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El involcable

Probamos una excelente unidad histórica para revivir las sensaciones que experimentaron en los años 60 y 70 los conductores del famoso Citroën 3CV. Un modelo de cuño nacional con un sistema de suspensión tan singular que lo convertía en involcable.
 

Por El Litoral

Sabado, 07 de agosto de 2021 a las 01:00

Por José Luis Zampa

Hay autos que se destacan por su diseño, otros lo hacen por su potencia e incluso por su lujo, pero hay algunos que se ganan el corazón de la gente a través de la humildad y la nobleza. Uno de ellos es el Citroën 3CV, ícono de la industria nacional que motorizó a las familias argentinas en los años 60 y 70.
El 3CV es una versión única en el mundo ya que no existe otro lugar del planeta donde se haya producido que no sea Argentina. En Europa se conoció siempre como 2CV, nombre que se aplicó a partir de la legislación francesa sobre potencia fiscal, unidad de medida que permitía eximir de impuestos a vehículos populares.

Pero en nuestro país el famoso “dos caballos” de origen galo se convirtió en 3CV allá por 1969, cuando la cilindrada de su motor bóxer de dos pistones refrigerados por aire pasó de 425 a 602 centímetros cúbicos, lo que llevó a los responsables de marketing a diferenciar la evolución con una nueva denominación. El viejo 2CV se llamó a partir de entonces 3CV, aunque básicamente era el mismo auto con algunas diferencias estéticas entre las que sobresalía la aparición de una tercera ventana lateral, en forma de medialuna trunca. Este cronista tuvo la gran oportunidad de probar un Citroën 3CV recientemente restaurado por dos admiradores de la marca: Diocles Gómez Chapo y Diocles Gómez Chapo hijo, ambos entusiastas de los vehículos de época que a lo largo de aproximadamente dos años le devolvieron los bríos de juventud a un espécimen de la que vendría a ser la última serie de 3CV producida en el país, un Prestige modelo 1976.

El auto se desenvuelve espléndidamente bien en el tránsito citadino y llama la atención de todos los transeúntes. Lo comprobamos el jueves pasado en horas de la siesta, cuando se llevó a cabo el retrotest sobre las calles Edison, Quevedo y un tramo de la Costanera General San Martín. “Hermoso su Citroën, señor”, exclamó una señora que terminaba de trotar, impactada por el idílico azul Francia en acabado semimate que los propietarios eligieron para su joya mecánica.

Durante el contacto con el 3CV Prestige quedó en evidencia la gran cualidad del modelo, que es su singular sistema de suspensión. Distinto a todo, el mecanismo solo estuvo disponible para el 2CV francés y sus hermanos de familia como el Mehari y el Ami 8. Consiste en brazos que sostienen las ruedas en forma independiente, cuyos movimientos son amortiguados por un tacho herméticamente sellado en el que se alojan dos resortes helicoidales bañados en grasa, desde donde emergen sendas varillas que se conectan a las ruedas y acompasan las oscilaciones de las mismas a medida que al auto supera distintos tipos de terrenos.

Gracias a su amortiguación colosal, el 2CV o su hermano argentino, el 3CV, no solo fue capaz de sortear todo tipo de obstáculos sino que se ganó la fama de auto involcable, ya que es prácticamente imposible tumbar con el vehículo por más que el conductor se esfuerce en hacer las cosas mal, como por ejemplo tomar una curva a 80 kilómetros por hora sin frenar.

En el retrotest realizado en un video que acompaña a este informe en el canal de YouTube “Preguntale a Zampa”, se puede apreciar además otra peculiaridad del Citroën que contribuye a su condición de auto único: la selectora de cambios no está en el piso del auto, tampoco en la columna de dirección, sino que sale desde el centro del tablero, ya que el torpedo aloja una varilla de acero en forma de letra “L” que con deslizamientos circulares, hacia atrás y hacia adelante, permite engranar las cuatro marchas con las que viene dotada la caja.

El mecanismo es simple y el conductor neófito puede acostumbrarse fácilmente a su manejo, especialmente en un automóvil bien conservado como el que hemos podido probar para esta semblanza que rinde tributo a un vehículo que llegó a adquirir la fama reservada para los inventos humanos que, de tanto prestar servicios en innumerables condiciones climáticas y geográficas, terminan volviéndose entrañables.

Tan es así que hasta el genial Quino lo convirtió en parte de su tira más famosa, ya que el auto de Mafalda y su familia es justamente un Citroën 3CV, elegido por su perfil proletario y destacado como tal en la viñeta que sentencia: “Es el único auto en el que lo importante sigue siendo la persona”.

Nacimiento en preguerra

Cuando Michelin Neumáticos adquirió la automotriz Citroën dos años después del fallecimiento de su fundador, André Citroën, decidió producir un vehículo de bajo costo orientado a la actividad rural que aprovechara, además, la tecnología de tracción delantera desarrollada por la casa francesa con el famoso Traction Avant. Fue así que en 1938 se inició la producción de un prototipo llamado TVP (siglas que significan el automóvil mínimo) en chapa ondulada y con un motor de dos cilindros opuestos (bóxer). Se llegaron a fabricar poco más de 30 unidades, pero el proyecto se interrumpió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Al cabo del conflicto, la producción se reinició en 1948, cuando se presentó el primer 2CV en el Salón de París. Con su diseño un tanto antiguo de guardabarros separados de la carrocería y ruedas semiocultas en el eje trasero, recibió cuestionamientos y hasta la burla de un periodista que preguntó si el auto traía abrelatas incorporado. El comentario se atribuye a la apariencia frágil de la carrocería, pero también se cree que tuvo relación con la singular forma de plegar el techo de lona, lo que convertía al pequeño Citroën en un convertible “low cost”.

Con un motor de solo 375 centímetros cúbicos refrigerado por aire, el auto debutó en la producción en serie con éxito moderado, pero al poco tiempo fue ganando terreno hasta convertirse en el elegido por los trabajadores de las grandes ciudades. Un par de años después llegó un motor más potente de 425 centímetros cúbicos y finalmente el cubicaje llegó a los 602 centímetros, lo que elevó la potencia a los 32 caballos. Suficiente para alcanzar velocidades respetables en ruta.

En la Argentina. Citroën de Francia hizo pie en 1958, en sociedad con la firma importadora local Staud y Cía. A partir de allí, en el barrio porteño de Barracas, comenzó la producción del 2CV, que en 1969 pasó a llamarse 3CV hasta el fin de su producción en 1978. Hubo un resurgimiento bajo la marca IES en los años 80, pero esa es otra historia.

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