Por Carlos Lezcano y Gabriela Bissaro
Especial para El Litoral
Las cuatro décadas de la reconstrucción democrática nos invitan a reflexionar sobre los hitos que marcaron estos años, como una mirada sobre el pasado y como una invitación hacia el futuro. Geoffrey Cardozo y Horacio Sánchez Mariño dialogaron sobre el Proyecto Humanitario de identificación de soldados cuyos cuerpos descansan en el cementerio de Darwin. Reflexionan sobre construir la paz, después de haber vivido la guerra. Esta conversación se dio como parte de la agenda de actividades conmemorativa por los 40 años de la Restitución Democrática, desde la Universidad Nacional del Nordeste. Allí se realizó esta charla virtual titulada “Conversaciones entre veteranos”, en la que dos excombatientes en la guerra de Malvinas, reflexionan sobre habitar y construir la paz mundial. Un británico y un argentino, ambos soldados, ambos comprometidos con la construcción de la paz.
—Geoffrey, contanos tu experiencia de cómo viviste el conflicto y lo que pasó. Hace unos años Horacio me dijo en una entrevista que los antiguos adversarios pueden conversar después caballerosamente. ¿Podés darnos tu opinión?
—Quizá sería mejor que Horacio cuente que estaba presente durante el conflicto antes del 14 de junio, porque yo llegué después del fin del conflicto en las islas. Nosotros esperábamos el cese del fin del conflicto en las islas, eso que se llama la cesación de hostilidades. Entonces, para un soldado como yo y mis camaradas que llegaron a las islas después del 14, los días previos lo vivimos en alerta esperando un golpe de la maravillosa Fuerza Aérea Argentina, porque ellos querían continuar con el conflicto, Horacio lo sabe también. He hablado con muchos pilotos en Argentina, ahora son muy buenos amigos y ellos me han dicho sí, queríamos volver muy de prisa después del 14 de junio.
—Horacio Sánchez Mariño: Yo estuve allí a partir de abril, el 23 de abril llegué a las islas y me tocó prácticamente todo el período más duro de la guerra. Y volví al continente con el último avión que salió de las islas el 13 de junio. Al día siguiente, el 14, cesaron las operaciones bélicas. Con mi helicóptero tuve la oportunidad prácticamente de conocer todos los lugares más importantes o típicos de las islas, alrededor de Puerto Argentino, en las alturas que rodean a la ciudad, en Darwin, Goose Green. Pasé algunos momentos críticos, fundamentalmente con ataques de la Fuerza Aérea Británica, ataques de la RAF. Al respecto, una mención que puede hacerse es que con los pilotos que nos atacaron (ambos escribieron sus libros sobre el conflicto), me contacté con ellos, con uno pude tener un diálogo, se llama David Morgan, un hombre muy considerado por los británicos por su actuación en la guerra. Intercambiamos correspondencia, incluso me mandó después algunas fotos actuales de Malvinas. Y con el otro que se llama Jerry Pook no fue posible, tal vez porque quedó muy afectado por la guerra y prefiere no tener ningún contacto con todo lo que pueda recordarle al conflicto.
Respecto a la idea que ha mencionado Carlos, a lo largo de mi carrera he tenido oportunidad de compartir destinos y trabajos con oficiales británicos. La primera vez en la ex Yugoslavia, donde estuve destinado en la Oficina de Operaciones Aéreas y luego en una base de la Otan donde conocí muchos oficiales británicos: con uno de ellos, Jim Blake, coronel de comunicaciones, mantenemos todavía el contacto. Recuerdo que cuando fueron asesinados cinco argentinos en el Central Park, en Nueva York, él me llamó para darme las condolencias. Es decir, es posible mantener un diálogo con nuestro antiguo adversario y sabiendo que tenemos por delante una tarea que es conversar sobre el tema de las Islas Malvinas. Nosotros en Argentina, por la Constitución sabemos que esa negociación debe hacerse diplomáticamente, lo cual es algo que debemos remarcar siempre, ya que la posibilidad de retomar las hostilidades bélicas está vedada por nuestra constitución. Por lo tanto, hay que seguir trabajando y negociando. Para lo cual, lo que tenemos que hacer es, obviamente, conversar con el Reino Unido, con los británicos, para avanzar en este conflicto. Sabemos cuáles son las posiciones de cada parte, no es el objeto de este encuentro hablar de ese tema, pero creo que sí es posible y que es importante y necesario mantener esas conversaciones entre caballeros, que somos soldados. Hay que remarcar, esto es muy importante, que fue una guerra de caballeros y los dos bandos respetaron estrictamente las leyes y convenciones, la convención de Ginebra, como el trato de heridos y prisioneros. Remarcamos lo de los heridos porque fueron atendidos muchos oficiales y suboficiales y soldados argentinos por unidades médicas británicas. Remarco la historia de Rick Jolly, un cirujano británico que atendió a varios oficiales. Él recibió una condecoración del Reino Unido y también recibió una condecoración por parte del gobierno argentino por su tarea tan importante en cuidar a los prisioneros. Por eso digo que fue una guerra entre caballeros.
