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Corrientes apuesta al arte contemporáneo

Por El Litoral

Viernes, 01 de agosto de 2025 a las 20:18

Por Carlos M. Gómez Sierra | Arquitecto, docente e investigador.

La inminente inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Corrientes (MACC) ha suscitado toda serie de debates en amplios sectores de la sociedad en cuanto a su necesidad y pertinencia. Debate que se ve amplificado y llevado al barro de la política en medio de la presente campaña electoral con vistas a las próximas elecciones de autoridades provinciales.

No es intención de este ensayo sumarse a esta discusión marcada por un tono que, más que argumentar pros y contras de esta iniciativa cultural, apela a tocar fibras sensibles de una sociedad crispada y atravesada por las vicisitudes de la vida diaria, situando al MACC como objeto sobre el que se proyecta y deposita una carga critica de problemas sociales y económicos que poco tienen que ver con la verdadera naturaleza de un museo.

Más allá de las disputas dialécticas de la política, el MACC es una realidad y, por tanto, la oportunidad de pensar los desafíos futuros que enfrenta y sus potenciales aportes para la ciudad y sus ciudadanos. Para descifrar estas incógnitas, un ejercicio interesante es contrastarlo a la luz de otros ejemplos paradigmáticos de museos de arte contemporáneo. Para realizar este ejercicio que nos ayuda a echar luz sobre el tema, se impone primeramente una somera aproximación a las características del MACC y de su colección para una mejor comprensión de la problemática.

El MACC se inscribe en la logica de una ciudad intermedia, con tradiciones culturales profundas pero con escasa presencia del arte contemporáneo en el espacio público institucional. Esto constituye una oportunidad estratégica: la de contar con un museo sin dependencia de lo espectacular, pero capaz de operar como plataforma crítica, comunitaria y creativa.

En cuanto a su presencia fisica, se encuentra ubicado en el corazón del centro histórico y comercial de la ciudad, específicamente en la esquina de las calles San Juan y 9 de Julio. Una zona urbana densa y saturada por la superposición de actividades y extrema fricción de circulaciones peatonal y vehicular. En este contexto urbano su contenedor arquitectónico es un sólido edificio historicista que fuera primera sede del Banco de la Provincia de Corrientes y que forma parte indeleble de la memoria colectiva de la ciudad, el cual es intervenido a los efectos de actualizar sus posibilidades de soportar un nuevo programa.

Por su parte, la base del acervo artístico del MACC se consolida a partir de la nutrida colección privada del artista plástico correntino Luis Niveiro, conformada por obras en variados formatos producto de adquisiciones y donaciones provenientes de todo el país. Este dato es fundamental de considerar ya que el conjunto de obras que en poco tiempo más podrán ser exhibidas es preexistente al edificio que las albergará.

Teniendo en consideración estas tres dimensiones -urbana, arquitectónica y artística- que inciden y configuran la formalización del MACC, es posible entonces un análisis comparativo con ejemplos de programa similar para avanzar en una prefiguración de posibles efectos y alcances futuros, como institución y como presencia física en la ciudad.

Los ejemplos a considerar serán cuatro: el Museo Guggenheim de Bilbao, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid y el Centro Nacional de Arte y Cultura George Pompidou de París. De cada uno de ellos se destacan diferentes aspectos operativos para nuestro análisis en relación al MACC, mas allá de diferencias de escala, enclaves urbanos, potenciales económicos y modelos de gestión.

El Museo Guggenheim de la ciudad de Bilbao, España, es interesante a nuestros efectos por dos razones: por los pormenores previos a su concreción, que en mucho se asemejan a los debates ocurridos con el MACC, y por los efectos urbanos y sociales que desató. Antes y durante su materialización, el proyecto fue centro de fuertes críticas y violentas oposiciones por parte de amplios sectores de la sociedad bilbaína aduciendo razones tanto económicas, por su elevado costo en un momento de enormes dificultades, como culturales, por las sospechas de un intento de colonización cultural y ninguneo de la producción artística local en manos de una franquicia museística internacional con sede en Nueva York.

Sin embargo, la iniciativa fue un éxito rotundo, posicionando a Bilbao como uno de los  centros más importantes del arte contemporáneo europeo, atrayendo a miles de visitantes de todo el mundo y desactivando las críticas y sospechas previas.

Pero el éxito bilbaíno no fue solo producto del espectacular edificio de titanio proyectado por Frank Gehry y por su notable colección, sino por haber actuado el museo como punta de lanza de una profunda renovación urbana, reconfigurando su alicaído modelo industrial en una renovada economía de servicios y posicionando a Bilbao en el mapa mundial.

Moraleja: no alcanza con un bello edificio y una consolidada colección de arte, sino con los efectos transformadores que el proyecto institucional tiene en y para la ciudad. Por ello, el MACC no debe quedar solo en un buen edificio, una bella colección y una eficiente gestión; sino en poder articularse como motor para una actualización y reconversión del sector céntrico de la ciudad de Corrientes.

