo que el que deber reclama, que son prioritarias, obligaciones naturales, rutinarias de orden y respeto, de asistencia y solidaridad, ante una crisis real, comenzando por la más importante: preservar la vida. Alguna vez, alguien me dijo que llegar al poder y manejarlo inmoralmente en beneficio propio es “pan comido”. Mucho más fácil ahora que antes, porque se hizo cotidiano. Ya no sorprende, porque todos los involucrados “picotean” algo, y la repetición en vez de lo improcedente, se hizo cosa de todos los días, costumbre, hábito, malos oficios.

Ojalá se revierta, pues con todos los hechos últimamente develados por la falta total de respeto, ser un corrupto casi casi es un privilegio a expensas de las arcas del estado, los bolsillos y el mal ejemplo que cunde como si fuera lo correcto. El “pan comido” indigesta, porque el tiempo perdido no se recupera, ni la ética, y mucho menos la razón y el sentido común.

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La saga de los hechos tiene un origen desvelador. La única inmunización es la ética, felizmente algunos pocos pudieron vacunarse.