—Así como Horacio contó sus primeros vínculos con británicos, sería muy interesante Geoffrey que puedas contarnos cuáles fueron tus primeros vínculos con los argentinos, que tienen de algún modo un punto culminante con el encuentro con una correntina y que nosotros admiramos tanto, Elma Peloso.
—G.C. Lo que ha dicho Horacio es muy justo. Hay una frase aquí de un diplomático argentino que dice: “Si esos soldados que se enfrentaron en el campo de batalla hoy son capaces de darse la mano, es inconcebible que políticos sean incapaces de dialogar”. Hay algo muy especial entre un soldado argentino y un soldado inglés británico. Quizás y es una ironía este vínculo entre soldado de un lado, soldado del otro lado. Este vínculo es tan cercano y más cercano a menudo que el vínculo entre un veterano argentino y un civil argentino. Y la misma cosa del otro lado, un inglés que ha peleado en las islas. Los civiles ingleses no comprenden muchas veces. Entonces, este vínculo entre soldados de ambos lados es muy, muy importante, casi espontáneo.
Mi primer vínculo con un soldado argentino fue un soldado muerto, estaban muertos los primeros que yo he encontrado. Me acuerdo muy bien del primero en Monte London, ese valiente héroe argentino estaba en el campo desde hace algunas semanas, al aire libre. Nadie lo había enterrado. Nadie. Esto es lógico porque después de un conflicto hay tanta turbulencia, que pasa en las guerras. Los olvidados están allí, sin embargo. Yo me acuerdo, acercándome de este chico, y estoy utilizando una palabra que no es la palabra de todos, la de un chico. Para nosotros ingleses, en nuestro ejército, los oficiales, suboficiales, hablan de sus chicos, los soldados. Es un término un poco de padre, es la responsabilidad ante nuestros hombres, son nuestros chicos. Entonces, cuando un general va a inspeccionar un cuartel, la primera pregunta es “¿cómo van los chicos?”. Esto es muy importante. Entonces, mi primer chico lo he visto en Londres, tenía nada más que 18, 19 años. Sus ojos estaban abiertos, un rostro bien conservado, reservado a causa de la nieve, del frío, y pensé inmediatamente en su madre. Claro que pensé en él, pero también en su madre. Antes de marcharme de Londres, yo tenía 32 años, y mi madre me había tomado en sus brazos amorosos y me había dado el beso más lindo y profundo que había recibido desde la edad de quizás seis o siete años, cuando los varones no paran de recibir besos de sus madres y a veces no los quieren. Pero a la edad de 32 años, marchándome a la guerra, mi madre me había tomado muy cerca de ella. Y podía ver en sus ojos que ella quizá pensaba que nunca volvería. Entonces, cuando vi a ese chico, pensé en su madre, que seguramente le había dado el mismo beso. O en su esposa, sus hijos, bebés en sus brazos que él nunca quizá ha conocido de más grande. Y ellos no tienen memorias de él, simplemente fotografías. Y cada paso que yo tomé con cada uno de mis chicos para enterrarlos, su madre, sus madres, estaban a mi lado siempre. Y esto me ha dado una motivación para hacer esta tarea compleja, que era mucho más ligera a causa de la madre, siempre figura central.
