**La pelea ya no es por quién saca más votos. Las encuestas auguran un escenario de paridad. Lo importante es la lectura política del día después de las elecciones, es decir la posverdad, que puede no estar de acuerdo con los números electorales. Si el lunes el titular es “ganó el oficialismo”, habremos recuperado gobernabilidad. Si es lo contrario, si se lee como la posibilidad del reflujo populista, tal vez no haya swap que nos salve y comienza a transitarse un camino pedregoso, dónde el presidente deberá hacer uso de una muñeca política que no tiene. El domingo, todos a votar.
El 26 de octubre se vota para cubrir 127 bancas de diputados nacionales (la Cámara se renueva por mitades) y 24 de senadores nacionales (por tercios). Para ser claros: se vota por distrito, cada uno de los veinticuatro representa una elección diferente. El único caso en que el país se constituye en distrito único es en la elección de presidente y vice.
Parecería una verdad de Perogrullo decir que las bancas se asignan en cada distrito (por el sistema D´Hondt), por lo que las listas de candidatos y los partidos y alianzas tienen su conformación en cada provincia.
Nunca se presentó duda alguna de que la elección no es nacional y sus resultados no deben ser informados en una sumatoria del país.
La información oficial de guarismos fue siempre provincia por provincia, como debe ser, y no acumulados por total país como pretende innovar ahora la Dirección Nacional Electoral (organismo dependiente del Poder Ejecutivo), en el simulacro hecho días pasados.
“En un escenario de paridad, independientemente de los números electorales, las lecturas políticas pueden inclinar la balanza para un lado o para el otro en el imaginario popular. Así de volubles están las cosas en nuestro país”
Es más, resulta fácticamente una tarea imposible efectuar una sumatoria de los votos de partidos y alianzas, porque en cada lugar pueden ser distintos, es como sumar peras, manzanas, bananas y arándanos en una misma operación matemática.
Si legalmente todo está muy claro, la pregunta que cabe es ¿por qué la DINE quiere informar total país? Sencillamente porque el oficialismo nacional, La Libertad Avanza, va con el mismo sello en todos los distritos, circunstancia que no ocurre con el resto de las expresiones políticas.
Entonces, que la información oficial sea totalizadora, será un engaño público porque no reflejará la realidad de los resultados. Eso sí, sirve para subirse al caballo ganador y aparecer en los titulares como tal.
Seguramente la justicia ordenará eliminar la totalización de los resultados, como corresponde. Pero la prensa podrá hacerlo, más aún determinar cuántas bancas le corresponden a cada expresión política en un contexto de polarización entre LLA y el kirchnerismo, número de bancas que ponen en juego peronistas y libertarios y número de escaños obtenidos. También otros espacios, especialmente Provincias Unidas, jugarán un papel importante en el futuro Congreso.
Pero, ¿y por qué adquiere tanta importancia la manera de informar los resultados si lo que vale es la asignación de bancas a cada espacio? Sencillamente por la diferencia entre la aritmética electoral, que no admite distorsiones, y lo que en política es tan usual: la posverdad.
Una cosa son los resultados puros y duros y otra es la manera en que los políticos y la prensa los presentan. La posverdad es una distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
Nunca antes en la Argentina, la frontera entre ganar y perder estuvo tan difusa, tanto que se trata de la verdad o de su distorsión. Se puede perder, ganando. O se puede ganar, perdiendo. Todo depende del día después, de la manera en que se elabora la posverdad, del cristal con que cada espacio intente filtrar la verdad matemática.
“No queremos que Milei pierda gobernabilidad en el resto de su mandato. Tampoco que se sienta empoderado como para atropellar las instituciones republicanas. Sería bueno, luego de las elecciones, reestablecer un diálogo genuino y amplio para restaurar la confianza”
Estamos en un momento del país, de su economía, de los mercados, de la realidad socio económica de los votantes, que parecería más importante que la cantidad de bancas obtenidas, la lectura que se haga de los resultados.
Si la oposición resulta ganadora en el imaginario social, decididamente tendremos que pensar seriamente en la posibilidad cierta del reflujo kirchnerista en 2027.
Y no hace falta sacar más votos o más legisladores, simplemente competirle de igual a igual al oficialismo, que determinará luego no sólo el comportamiento de los ciudadanos hacia adelante, sino fundamentalmente de los factores de poder y los factores económicos como los mercados, el precio del dólar, el riesgo país.
Para el oficialismo, consecuentemente, es doblemente importante que en el diario del lunes se lea que LLA ganó las elecciones, porque no sólo se tratará de obtener más escaños para aprobar las leyes de reforma que se proyectan, sino de construir una base mínima de confianza que permita la gobernabilidad. Así se sencillo, así de clave.
Podrían darse tres escenarios en cuánto a los resultados electorales: dos en que una opción, oficialismo u oposición kirchnerista, triunfe claramente. El tercero, el más probable, que haya un virtual empate técnico, o muy poca diferencia.
“Comenzamos a transitar el segundo tiempo de un partido en que los rivales han presentado virtudes pero muchos defectos. Debe haber cambios en el equipo y en la táctica. Si no, serán votos tirados a la basura”
Es en éste último escenario cuando adquiere vital importancia la manera de presentar los resultados comiciales. Para hacer gobernable el país en los dos años que restan de mandato, es esencial construir la base de confianza. Y la misma no sólo depende del swap yanqui.
Es más, aun cuando el swap yanqui ya fue firmado (sabemos que el presidente norteamericano es voluble y cambiante), con un gobierno perdidoso y sin confianza a futuro, posiblemente los dólares del swap se vayan por el caño de la corrida cambiaria.
En este caso, estaríamos como antes, sin dólares pero con una deuda más y sin posibilidad de recurrir al mercado de capitales por las altísimas tasas que deberíamos pagar por un riesgo país alto.
Así estamos. Con una gran carga de dramatismo que, tanto oficialismo y oposición, los sectores construyeron en una elección de medio término en la que parece que nos jugamos nuestra propia subsistencia como país.
No es bueno que en la mitad de su mandato, el presidente pierda bastante de su poder por una derrota electoral, agravada por su propia inconsistencia e inhabilidad para construir alianzas duraderas. Pero tampoco es bueno que se imponga por paliza e intente, como es de su esencia, llevar por delante a todo el mundo.
De allí que, adquiere importancia el espacio de los gobernadores, en el que deberían refugiarse quiénes no queremos regresos populistas ni autoritarismo libertario.
Ese tercer espacio, que no es la avenida del medio ni la práctica del equilibrio político, sino el canal democrático para quitarle oxígeno a los fanatismos de uno y otro lado y comenzar a visualizar que se puede ser un país normal. Supongo que es una esperanza.