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El signo de las virtudes

Por El Litoral

Martes, 17 de noviembre de 2020 a las 01:03

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar
Especial para El Litoral

Hay tres virtudes que nos integran como personas, son propias del hombre y lo constituyen en su integridad, estas son las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad.
Las tres expresan a nivel humano lo que es el hombre, lo que lo caracteriza y distingue de los demás seres vivientes de la Tierra.
La fe es la creencia, la confianza puesta en Dios primero, en la familia después, en el amigo, en el médico que me cura, en los líderes que nos movilizan, en los artistas que nos conmueven, en los demás hombres que se relacionan conmigo.
Tengo fe en Dios, o no, pero siempre tengo fe, porque cuando no la quiero entregar al Supremo, la estoy otorgando con toda seguridad a mi igual, sea mi esposo, mi hijo, la vecina, el letrado que me defiende o el médico que me trata. Pero el hombre siempre tiene fe, no existe nadie sin fe, porque sin fe es imposible relacionarse, desarrollarse y vivir. 
En cuanto a la esperanza, no hay vida sin ella, porque el que nada espera, espera la muerte, lo que lo contradice e indispone.
La esperanza es un motor que nos moviliza, que nos impulsa, que alimenta las ideas, los proyectos, los ideales. Nada se sustenta sin esperanza, nada se crea sin ella, sin su fuerza y sus nutrientes.
No en balde dice el refrán: “La esperanza es lo último que se pierde”.
En cuanto a la caridad, quién la puede negar, desechar, olvidar, desmerecer, si está presente en cada ser, en cada gesto, en cada acto, en cada pensamiento por mezquino que éste sea, siempre hay un dejo de ella, siempre hay una manifestación de la caridad en el hombre. Cada vez que se conmueve por su prójimo está ejerciendo la caridad, aunque se presente precaria, diminuta, no deja de existir en cada corazón viviente.
Ciertamente que hay grandes ruindades humanas, pero tampoco es menos cierto que hay grandezas increíbles en obras de beneficio y de amor al prójimo.
La caridad existe, es manifestación del amor y está presente en todos los momentos de la vida y se da o se recibe constantemente. Entonces podemos decir que estas tres virtudes, que para los cristianos son teologales, impregnan naturalmente la vida de todas las personas, porque sin ellas, la vida deja de ser posible, porque sin ellas el hombre se malogra, se aniquila y se desintegra.
Fe, esperanza y caridad, esencia y manifestación de la vida humana, que fiel a los fines de su Creador se encarnan y viven en el hombre, que las manifiesta aún a su pesar, porque no puede desprenderse ni despojarse de algo que le es tan propio como el aliento que lo sustenta con vida.
Estas tres virtudes son para el cristiano las más importantes en la vida del hombre y se las denomina teologales: fe, esperanza y caridad, son teologales o divinas porque atañen directamente a Dios: creemos en Dios, en Dios esperamos y a Él amamos.
Estas tres virtudes junto con la gracia santificante se infunden en nuestra alma en el sacramento del Bautismo.
l La virtud de la caridad, o sea la capacidad de amar a Dios con amor sobrenatural, se pierde solo cuando deliberadamente nos separamos de Dios por el pecado mortal. Pero aún perdida la caridad, la fe y la esperanza permanecen.
l La virtud de la esperanza se pierde sólo por la desesperación de no confiar más en la bondad y la misericordia divina.
l La fe la perdemos cuando rehusamos creer lo que Dios ha revelado, porque creer significa admitir algo como verdadero y la fe implica certeza.
Si perdemos la fe, la esperanza se pierde también pues es evidente que no se puede confiar en Dios, si no creemos en Él.
Estas tres virtudes evidentemente están inscriptas naturalmente en el corazón de todo hombre y solo adquieren su dimensión sobrenatural en el Bautismo, cuando las asociamos directamente a nuestra relación con Dios porque se nos infunde en el alma creer en Él, esperar en Él y amar a Él por sobre todas las cosas.

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