—Horacio, supongo que, a diferencia de Geoffrey, el primer contacto habrá sido con un soldado inglés o un colega inglés vivo. ¿Querés contarnos cómo fue ese primer contacto?
—H.S.M. Mi primer contacto no fue muy divertido porque, bueno, el 21 de mayo estando en la zona del Monte Kent yo estaba despegando y dos aviones ingleses nos atacaron. Afortunadamente tuvimos tiempo de aterrizar, abandonar la aeronave, y el helicóptero fue averiado, no quedó destruido, pudimos seguir volando. Y así tuve en dos oportunidades encuentros de este tipo. Pero, personalmente, como dije, en la ex Yugoslavia, estaba en una oficina donde al lado teníamos una oficina de logística donde trabajaba un oficial británico.
Su nombre era Colin. Él y yo trabajamos juntos en la misma tarea. Él en la parte logística y yo en la parte del transporte aéreo. Incluso compartimos todo ese tiempo y ese fue el primer contacto. Luego en la base de Shape (Supreme Headquarter of Allied Powers Europe), en la Otan. Allí conocí a varios oficiales británicos y quedamos con Carolina, mi mujer, amigos de Jim y Grace Blake. Él era coronel, estaba en un puesto de la Otan y compartimos incluso encuentros sociales. Allí había también una señora, Frances Canham, actualmente miembro del clero anglicano, que vivió en Argentina de los 5 hasta los 10 años, porque su padre era profesor en el colegio St. George, en Buenos Aires. También con ella, por supuesto, nos unió el recuerdo de la Argentina y tuvimos una muy buena relación.
—A partir de estos encuentros que están basados en la conversación, en el diálogo, en la escucha. ¿Cómo se construye la paz? ¿Cuál es el camino? ¿Cuáles son las herramientas? ¿Es posible la paz?
—G.C. Yo estaba en Bruselas al mismo tiempo que tú estabas en Mons. Yo era el representante de Saceur (Comandante Supremo Aliado en Europa), en Bruselas con los embajadores, los diplomáticos, escuchando lo que decían, escribiendo mensajes a Wesley Clark para que él tomara decisiones conociendo el diálogo político. Mi primer soldado vivo, el sobreviviente que encontré fue Julio Aro. Pero fue una casualidad este encuentro con Julio en Londres en 2008. Yo estaba fuera del ejército trabajando en una obra que atendía veteranos con problemas. Y él llegó a Londres con otros dos camaradas, veteranos y la ironía es que él no hablaba una palabra de inglés. Siempre decimos que debemos hablar lenguas, idiomas, que es muy importante, pero esta vez este hombre no podía hablar inglés y fue positivo. Si hubiera podido hablar inglés, nunca lo hubiera encontrado. Esto es bárbaro, ¿no? Y a causa de esta falta, Dios nos reunió para ayudar. Yo estaba de intérprete y hablamos después de nuestro trabajo en Londres. En la tarde, en un pub en el Soho, él me dijo, “Geoffrey, ¿sabes que hay cruces, la mitad de las cruces, en el cementerio de Darwin, que no tienen nombres? Él no sabía que fue mi trabajo y el de mi equipo enterrar estos héroes de una manera digna, con una ceremonia religiosa. Yo soy católico, pero primeramente soy un hombre y este fue un trabajo humanitario, totalmente lógico, de un soldado a otro soldado, de una persona a otra persona. Hay algunos que dicen, pero ¿por qué lo ha hecho? Mi respuesta es siempre, ustedes argentinos hubieran hecho exactamente la misma cosa para nosotros. Este es algo natural, normal. Y él, Julio, fue el primero que he encontrado vivo y hemos trabajado desde 2008 para identificar a sus camaradas, mis chicos. Más tarde, en Buenos Aires, cuando yo estaba en su país por primera vez para hablar con las madres, que no conocían que quizás había una posibilidad de identificar sus hijos. También en Chaco para hablar con madres como Norma; en Corrientes, en algunos barrios de la región donde hay un montón de soldados que murieron, más de 67. ¿Y saben cuántas madres viven de estos 67 hombres ahora? Siete. Hay algunos pocos que aún restan identificar, pero ese capítulo de la identificación se cierra ahora. El segundo capítulo, ¿cuál es? Es la juventud, la suya, la nuestra. Este es un capítulo increíblemente importante. Y el tercero, los veteranos, porque los veteranos suyos han sufrido de una falta de reconocimiento. Los nuestros no tanto, pero, como decía Horacio, algunos han sufrido mucho. Este hombre, Jerry Pook, por ejemplo, y varios amigos, veteranos británicos, que no quieren hablar, no quieren pensar. Es el síndrome postraumático que debe comprenderse. ¿Por qué? Si no sufría el estrés posttraumático, quizás quería decir que este hombre no era normal. Cada hombre que ha visto los horrores que Horacio ha sufrido, que yo he pasado en otras guerras, si no tiene algún problema psicológico después hay algo que no es normal en él. Cuando vi a alguno de mis soldados que no tenían problemas pensé que era peligroso, no es un buen soldado. Cada buen soldado debe evidenciar problemas y cosas que son muy profundas y fuertes después de una batalla, ¿no?
