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Voces del gran mundo (del carnaval)

*Por José Luis Zampa

Viernes, 21 de febrero de 2025 a las 21:45

¿De dónde salen las voces que patentizan a los megaeventos? ¿De qué forma desembarcan en los escenarios más populares para relatar una fiesta multitudinaria al punto de que, sin esa vocalización irremplazable, tanto artistas como público se sienten incompletos? La respuesta aparece entrelazada con la frondosa trayectoria de quienes toman el micrófono cada vez que el "Nolo Alías" enciende sus luminarias, auténticos verbalizadores de cada una de las historias que allí se interpretan, henchidas de personajes, acordes y canciones, pero carentes de oralidad descriptiva.

Los locutores vuelcan un concierto de frases que, como telón de fondo, proporcionan contexto exegético al devenir de las comparsas, con lo cual contribuyen a comprender en el más lato de los sentidos el mensaje transmitido por bailarines, músicos y coreógrafos. ¿Por qué hay una flor de guayaba en medio de los sapuquines? ¿Qué implica un ex combatiente personificado por un conmovido comparsero en el cenit de la presentación arabarecera? ¿A quién y por qué le cabe el rol de "Madre Patria"? Todo eso y muchas otras escenificaciones se pueden inferir desde la visión subjetiva del espectador, pero se terminan de aprehender como parte de una secuencia narrativa con la palabra del "sepaker" especializado en carnaval.

Alguna vez un gran amigo de este reportero, don Jorge Palavecino, definió a Marcelo Gómez Brown como "La Voz de Oro del Carnaval". Fue hace tiempo y allá lejos, cuando todavía el flaco Cosarinsky regaba la avenida con sus agudos mientras él, hoy inamovible de los altavoces, se acercaba al sitial que por estos días ocupa junto con otro gran animador de la fiesta carnestolenda como es Daniel Collinet, con quien conforma una dupla perfectamente complementaria: si Daniel es el amigo que reconoce a los pasistas desde el palco, Marcelo es la solemnidad que institucionaliza el desfile con el boato de un acto sublime.

En 2025 Marcelo Gómez Brown cumplió 30 años de trayectoria como presentador de las comparsas que a lo largo de tantas temporadas mantuvieron viva una tradición que convirtió a Corrientes en la Capital Nacional del Carnaval. En todo ese tiempo, la perseverancia de este locutor tan conocido por sus presencias públicas y sus productos televisivos (un clásico de Canal 13) se fusionó con la fiesta al punto de que sus imprecaciones se transformaron en un signo identitario.

Y así, como predijo alguna vez "Don Pala" en una de las interminables tertulias compartidas en la redacción de este diario, Gómez Brown adquirió visos de marca registrada con todo lo que implica el haber sido tópico de análisis del que quizás haya sido el más perspicaz cronista de las festividades de Momo, cuyo legado puede hallarse en las colecciones históricas de EL LITORAL (algo muy recomendable, por cierto).

Palavecino no era de prodigar elogios. Siempre cáustico y observador de las sutiles diferencias entre el lujo y el kistch, destacó en Gómez Brown algo que otros conductores no habían practicado hasta entonces: "En su vestimenta podemos ver una sana intención de hermanarse con el brillo y el color del carnaval". Es que Marcelo suele engalanar con apliques de strass cada blazer que luce en los tablados, un gesto de reconocimiento al esfuerzo con que los bailarines elaboran sus trajes.

"Si cada bailarina o cada comparsero trabajan meses en la elaboración de sus vestimentas para estar de la mejor manera posible, yo no puedo menos que estar a la altura de ese esmero estético. Por eso trato de vestir en la misma sintonía. No soy comparsero, pero palpito al unísono con cada uno de ellos y la ropa que elijo es una demostración de respeto a quienes son la esencia de la fiesta", explicó en diálogo con este cronista.

La historia de Gómez Brown va más allá de las noches de carnaval. Es un laburante de la animación y ha sido solicitado por numerosas organizaciones tanto públicas como privadas por varias razones entre las que se destacan su modulación límpida y la garantía de que allí estará, llueva o truene, aunque muchas veces deba aceptar condiciones no tan favorables para su rol como las que enfrenta junto con sus colegas en este corso, cuyo sistema de sonido -por algún motivo- sofrena los decibeles de forma tal que ni siquiera los integrantes de las comparsas pueden escuchar sus nombres en el relato de los presentadores.

Aquí cobra vigor una observación formulada por varios pasistas: "Esperamos que nos mencionen porque es una forma de apoyo que valoramos mucho cuando estamos en pista, pero no se escucha lo que dicen Marcelo Gómez Brown o Daniel Collinet. A pesar de que muchas veces los vemos con las venas del cuello inflamadas, elevando el tono al máximo, pero no es lo mismo que el año pasado, cuando al compás de nuestras melodías y coreos sentíamos el aliento de ellos desde el micrófono".

Y qué decir de Daniel Collinet. Un caballero que ni siquiera necesita presentación. Desde su añorado programa "El Día del Arquero" (en trío con los geniales Emilio Karothy y Eduardo Del Valle), edificó un prestigio que no solamente se apoya en los cimientos del talento, sino en la bonhomía con que aborda sus compromisos como animador, en un papel que supera el horizonte de la locución para hacer pie en la autoestima de cada artista. ¿Por qué? Porque ser mencionado por el "Tinelli correntino" (como alguna vez fue comparado) es un honor para cualquiera que forme parte del show business vernáculo.

A estas alturas, Daniel versatiliza su carrera en prácticamente todos los terrenos de la comunicación y en los últimos años se hizo fuerte -incluso- en la prosa de sus cuentos breves sobre anécdotas y paisajes de la cotidianeidad costumbrista de una Corrientes en plena evolución, donde logró conservar sus aires juveniles (como runner mantiene un estado físico impecable) para llegar con la misma intensidad a todos los estratos: tanto a los "viejóvenes" analógicos de los 80 y 90 como a la generación hipervirtualizada que a todo accede mediante pantallas inteligentes.

Gómez Brown y Collinet. Marcelo y Daniel. Una dupla que corona con sus cuerdas vocales un espectáculo colosal e inenarrable como es el carnaval de Corrientes, al que siempre estarán ligados porque así son las relaciones basadas en las sempiternas pasiones intergeneracionales. En esa dimensión integradora y ecléctica, el conjunto está por encima del individuo, pero cada engranaje de tan gigantesco artefacto (en su más estricto sentido etimológico: el hecho del arte) constituye un valor a proteger y respetar. Como es el caso de estos dos juglares de la posmodernidad declamativa.

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