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/Ellitoral.com.ar/ Interior

Descubrió su vocación en el club de su pueblo y ahora es científica en Inglaterra

La búsqueda infructuosa de éter le confirmó lo que quería hacer el resto de su vida. Hoy celebra su cumpleaños a miles de kilómetros de su hogar, junto con quienes trabaja en proyectos que buscan dilucidar el comportamiento de las bacterias en diferentes circunstancias.  

Un 19 de julio, pero de 1989, nació Ainelen Piazza. Su infancia y hasta el cuarto año del colegio secundario transcurrieron en San Roque, Corrientes. Allí, de la mano del profesor Jorge Gómez, dio sus primeros pasos en un club de ciencias. Hasta que la falta de un solvente orgánico derivó en una situación que la impulsó a asegurarle a sus padres que ya sabía qué quería hacer cuando egresara de la Escuela Normal. Después de incontables horas de estudio que amenizaba con mates, hace ocho meses trabaja en dos investigaciones en la Instituto Jhon Innes Centre de la ciudad de Norwich, Inglaterra.

Dedicar gran parte de su día a ser partícipe de dos proyectos científicos le genera felicidad, esa misma sensación es la que la ayuda a superar esos momentos en los que la nostalgia parece apoderarse del nuevo paisaje que la rodea. Pero Ainelen esta convencida de que quiere dedicar su vida a la ciencia y para ello no escatima esfuerzos.

“Desde la primaria y hasta el cuarto año de la secundaria, estudié en San Roque”, recordó la joven que hoy celebra su cumpleaños número 32. Luego, en el 2006 tuvo que afrontar su primer desarraigo: cursar quinto en Rosario, “porque los cursillos de ingreso a la carrera  (Licenciatura en Biotecnología) empezaban en agosto de ese año y me parecía fundamental asistir”. 

Para no tener que mudarse, una de las opciones era viajar todos los fines de semana hasta la ciudad santafesina, pero esa alternativa no le parecía viable. 

Y si bien el último tramo del secundario lo realizó en otra provincia, sus padres -Raquel y José- “me regalaron el viaje de egresados a Bariloche para que estuviera con mis compañeros de toda la vida”, rememoró Ainelen.

Lejos de casa

Luego, adaptarse a la universidad no fue sencillo. “Una de las mejores cosas que rescato de esa época es que vivía con mis tres hermanas: Grecia, Ariane y Lisel”, destacó. En aquellos días, contar con el afecto de ellas y la compañía de sus amigas le permitieron superar las extensas horas de cursado y las exigencias propias de las materias que incluía su carrera. Durante ese periodo también adquirió un hábito: tomar mate.

Así, con afectos y una nueva costumbre, Ainelen se recibió primero de licenciada en Biotecnología y después realizó un doctorado en Ciencias Biológicas. Esos conocimientos adquiridos le permitieron, en noviembre del 2020, “obtener una posición posdoctoral en el Instituto Jhon Innes Centre, en la ciudad de Norwich, Inglaterra”, precisó la joven sanroqueña.  

Para acceder a esa oportunidad, hubo un proceso de selección previo. Sobre esto, especificó que “en febrero del año pasado se abrió esta posición” que cubría sus expectativas profesionales. Se inscribió y “primero -vía online- tuve que demostrar mis antecedentes académicos y científicos. Luego me seleccionaron para una entrevista que se realizó por Skype y a los dos días recibí un correo electrónico en el que me informaban que -por unanimidad- decidieron darme el puesto”, explicó la joven a El Litoral.

Debido a las restricciones vigentes por la pandemia de  covid-19, Ainelen no pudo viajar a San Roque antes de partir a Inglaterra. “La última vez que estuve allá fue entre fines del 2019 y principios del 2020”, acotó. 

Sin embargo, está convencida de que pronto la situación sanitaria mejorará y ella podrá reencontrarse con su familia.