—La propuesta de Geoffrey es culminar este proceso de identificación de soldados, trabajar con la juventud y un vínculo más estrecho entre veteranos. ¿Cuál es tu mirada?
—H.S.M. Es muy importante y es fundamental su punto de vista. Yo sé que en todas las relaciones que se han establecido entre veteranos siempre ha florecido la caballerosidad y la camaradería. Siempre digo que durante muchos años los oficiales británicos tuvieron un reconocimiento hacia nosotros mucho más importante que el que nosotros recibimos de nuestra propia sociedad. Durante muchos años acá flotó la idea de que los argentinos no querían pelear, no habían peleado. Cuando empezamos a recibir testimonios de las fuerzas británicas que participaron, en los máximos niveles como Julian Thompson, comandante del comando 42, Jeremy Moore, los más altos conductores militares, dijeron lo que había ocurrido, que fue una pelea muy dura. Julian Thompson le da el título a su libro “No Picnic”, no fue un picnic, fue algo difícil y eso a nosotros de alguna manera nos hacía bien, porque reconocía lo que había ocurrido ahí. Con el tiempo hubo algún mayor reconocimiento por parte de la sociedad. Yo creo que ustedes se habrán dado cuenta de que el mayor reconocimiento que recibimos los veteranos vino cuando la selección nacional cantó el canto ese “Muchachos…” donde prácticamente ahí no había cuestiones políticas, no había nada más que el afecto de la sociedad. En ese momento la selección argentina recuerda a los veteranos argentinos. Eso fue muy importante. Y hacia adelante, ¿cómo construir la paz? Bueno, es un trabajo muy importante, un trabajo duro, hay un conflicto en el medio, hay posturas que son difíciles de congeniar. Eso obviamente, como dije, tiene que quedar en manos de nuestros diplomáticos y a la juventud hay que educarla para que piense primero y siempre en la paz. Hay pequeños grupos en la Argentina que intentan tomar ventajas, estos grupos ultranacionalistas. Muchas veces eso tiene un pago político, el de incentivar la cuestión del enfrentamiento. Pero yo creo que eso no es útil ni al problema en sí, ni a la educación de nuestros jóvenes. Es muy difícil, si no tomamos con responsabilidad este tema y no lo llevamos adelante con la generosidad y la altura que requiere.
G.C: Bien dicho Horacio. Hay un veneno en algunos jóvenes de cada lado. Esa fue la razón por la cual yo quería hablar con los jóvenes, los estudiantes que están escuchándonos. Porque el futuro de todo este diálogo significa la paz. Y la paz no es simplemente una palabra, porque hay matrimonios que viven en paz, pero no están en paz. Una convivencia pacífica, coexistencia, porque ahora hay una coexistencia británica-argentina, pero ¿es realmente la paz? No. La paz está en las manos de los chicos, de los jóvenes que están escuchándonos ahora. La paz está en sus manos limpias. Estos chicos tienen corazones, almas, manos limpias, y tienen una página, una hoja en blanco delante de ellos y tienen que escribir sus vidas. No es para nosotros, son las suyas. Y nosotros los viejos, no debemos ensuciar esta página que es la suya.