Por Rodrigo Galarza
Especial para El Litoral
Este mayo pasado se cumplieron cinco años de la muerte del poeta Gabriel Mariano Soto. Nuestros lectores de “El asaltante veraniego” saben que no nos resignamos a olvidar a los poetas que ya no están con nosotros pero que han dejado un testimonio de vida a través de sus obras.
Gabriel era un hombre callado, metido hacia adentro pero atento con el afuera. Hacía de su cuerpo una pausa, un árbol florecido pero con las flores ocultas que había que buscarlas en sus palabras escritas o en sus ademanes tranquilos cuando te convidaba un mate. Conocí personalmente a Mariano a mediados de los noventa en la entonces Subsecretaría de Cultura de Corrientes. Me había acercado hasta allí para hacerle una entrevista que saldría en la revista “Pájaro de tinta”. Recuerdo que fui con un pequeño grabador y sobre todo con un gran entusiasmo ya que acababa de leer su poemario “El iris del universo”, que me había impresionado hermosamente. Tras charlar un rato entre mate y mate, me pregunté cómo ese muchacho siempre al borde del silencio había escrito ese torbellino surrealista y barroco plagado de sinestesias poderosas. Con el tiempo comprendí que él sabía “cuán lejos viven los shamanes solitarios”. No se prodigó demasiado en los cenáculos literarios de Corrientes, pero nunca dejó de escribir, de machacar en un mortero una y otra vez su palabra.
Permítanme ahora este réquiem:
No sé qué hiel desbordaba tus venas y subía a tu garganta para no abrir las ventanas o para cerrarlas, definitivas. No lo sé, Mariano; quizá lo sepa el zorzal que en este momento canta en Madrid desde una atalaya invisible, desde un gris a pesar de la luz exultante, a pesar de que la vida insiste en celebrar eso: la vida. Mariano, hermano en la palabra, hermano en entregarte al incendio de tu tuétano, me llega la noticia de tu adiós, de que ahora tus poemas nos dolerán más, quizá mucho más muchacho noble y melancólico ensimismado por las urgencias de anidar otras galaxias en tu pecho, de cebarte unos mates de la No derrota, como vos mismo lo dijiste alguna vez “solo en este mate pongo mi esperanza”.
Bien sabías —muchacho noble y melancólico— de los seres invisibles que engendran la belleza, bien sabías que este mundo comienza y termina donde “la conciencia angélica” despliega su hálito para lo terrible y para lo sublime; mientras tanto el mundo gira su carrusel inútil e inútiles son las preguntas que nos asaltan la boca a los que te teníamos estima; mientras tanto, muchacho melancólico y noble, me dejo vencer por tu poesía, dejo que vos mismo me prepares para el triunfo definitivo de la verdad.
Muestrario mínimo
El iris universo
El universo es de origen espiritual
El iris del universo
con que mira a la tierra, arrea
sus párpados de llama
que registra el agua
en el molino cósmico
de su paso.
Sombras de agua recostada sobre la vigía ardiente
húmedo perdigón de viento en viento,
la áspera luz sembrada
de tiempo aquel
gemido de pana.
Oh Dios:
Qué edad tienen tus sandalias? Cuando ceda
la horma del infinito
arrójalos al basural de la nada
hay allí una ramita temblorosa de veleta
hacia la dirección de la mente
y cualquier forma pensada
conduce a otro sol sin sueños.
Al mudar del instinto lo llena el instante
para que no rebose
y en cada estación del alma
existe un brote imaginario, pues
¡Sé que estás ahí: el peligro ahora
es saber llegar!
Mediodía
Un mediodía huele a hoja de tabaco
y dormita bajo el aseo pulso a la sombra
pincelada del viento
al fresco doblez de mi corazón.
La picada ranchería hacia el empalmado embalse
levita en levadura su pan desesperado
que la olla del verano
traviesa de palmeras, alza un potrillo
de humo y muchedumbre.
El emblema rosacruz del fogón desplumado
a ras de garza jaguar rayo
viento norte
disolviéndome en tajadas los huesos.
cuando al vivir mata...
¡Aúlla testarudo a paladas de viento
el universo calendario de la providencia!
Mientras? Viaja un balserito per el expreso río
al mamar los pechos de luna llena
en su empaque de esteros.
Ventanas
Veo pichones con sus picos abiertos hacia arriba
veo al hombre sentado en su sillón de mimbre
como anidando para siempre
en su meditación.
¡Ventanas que no sirven para cerrarse
sino para abrir mundos cerrados!
Y veo llover como una simple idea
como un río solo
que pasando queda...
Cantigas soberbias desoyen
los ruidos del planeta.
Disponer una ventana
para el redondo iris ceñido
si mirar quisieras.
Vacío
A Oscar Portela
¡Cuando miro con mejores ojos buenos
todo el mal que viene
de este mundo.
Solo a este mate le confío mi esperanza
solo mi alma deberá recalar en la paciencia
dentro de aquel vacío redimido
en el rostro de Dios!
El mendigo loco
A Tito
El mendigo loco pide una moneda, estira
la nano y pone una sonrisa muerta
en el rostro del transeúnte que pasa.
Un niño duerme en el banco de la iglesia
el gato angora caza al torpe escarabajo
luego del ultimo rezo.
Afuera, en el inmenso mosaico se juega
a las damas con las palomas negras y blancas.
El mendigo loco sigue parado
sobre el portón de rejas, cena callado
murmura algo solo
y se tira a beber su botella de vinagre rosado.
Duelo
A Zitto Segovia
Envaina el río que atraca
sobre la agrillada apertura de pétalos
deportados por el día.
Los focos de nubes violetas
a cuatro pasos de la eternidad, cantan ahora
en silencio, su canción más larga
bajo el negro celofán de mi corazón.
Un reel de constelaciones en las aguas amargas del dolor
puesto a cubierto del mallón de la tarde
donde boya débilmente sol
hacia la planicie de mi alma en picada.
Y placen en mudez acallar los tímpanos
de los pájaros callados.
Aquella la del quebrante algodonal del invierno
mamando las crecientes
que la herradura frágil, a su corcel duerme
al pie del Paraná:
¡La pez madre!
(de Blog de poesías)