Antecediendo solo un par de años y al fragor del marketing urbano, la competencia entre ciudades y el todavía presente éxito de las Olimpiadas, en 1995 Barcelona inaugura su Museo de Arte Contemporáneo en el corazón medieval de la ciudad. Un bellísimo edificio puramente blanco, producto de la creación de un arquitecto global como Richard Meier. Pero las mieles de su inauguración rápidamente se desvanecieron. El imponente edificio paso a comportarse como una cáscara casi vacía producto de una débil colección museística, situación que con el paso del tiempo solo se agravó merced a sucesivas inconsistencias en la gestión, intromisiones políticas y actos fallidos que llegan hasta nuestros días.

Moraleja: de nada sirve un bello edificio con una colección inconsistente y una errática gestión. Pero este riesgo no corre el MACC dado que, como expusimos, cuenta ya con una sólida colección que, seguramente, se irá ampliando con el paso del tiempo. Queda por delante asegurar que su gestión museística y curatorial no corra con los mismos inconvenientes del ejemplo catalán.

Yendo un poco más atrás, en 1992 se inaugura el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de la ciudad de Madrid. Emplazado en el ya existente Palacio de Villahermosa, su refuncionalización corrió por cuenta del arquitecto español Rafael Moneo para proteger y exhibir la hasta entonces colección privada que durante generaciones fue conformada por las familias de noble linaje que dan nombre al museo. Si bien el mismo no tiene el poder y trascendencia del cercano Museo del Prado, se presenta como un equilibrado proyecto cultural conjugando historia y un incontrastable amor por el arte universal de todas las épocas atesorado de manera privada durante generaciones para finalmente convertirse en patrimonio público.

Moraleja: no es necesario un museo materializado en un edificio que responda a la espectalularización de las modas arquitectónicas para que sea un acabado ejemplo de éxito cultural. En tal sentido, este museo guarda muchas semejanzas con el MACC: un edificio histórico de mediana escala enclavado en un área netamente urbana que alberga una colección de origen privado. Nuevamente, de lograrse una eficiente gestión futura, las chances de éxito son altas.

El cuarto y último ejemplo a considerar es el Centro de Arte y Cultura George Pompidou de la ciudad de Paris. Inaugurado en 1977 tambien enfrentó fuertes oposiciones antes y durante su construcción. Las críticas vinieron tanto del ámbito político como del cultural y del público en general.  El diseño rupturista de Renzo Piano y Richard Rogers fue considerado escandaloso y provocador por su estética industrial completamente ajena a su entorno clásico. Por su parte, intelectuales y artistas temían que el nuevo centro fuera un “supermercado cultural”, diluyendo el valor de las artes en favor de una propuesta masiva y populista.

Sin embargo, y a pesar de las feroces críticas, el Centro Pompidou se convirtió en un éxito rotundo de público y un símbolo internacional del arte contemporáneo. Su enfoque abierto y su arquitectura de vanguardia ayudaron a democratizar el acceso a la cultura y consolidaron su lugar como uno de los museos más visitados del mundo.

Especial atención hay que brindar a la plaza pública que le antecede, siendo un elemento clave del diseño urbano del museo. Aunque en su momento fue también objeto de controversia, hoy se reconoce por sus positivas características urbanas y culturales, ampliando el concepto de museo al espacio de la ciudad permitiendo intervenciones artísticas, desde performances hasta instalaciones efímeras.

Moraleja: un museo que se abre a la ciudad y actualiza su entorno a favor de un arte público, abierto y participativo tiene un éxito social prácticamente asegurado. En este sentido el MACC tiene una oportunidad inmejorable de volcarse e integrar la adyacente Plaza Juan de Vera en una suerte de unidad cultural urbana viva y abierta reconfigurándola desde una perspectiva contemporánea, inclusiva y multisensorial, vinculando el museo al sistema peatonal y comercial del microcentro y generando recorridos urbanos fluidos y significativos. No se trata de embellecer o modernizar, sino de transformar la relación entre arte, ciudadanía y ciudad, desde una perspectiva crítica y situada.

Esta propuesta conlleva una intervención urbana integral que transforme la plaza en una extensión porosa y activa del museo, integrando paisaje, arte público, memoria local y participación ciudadana.

Los ejemplos hasta acá analizados nos permiten concluir que el posible éxito de un museo de arte contemporáneo como el MACC se deberá básicamente a tres factores: una sólida gestión museística y curatorial sostenida en el tiempo, una actitud de apertura a la comunidad y a sus intereses y a su necesaria e irrenunciable ampliación física y simbólica sobre la ciudad.

Observando estos principios, el MACC puede asumir un perfil propio posicionado como un museo anclado a la ciudad y al territorio, que trabaje desde las complejidades culturales, históricas y sociales de Corrientes y de la región. En lugar de importar modelos, puede invertir la lógica y convertirse en un espacio que proyecte lo local hacia afuera, visibilizando producciones contemporáneas vinculadas al río, la frontera, lo guaranítico y lo popular desde una perspectiva crítica, regional y contemporánea, sin caer en la folklorización.

El MACC puede y debe consolidarse como un nodo cultural estratégico asumiendo una gestion basada en la federalización del arte contemporáneo, la curaduría con perspectiva regional y una gestión comunitaria activa, recordando y haciendo recordar que un museo es ante todo un agente activo de educacion publica gestando un modelo cultural, enraizado, reflexivo, y vital para el ecosistema cultural correntino.

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