Jornada

Ahora, se concentra en disfrutar de la experiencia de desempeñarse en una institución prestigiosa y de la cual recibió excelentes referencias por parte de colegas argentinos. “Si bien mi contrato de trabajo establece un total de 37 horas semanales que implica un promedio de 7 horas diarias, la realidad es que generalmente investigo entre 8 y 11 horas por jornada. Inclusive, realizo actividades algunos fines de semana”, indicó. Además, destacó que extendió el periodo dedicado a trabajar “porque estoy fascinada con la velocidad con que se hace ciencia acá y con los presupuestos que manejan. Eso me motiva muchísimo, no solo porque soy una apasionada de mi trabajo, sino porque además a ese ritmo todo avanza a pasos agigantados”.

Precisamente, Ainelen -junto con otros colegas- se dedica a desarrollar dos proyectos. 

“En uno de ellos estudiamos Pseudomonas fluorescens, una especie reconocida por ser beneficiosa para el crecimiento de algunas plantas”, comentó y continuó: “Esas bacterias viven en comunidades llamadas biofilms y lo que hacemos es tratar de entender cómo se regulan estas formas de vida bacteriana y cómo eso termina impactando en el desarrollo de la planta”.

El otro proyecto está enfocado en la “Pseudomonas aeruginosa, una bacteria que es un patógeno oportunista en el ser humano. Se caracteriza por haber desarrollado ingeniosas maneras de resistir a los tratamientos antibióticos. Por eso, tratamos de entender estos mecanismo, para así poder combatirla”, detalló.

Como si fuera ayer

Esas investigaciones que está realizando ahora responden a los estudios que cursó en Rosario. Sin embargo, la decisión de transformarse en una científica surgió de su experiencia en el club de ciencias de su pueblo natal.

Por eso, ante la consulta sobre si recordaba sus días en ese espacio escolar, subrayó: “Me acuerdo como si fuera ayer. Pasábamos muchas tardes en el club de ciencias donde, de la mano del profesor Jorge Gómez, aprendí las normas básicas de higiene y seguridad, nociones básicas  de microbiología, a reconocer todos los materiales de laboratorio, etc.”.

Durante esa primera incursión en el mundo de la ciencia, Ainelen participó de un trabajo que denominaron “Antibiosis Liquénica S. R.”, “el cual nos permitió demostrar que los líquenes de nuestra localidad tienen propiedades antibióticas”, señaló.

También comentó que en esa oportunidad “el trabajo consistió en la recolección de líquenes de la zona y, con dichas muestras, hacíamos extracción de los compuestos activos presentes, mediante la utilización de diferentes solventes: agua, etanol y éter sulfúrico. Luego, con esos extractos, hacíamos antibiogramas para ver si tenían efecto antibacteriano mediante la observación de halos de inhibición”. Con esa investigación accedieron hasta la instancia Nacional de Feria de Ciencias.

El origen

“Recuerdo que un día nos quedamos sin éter en el laboratorio y salimos por todo el pueblo a ver si lo podíamos conseguir. Obviamente, dado que es un solvente orgánico, no es tan fácil de encontrarlo y menos en una localidad pequeña como la nuestra. Pero no nos dimos por vencidos. Estuvimos toda la tarde -literalmente- ingeniándonos para ver cómo podíamos recuperar un poco de éter de una muestra previa que teníamos en el laboratorio. Para el final del día habíamos diseñado un ‘dispositivo’ donde conectamos dos frascos, el primero conteniendo el solvente y el segundo vacío. Después de muchas ideas y pruebas, nos dimos cuenta de cómo se podía pasar el éter desde el primer frasco y recuperarlo en el segundo. Si bien el intento fue fallido, porque tuvimos un pequeño incidente en el medio, el profesor nos felicitó por todo el razonamiento que hicimos”, contó Ainelen.

Luego de aquella jornada en el club de ciencias, cuando llegó a su casa, la joven les dijo a sus padres: “Ya sé lo que quiero hacer el resto de mi vida: ciencia”. 

(CC)

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