La presión de Estados Unidos sobre Venezuela no cesa. Mientras la flota que mantiene en aguas del Caribe lleva a cabo maniobras militares con fuego real en Trinidad y Tobago, tras la llegada a la zona del portaaviones Gerald Ford, Donald Trump ha dado el visto bueno a un plan de acciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano que podrían abrir el camino para una campaña militar más amplia, según publicó el martes por la noche el diario The New York Times. Al mismo tiempo, su Administración ha reabierto un canal de negociación con Venezuela que había estado cerrado, como apuntaba el presidente estadounidense al indicar el domingo que su Gobierno “podría estar negociando” con Caracas.
Esas conversaciones, que estuvieron abiertas un tiempo antes de cerrarse brevemente el mes pasado, parecían haber llegado a dar como resultado una oferta del presidente venezolano, Nicolás Maduro, para dejar el poder dentro de un par de años, según la información del Times.
No está claro, precisa el periódico neoyorquino, qué tipo de acciones exactas son las que Trump ha autorizado o cuándo se podrían llevar a cabo. El presidente no ha autorizado aún el despliegue de tropas sobre el terreno, lo que puede querer decir que la famosa segunda fase de la campaña militar contra la droga ―y de presión a Maduro― de la que ha hablado en varias ocasiones puede estar constituida por actos de sabotaje, o algún tipo de operaciones psicológicas, cibernéticas o de información.
Trump, siempre según el Times, no ha tomado todavía una decisión en firme sobre el camino a seguir en Venezuela. Tampoco ha dejado claro el objetivo exacto de su campaña militar, ahora bautizada como Operación Lanza del Sur, más allá de la lucha contra el narcotráfico. En esa operación las fuerzas estadounidenses han hundido al menos 21 supuestas narcolanchas, en ataques extrajudiciales en los que han muerto al menos 83 personas. La Administración estadounidense asegura, sin presentar pruebas en público, que esas embarcaciones transportan droga y están relacionadas con los carteles. También sostiene que el narcotráfico ha alcanzado unos niveles tan graves que hacen necesaria la respuesta militar para eliminar el “narcoterrorismo”.
Los asesores presidenciales le han planteado una serie de opciones algo largo de múltiples reuniones mantenidas en la Casa Blanca, al menos dos de ellas la semana pasada, inmediatamente después de la llegada a aguas latinoamericanas del Gerald Ford, el portaaviones mayor y más moderno del mundo. Los estrategas militares han presentado una serie de infraestructuras de los carteles que podrían resultar atacados, y el Pentágono ha elaborado planes sobre ataques contra unidades militares cercanas a Maduro.
Ese tipo de planes estaría precedido, considera The New York Times, de algún tipo de acción encubierta de los servicios secretos estadounidenses. Trump ya había autorizado el mes pasado acciones sobre el terreno de estas agencias en Venezuela.
Al mismo tiempo, la Administración ha abierto negociaciones indirectas con el régimen chavista, en un indicio de que el enfrentamiento aún puede tener una solución diplomática. El propio Trump había declarado el domingo, de regreso a Washington tras pasar el fin de semana en su residencia particular en Florida, Mar-a-Lago: “Podríamos mantener algunas conversaciones con Maduro, y veremos cómo acaba eso”.
Maduro, según esas informaciones, ha dado a entender una disposición a ofrecer a las empresas estadounidenses acceso al petróleo venezolano. Mientras en público Trump acusa al líder chavista de ser un líder del narcotráfico ―su Gobierno le acusa de encabezar el cartel de los Soles―, en privado habla elogiosamente de la riqueza petrolera del país caribeño.
El domingo, el Departamento de Estado anunció que incluirá a partir del próximo día 24 al cartel de los Soles en su lista de organizaciones terroristas extranjeras, un paso que abre una vía legal, en opinión de la Casa Blanca, para emprender acciones militares sin necesidad de solicitar permiso al Congreso. El poder legislativo es el organismo responsable de las declaraciones de guerra, según prevé la Constitución estadounidense.
Al día siguiente, Trump se mantuvo en la ambigüedad con la que se ha expresado en las últimas semanas sobre Venezuela, en la que combina las amenazas de nuevas acciones militares con declaraciones más conciliatorias. En un acto en el Despacho Oval, no descartaba ni el envío de tropas sobre el terreno ni solucionar la crisis mediante el diálogo. “No descarto nada”, sostenía el republicano. “Simplemente tenemos que solucionar lo de Venezuela”.
Mensajes ambivalentes
Mientras tanto, Maduro y la cúpula del chavismo se emplean en mostrar normalidad, al menos públicamente. El sucesor de Hugo Chávez pidió el martes a las bases de su movimiento político mantener “serenidad absoluta” ante los movimientos de Washington en el Caribe. “Hoy intentan vilipendiar nuestra patria, amenazarla. Serenidad absoluta, que los buenos seguiremos ganando y la patria seguirá creando y creciendo”, enfatizó durante un acto.
Incluso recurrió a la religión para un insólita declaración institucional: “Declaro que ratifico como señor y dueño de Venezuela a nuestro señor Jesucristo... Y declaro que el único dios real y verdadero es el dios todopoderoso, a quien le doy toda la gloria y en esta guerra espiritual por los derechos de nuestro pueblo y de la humanidad declaro que no es con ejércitos ni fuerza, sino con mi espíritu, dice Jehová de los Ejércitos. Zacarías, 4:6: ‘Me radicalizo con Cristo y reconozco [...] que protege y protegerá a nuestra patria”.
Sin embargo, el propio Maduro y el aparato gubernamental alternan estos mensajes de aparente distensión con consignas mucho menos conciliadoras. El fin de semana el mandatario venezolano llamó a defender “cada centímetro de sus calles y de sus barrios”. “¡Bastantes cojones y ovarios hay aquí para defender esta patria!”, lanzó. El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) anunció que ya se conformaron 260.000 células de militantes denominadas Comités Bolivarianos de Base, con el propósito de multiplicar la vigilancia en el territorio ante cualquier amenaza exterior.
(Con información de El País)