“Esta selección y este triunfo me generan mucha felicidad y orgullo. Han demostrado compañerismo y que aún en las adversidades se puede salir adelante”, dijo Mariana Gracia, de 38 años, que fue al Obelisco a festejar con su mamá y su hija.
El cochecito de su hija, rodeado de una bandera argentina, fue una postal muy repetida en el centro porteño. Los más chicos, los que no habían visto nunca a la selección campeona, fueron los grandes protagonistas de los festejos.
La gloria futbolística se abrazó con el fervor popular. Luego de una dramática final contra Francia, la selección se consagró campeón de la Copa del Mundo y Argentina logró el triple título luego de 36 años de espera. La euforia no se hizo esperar: miles de personas volvieron a ganar las calles y tiñeron de celeste y blanco todos los rincones del país.
Con banderas, camisetas y gorros albicelestes, en medio de cánticos que celebraron la gesta de la “Scaloneta”, la gente se congregó en las principales esquinas de los barrios porteños y de cada ciudad del extenso territorio nacional. Obelisco en medio del sonido de bocinazos y vuvuzelas, mientras a bordo del transporte público también se vivió una fiesta de la mano de Lionel Messi, Dibu Martínez y todo el equipo.
A las 15.30, el sol pica en Vicente López y hay gente en cada esquina con camisetas y banderas argentinas. La procesión desde el conurbano bonaerense hacia el Obelisco da apenas sus primeros pasos, mientras la gente –como en trance– procesa la agónica victoria de la selección argentina de fútbol. Cada auto que se cruza con otro toca la bocina, los peatones responden gritando, al unísono: “¡Vamos Argentina, carajo!”.
La tensión de los últimos minutos de un partido agónico, extremo, se fueron transformando en un grito de desahogo común. El furgón de una formación del tren del ramal Belgrano norte que encara hacia Retiro cerca de las 16 parece el más popular de cualquier cancha argentina. “Olé olé olé olé olé olé ola soy argentino”, cantaban los hinchas con pasión.
Y una vez en Retiro, la procesión sí que arrancó hacia el Obelisco. Los chicos, todos, llevaron la 10 de Messi. Los grandes llevaron bombos, vuvuzelas, banderas gigantes. Se vieron heladeritas con bebidas que anticiparon una tarde de festejos extendida. Llegando a la avenida 9 de Julio se entonaba el himno. La gente saltaba, se abrazaba, sonreía.
Ignacio y José De Álzaga, por ejemplo, son dos hermanos de 14 y 10 años que como tantos, es la primera vez que viven esto y llegaron al Obelisco a festejar junto a sus padres.
“Siento que estoy muy feliz. Es la primera Copa del Mundo que veo ganar y la primera que tengo conciencia. Hoy me siento feliz de ser argentino, tenía mucha ilusión de que esto pasara y llegamos”, describió Ignacio. José, por su parte, dijo que sufrió mucho durante el partido, pero que ahora está feliz. “Me emociona mucho, Di María sobre todo, porque me acuerdo que en 2018 no lo querían y yo lo quería”, dijo.
(EN)